España - Galicia

En la tierra y en la nube

Alfredo López-Vivié Palencia
miércoles, 31 de marzo de 2021
Marina Pardo © by Goldheim Artists Management Marina Pardo © by Goldheim Artists Management
Santiago de Compostela, jueves, 25 de marzo de 2021. Auditorio de Galicia. Marina Pardo, mezzosoprano; Andeka Gorrotxategi, tenor. Real Filharmonía de Galicia. Paul Daniel, director. Antón Alcalde: Un Ollo de Vidro; Gustav Mahler (orq. I. Farrington): La Canción de la Tierra.
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Rozando la infracción administrativa, que el concierto terminó a las nueve y media tocadas y el cerrojazo nocturno comienza a las diez. Menos mal que Santiago es una ciudad pequeña y se planta uno en casa en un santiamén (quienes viven fuera conocen pistas rurales por las que las fuerzas del orden jamás se atreverán a adentrarse –no por peligrosas, sino porque no aparecen en google-maps y acabarían perdiéndose-); pero las prisas por obedecer la norma impiden la formación de corrillos para comentar cómo ha ido la cosa. Y la cosa fue muy bien.

Tocaba hoy un nuevo estreno mundial de los compositores gallegos comisionados para festejar el Jacobeo. Antón Alcalde (Rianxo, 1992) ha escrito Un Ollo de Vidro inspirado en el relato homónimo de su paisano Alfonso Daniel Manuel Rodríguez Castelao: una pieza en tres movimientos donde salen a la palestra personajes de todas las categorías sociales, el poder del dinero, y una conclusión en forma de danza igualitaria de esqueletos –entre los que se cuela un ojo de cristal- una vez que a todos se los han comido los gusanos. Así reza el programa de mano (que se baja de la nube y no se puede tocar, mientras los buzones tradicionales están llenos de folletos de los supermercados), y así lo explicó de viva voz Paul Daniel –en gallego y en inglés- al comenzar el espectáculo.

Lo que no dijo ninguno de los dos es que Alcalde ha hecho una obra sin concesiones, técnicamente endiablada, y empleando un lenguaje tan vanguardista que ya no suena nuevo aunque siga siendo incomprensible (para mí y para la mayoría del respetable, que acogió el estreno con meros aplausos de cortesía). No debió resultar tan complicado para Daniel y la Real Filharmonía –y soy el primero en reconocerles ese mérito, como reconozco que Alcalde ha trabajado mucho en esta pieza-, a quienes se les escuchaba muy desenvueltos en semejante galimatías (no digamos los dos percusionistas, pluriempleados en tocar toda suerte de artilugios), incluídas ciertas murmuraciones del texto de Castelao. Quien no pudo estar presente para reconocer nada fue el compositor, a causa de las vigentes trabas viajeras (leo en el programa que Alcalde reside en Taiwán, donde –si no yerro- a estas alturas de la pandemia llevan apenas una docena de muertes: no me extraña que le prohibiesen venir aquí).

Hablando de lenguajes, vamos a la verdadera cuestión filológica de esta noche. Mahler escribió su sinfonía Das Lied von der Erde para gran orquesta, lo cual queda fuera del alcance de la Real Filharmonía de Galicia. Por suerte, existe un arreglo de Arnold Schoenberg -terminado por Rainer Riehn- para un pequeño grupo de instrumentos, y que suena estupendamente (aún recuerdo la versión que dio hace mil años Josep Pons con la fenecida Orquesta del Teatre Lliure), gracias a que la escritura de Mahler siempre es cristalina, y a que Schoenberg ha sido el mejor jíbaro de la historia de los pentagramas. Pues tampoco: lo que se escuchó hoy fue la orquestación del inglés Iain Farrington (un autor frecuente en los carteles la actual temporada de la orquesta). Vuelvo a la nube: 

Para Farrington, este arreglo evita conscientemente recrear la instrumentación de Schoenberg, y en su lugar crea un cuadro orquestal completo con un plantel menor. 

Veamos: en escena había cuatro maderas, tres metales, otros tres percusionistas, arpa, celesta, y cuerda en 6/6/4/2/1; en la página web de la Editorial Universal de Viena observo que el arreglo de Schoenberg requiere cuatro maderas, una trompa, dos percusionistas, piano, armonio (que dobla a celesta) y cinco cuerdas (una por palo).

Y en el fondo, qué más da. Daniel y la Real Filharmonía demostraron que la versión de Farrington también suena maravillosamente. Porque su interpretación fue maravillosa en concepto y en ejecución: arrebato en las canciones de borrachera, serenidad en las contemplativas, profundidad descarnada en el intermedio orquestal de “La despedida”, y ese aliento inmenso de esperanza justo antes de llegar a la conclusión, que terminó con la emoción suficiente como para mantener al público callado durante casi medio minuto; por otra parte, me quito el sombrero ante todos y cada uno de los miembros de la orquesta –especialmente las maderas, la trompa y el contrabajo-, que no escatimaron ni un compás para una interpretación de las que hacen grande la música de cámara.

La parte vocal compartió concepto pero en ejecución no estuvo a esa altura. A Andeka Gorrotxategi se le veía nervioso, con la nariz pegada al papel; tiene una bonita voz tirando a barítono y con buen fuelle, si bien sufre en los extremos de su tesitura y presenta cierta dificultad de proyección. Leo en el programa que “para muchos es el nuevo Franco Corelli”, lo corroboro en su página web oficial, y concluyo que se trata de una doble exageración: ni Corelli cantaba Das Lied, ni Gorrotxategi –siendo vizcaíno- es de Bilbao. 

La veterana Marina Pardo tiene tablas de sobra para cantar esto de manera convincente (y con una excelente pronunciación del alemán), aunque a veces el vibrato se le tambalee un poco, y aunque se atragante en la sección agitada en “De la belleza”. No es culpa suya: en este pasaje se estrella hasta la más pintada, como puede comprobarse en el YouTube que les dejo a continuación.

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