España - Valencia
Pongamos que
Rafael Díaz Gómez

Pongamos que hablo de Berlín. Y del estado del bienestar. Y de la época en la que éste dejó de aparentar una salud aceptable. Pongamos que son los años próximos a la caída del muro (de Berlín, claro). Y pongamos que por ahí anda . Su categoría (su hidalguía) fue, quizás, fruto de haber practicado la revolución de los 60. No le sirve para mucho (no, desde luego, para conquistar a dos señoras bien).
Fatuo, fachendoso, petulante, sí. Pero, y ¿necio? Pues esto dependerá de un doble grado de consciencia: respecto a lo que no supo conseguir y respecto a lo que ante sus propios ojos se está malogrando (¿la propia conciencia de clase y unos derechos que se pensaban fundamentales?). Porque su aspiración a mejorar de condición económica se encuentra perdida de antemano.
Y es que en el mundo todo podrá ser burla, pero la broma, si acaso llegara a ecuménica, no resulta igualadora: hay quien ríe con resignación y quien lo hace a mandíbula batiente con la autoridad emanada de su poder. Que el poder se sirva en esta ocasión de las mujeres, que dirigen el juego, no hace sino amplificar, por irrelevancia estadística real, el tono sarcástico de la burla.
Pongamos que esto es lo que plantea en su corrosiva visión de la última ópera de Verdi. Una mirada de un materialismo más desencantado que beligerante. Y pongamos que sea la forma que encuentro de encajar el planteamiento del tercer acto. Porque hasta ahí, dos bloques no por próximos menos opuestos: el barrio deteriorado para el mundo de Falstaff y el barrio rico (chalet o club, que no me queda claro) para el mundo de las comadres.
Pero cuando llega el tercer acto no hay bosque (se niega la naturaleza, no resultaría concordante), sino un astroso centro comercial dominado por el mercado del sexo, una decadencia parda y gris verdosa, enferma, en la que Falstaff se presta al juego de la humillación. Pongamos que esa es la idea de Martone. O pongamos que no, y que simplemente me vengo arriba con mis prejuicios. Sea como fuere no malgastarán el tiempo si tienen ocasión de sacar conclusiones propias al ver esta producción. Y tampoco si leen el comentario de Jesse Simon en estas mismas páginas cuando su estreno berlinés en 2018.
Y ya puestos, pues sí, este es el Falstaff que hubo de suspenderse en enero en por obra y gracia del coronavirus. Con la consiguiente prórroga del alquiler de la producción, conservando el grueso del reparto y con el cambio en la dirección musical de Gaffigan por , se ha podido representar con éxito en Les Arts mes y medio después. El triunfo se ha sustentado por una parte en una puesta en escena que si no siempre ajusta dócilmente con el libreto e invita a cábalas como las elucubradas en los primeros párrafos de este escrito, no entorpece ni el desarrollo de la acción ni el de la música.
Música que, conducida con profesionalidad y hasta con esmero por Daniele Rustioni, se hace acreedora a reclamar con justicia su gran parte en el acierto. Que sí, que Falstaff se encuentra plagada de detalles y que siempre habrá alguien que pueda echar de menos esto o aquello, pero no se le puede negar al director milanés (1983) un desempeño ágil y bien ceñido al devenir dramático. Como tampoco se puede dejar de poner en valor el ejercicio equilibrado y pulcro de la orquesta y del coro titulares. Brillantes.
Y muy bien compensado el amplio elenco de solistas. Nada que decir a lo que no se haya comentado ya sobre en su identificación plena con Sir John. Sabíamos a lo que íbamos y no defraudó. Que no era del todo el caso, al menos en lo que a mí respecta, de . Y sin embargo, pese a ese vibrato un punto abierto, la soprano guipuzcoana lució una estupenda línea de canto y un comportamiento actoral absolutamente comprometido. Mientras, , que no es mucho mayor que la anterior y que desde luego no sabe cantar menos, no acertó a redondear un papel de Mrs. Quickly que no parece que se le amolde de forma muy natural. Cosa que no le ocurre a con el rol de Meg Page, aunque a la siciliana no le vendría mal vender con más autoridad el buen material vocal que pose. Y eso sí que lo supo hacer a la perfección la catalana , que defendió a Nannetta con un canto muy prístino, excelentemente sustentado y administrado. Ojo al futuro de esta voz.
confirmó como Ford varios de los dones que mostró en el mismo escenario en el Guglielmo de Così fan tutte. Es cierto que aún le falta sacarle más matices al personaje, pero es algo que alcanzará. l fue un Fenton que demostró que se puede ser tenue y a la vez convincente. solventó con cómica seriedad su Dr. Cajus y y encarnaron a Bardolfo y a Pistola, algo corto de volumen el primero y tirando a engolado el segundo, no obstante diligentes en su haraganería.
Gran trabajo de conjunto, diversión e invitación a la reflexión. El espectáculo fue completo. Y así lo ponemos. Enhorabuena.
Comentarios