España - Navarra
Manon ...finalmente non! ossia Las buenas intenciones del Baluarte durante la pandemia
Carolina Queipo Gutiérrez

Desde luego, la está fomentando y exigiendo la adaptación de los numerosos agentes sociales que concurren en un espectáculo cultural como es una ópera. Estamos haciendo verdaderos esfuerzos hercúleos para sustentar la necesaria, vital y de primera necesidad (atención, políticos, por favor) vida cultural, y no siempre con muchos apoyos (y, en muchos, sin apoyo alguno). La versión ofrecida por en el navarro fue la imagen de todo este panorama y la causa principal de sus claroscuros.
Una ópera como Manon Lescaut de , pensada para una puesta en escena potente y necesaria para el buen funcionamiento dramatúrgico es complejísima de adaptar a otros formatos y la bienintencionada propuesta de la directora de escena, , no funcionó. Fue una versión en formato semiescenificado en la cual, orquesta y cantantes compartían el escenario. Bajo mi óptica, y como explicaré más adelante, intervinieron varios factores que mermaron la aportación de Gómez. Por un lado, el exceso en la economía de medios en juego de luces, reparto del espacio escénico y elementos escenográficos apenas contribuyeron a transmitir el necesario y expresivo contraste ambiental (musical y físico-simbólico) que se ofrece en las diferentes escenas a lo largo del drama. Y por otro, y aquí infieren directamente las circunstancias pandémicas, la consabida distancia social entre cantantes que impidió contacto físico entre ellos, en un drama en el que toda acción expresiva es importante para su buena comprensión. Esto condicionó todavía más la propuesta de Gómez.
El virus hizo hincapié directamente en otras cuestiones.
Pocos días antes del estreno de esta versión semiescenificada se produjo la baja de los cantantes protagonistas de la ópera. Ainhoa , contratada para el papel de Manon Lescaut, no pudo recuperarse a tiempo del covid que había contraído en los ensayos de otra ópera en Valencia y Roberto , que personificaba al caballero Renato Des Grieux, canceló también por otra enfermedad. Baluarte tuvo que improvisar y buscar sustitutos para estos complicados papeles protagonistas en un tiempo vertiginoso y para una puesta en escena poco habitual que, entiendo, perjudicó y trastocó una vez más las expectativas de la escenógrafa.
Faltaron horas de ensayo para que los nuevos cantantes protagonistas, la soprano y el tenor Walter , asimilaran la economizada propuesta de Gómez en su actuación. Por lo tanto, la dramaturgia teatral que exigía la semiescenificacióna los actores principales comenzó mal y continuó con una fuerte descompensación en la músico-vocal. Perles quedó falta de volumen en algunas ocasiones, tal vez tapada por la situación espacial de la orquesta, pero ofrecía expresividad y matices. Fraccaro, con una superior madurez vocal y técnica depurada mantenía un volumen mayor y, sin embargo, le faltaban matices y cambios significativos de expresión. Se equilibraban en los números de conjunto o en los dúos de amor, principalmente en el tercer y cuarto acto y mejoraba el resultado dramático. Desde luego, la distancia social y física entre los actores les perjudicó claramente para la buena comunicación entre ellos. El público habló, aplaudiendo pocas arias y siendo comedido en su ovación final a estos intérpretes protagonistas.
El resto del elenco vocal tuvo una actuación también descompensada. , como barítono en el papel del hermano de Manon quedaba muchas veces tapado por la calidad vocal e interpretativa del bajo en los números de conjunto, y no logró emocionar en sus solos. Chausson destacó a veces, incluso por encima de los personajes principales. En cuanto al resto de personajes secundarios me gustaría destacar la calidad vocal de la mezzo soprano Nerea y la de Julen Jiménez. Por supuesto, el Coro Lírico de la AGAO, con amplia experiencia en representaciones operísticas, cumplió expectativas pese a la dificultad e incomodidad que suponía cantar con mascarilla.
Para la y de su director titular, Manuel , no fue su mejor día. Se pasaron la obra intentando ser comedidos en decibelios para no tapar a los cantantes con los que compartían la escena. De hecho, el formato semiescenificado en el que el director debe estar de espaldas a unos cantantes en continuo movimiento no ayudó. El resultado final fue válido, pero sin ser destacable, a excepción de las partes en las que intervenía la sección de viento-madera con volúmenes y expresividad muy acertada que, por otro lado, compensó los desajustes de afinación que tuvieron las cuerdas durante algún pasaje.
Por último, y no menos importante, las nuevas restricciones a la limitación del aforo trajeron consigo un doble pase de Manon, cuando había sido creada sólo para una función. El doblete del que parte esta crítica, entiendo que supuso un mayor esfuerzo por parte de toda la producción de la ópera, reto para el cual, igual, no estaba preparada. Hay que, en definitiva, aplaudir la acción heroica en tiempos pandémicos de seguir ofreciendo cultura a un público ávido y falto de ella.
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