Recensiones bibliográficas

Dmitri Shostakovich, la conciencia musical de la Revolución Rusa (I)

Juan Carlos Tellechea
martes, 6 de abril de 2021
Schostakowitsch: Sein Leben, sein Werk, seine Zeit © 2020 by Schott Verlag Schostakowitsch: Sein Leben, sein Werk, seine Zeit © 2020 by Schott Verlag
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Dmitri Shostakovich, el compositor ruso más importante del siglo XX fue también un gran aficionado al fútbol y su amor por ese deporte adquiriría formas inusuales y algo curiosas. Su club preferido era el de su ciudad natal: Zénit Leningrado, hoy Zénit San Petersburgo. Hasta el último día de su vida, internado ya en un hospital, presenciaría por televisión un partido del once de sus amores. Le había dicho a su mujer, Irina, que lo visitara más tarde, porque no quería perderse el encuentro; y así fue su despedida de este mundo.

Siendo muy joven llegó a dedicar una obra musical a este deporte: La Edad de Oro, el ballet escrito en 1929, que por su contenido tuvo que pasar por la censura del departamento de propaganda de la Unión Soviética. En la pieza, el equipo soviético derrota a la selección de un malvado estado capitalista con el elocuente nombre de "Fascia" (que, sin embargo -y aquí el asunto se vuelve más delicado aún- tenía la música estilísticamente más avanzada de aquel entonces).

La obra juvenil en perspectiva

El amigo y biógrafo de Shostakovich, el pianista y compositor Krzysztof Meyer, de quien la renombrada editorial Schott Music, de Mainz, acaba de presentar una nueva edición revisada de su libro Schostakowitsch. Sein Leben, sein Werk, seine Zeit. Überarbeitete Neuausgabe (Shostakóvich. Su vida, su obra, su tiempo. Nueva edición revisada),* pone en perspectiva la importancia de la obra juvenil del compositor. La versión original en polaco fue traducida al alemán por Nina Kozlowski, mientras que la reproducción de los ejemplos musicales cuenta con la amable autorización de la célebre editorial Hans Sikorski, de Hamburgo.

Dicho sea al margen, el fundador de esta casa editora de partituras musicales, Hans Sikorski, falleció a finales de enero pasado con casi 95 años de edad. Sikorski fue no solo editor, sino una suerte de diplomático cultural durante la Guerra Fría, representando los intereses de Shostakovich, Sofia Gubaidulina, Alfred Schnittke y Rolf Zuckowksi, entre otros.

El déspota Iósif Stalin, en el poder desde 1927, no se interesaba especialmente por la pieza, y el propio Shostakovich no quería que La Edad de Oro continuara siendo representada más adelante. Para salvar al menos la música, en 1982 se creó una nueva versión póstuma de la trama, que aún hoy se representa ocasionalmente en Rusia.

Burocracia kafkiana

Hay que ver la paciencia que tuvo que mantener y los intríngulis burocráticos que se vio obligado superar Meyer en la Rusia soviética cada vez que se proponía entrevistar a Shostakovich. Como si el músico polaco hubiera sido “K“, el mismísimo protagonista de El castillo de Franz Kafka.

Shostakóvich era un hombre lleno de contradicciones, afirma Meyer en su libro. Estos rasgos de carácter innatos se acentuaron cuanto más se expuso a duras pruebas y experiencias en el transcurso de los años, en los que ya no se trataba de asegurar unas condiciones de existencia tolerables para él y su familia, sino simplemente de sobrevivir y evitar la represión en la medida de lo posible.
Así que su difícil carácter sufrió cambios que finalmente le llevaron a un punto en el que difícilmente podría llamarse un hombre sencillo en sus reacciones, racional en su pensamiento y coherente en sus acciones. (Meyer)

Shostakovich obedecería más o menos a las autoridades soviéticas. Aplaudido y condenado al ostracismo por Stalin, pasaría su vida con miedo. No aprobaba la política soviética, pero debía guardar silencio. Y lo que no podía decir en voz alta lo diría su música por él. Música a veces lírica, a veces irónica, mordaz, burlona.

Las jornadas de Gohrisch

El Festival  Shostakovich de Gohrisch (en la frontera germano-checa), previsto para los días 24 al 27 de junio próximos, se celebrará en el marco de la conmemoración por el 115º aniversario del nacimiento del compositor, un gigante del siglo XX que dio voz a los sufrimientos y triunfos del pueblo soviético durante uno de los períodos más turbulentos y revolucionarios de la historia.

Shostakovich fue un gran artista que utilizó la música para expresar los terribles e inspiradores acontecimiento de la época en que vivió; un hombre que creía en la posibilidad de un mundo mejor bajo el socialismo. Era un hijo de la revolución, sin la cual no habría llegado adonde llegó.

La Sinfonía número 1 en fa menor opus 10, escrita entre 1924 y 1925, y estrenada en Leningrado el 12 de mayo de 1926, revela el talento fenomenal del joven compositor, señala Meyer.  Hasta hoy sigue sorprendiendo por su riqueza de ideas y su inusual dominio de la técnica. Shostakovich no sólo dominó una gran forma sinfónica con la facilidad de un maestro experimentado, sino que también, y sobre todo, hizo gala de un estilo propio muy individual y característico, añade.

Lenguaje propio

La individualidad de Shostakovich se expresa con más fuerza en el segundo movimiento de la sinfonía, el Scherzo. Este movimiento, construido en el esquema tradicional de la forma tripartita y lleno de ironía, arrastra al oyente con su humor caprichoso y grotesco en los episodios marginales; el uso poco convencional del piano merece especial atención. La utilización del piano en el Scherzo en mi bemol mayor no era en absoluto habitual, y debería seguir apareciendo en las obras orquestales de Shostakovich en el futuro, como ocurre en la obra de Stravinsky, puntualiza Meyer.

Durante toda su vida, a pesar de todos los intentos de los comentaristas reaccionarios y malintencionados por demostrar lo contrario, Shostakovich se mantuvo fiel a los ideales del socialismo y de la Revolución de Octubre, pero detestaba a Stalin y a la burocracia y esto le costó caro. Como resultado de su lucha de principios tuvo una vida dura y llena de tragedias, tanto personales como las mucho más pesadas que sufrió su pueblo, el pueblo soviético.

Profundamente humanista

Dimitri Shostakovich.Dimitri Shostakovich.

Todos los sufrimientos de su patria se expresan en su música, por lo que a veces parece una música "difícil". Este es el caso, en particular, de sus tres últimas sinfonías, escritas hacia el final de su vida, cuando Shostakovich estaba amargado y cada vez más obsesionado con la idea de la muerte. Sin embargo, incluso aquí su música nunca fue pesimista, sino trágica y profundamente humanista.

No era un hombre que se abriera fácilmente. A su carácter más bien tímido se sumaron los duros golpes que le llovieron a lo largo de su vida, amenazando su propia existencia, y que le enseñaron a ser cauto y reservado, lo que explica las declaraciones a menudo enigmáticas sobre sus obras. Cuando se le preguntaba qué querían decir, se encogía de hombros y decía lacónicamente "supongo". De todas formas, en las oportunidades en que formuló sus pensamientos lo hizo con contundencia: 

Soy un compositor soviético y veo nuestra época como algo heroico. (…) Considero que cualquier artista que se aísle del mundo está condenado.

La Sinfonía número 11

Un año antes de su nacimiento, la primera revolución de 1905 se ahogó en sangre. No es casualidad que una de sus mejores sinfonías (la undécima) se base en esta trágica página de la historia revolucionaria rusa, ni tampoco que haga uso de las viejas canciones revolucionarias rusas, incluidas las que cantaban los presos políticos y los exiliados en Siberia.

Hoy, en una época de apostasía y cinismo en la que la mera idea de construir un mundo nuevo y mejor es recibida con inteligentes desprecios, es difícil imaginar el espíritu de liberación que nació de la Revolución Rusa. Los ideales democráticos y socialistas de Octubre no sólo atrajeron a las masas oprimidas y explotadas, sino que también inspiraron a los mejores artistas e intelectuales, que se sintieron irresistiblemente atraídos por la causa de la revolución.

Contradicciones

Aunque no entendían las ideas del marxismo, personas de talento como los poetas Alexander Blok y Sergei Yesenin simpatizaban profundamente con la revolución. Entre los compositores, Rachmaninov y Stravinsky se quedaron en el extranjero, amargamente hostiles a la revolución, pero otros como Alexander Glazunov permanecieron en su patria, al igual que el famoso bajo Fyodor Chaliapin, que se enfrentó a graves dificultades físicas para servir al pueblo. El mejor bajo ruso de todos los tiempos solía ser recompensado por sus actuaciones con el lanzamiento de harina y huevos.

Prokófiev

Otro gran compositor ruso, Serguéi Prokofiev, también se fue al extranjero. Más tarde recordaría cómo Anatoly Lunacharsky, el comisario del pueblo para la cultura y la educación, le había animado a quedarse: "Eres un revolucionario en la música como nosotros en la vida. Deberíamos trabajar juntos, pero si quieres ir a Estados Unidos no me interpondré en tu camino".

Prokofiev se marchó a Estados Unidos en mayo de 1918, y nadie trató de impedir que se fuera: un contraste flagrante con la situación bajo Stalin y Brezhnev. Regresaría más tarde, cuando Stalin ya estaba en el poder, y por ello pagó un alto precio.

Hambre, penurias e iconoclasia

Los años de la revolución y de la guerra civil fueron años de hambre y de terribles penurias y sufrimientos materiales. En una época en la que la supervivencia y la búsqueda de un pedazo de pan se habían convertido en la prioridad, la investigación artística y cultural quedaba relegada a un segundo plano. Sin embargo, estaba surgiendo una nueva generación de jóvenes artistas, escritores y compositores soviéticos que buscaban respuestas creativas a los retos planteados por la revolución. Algunos de ellos siguieron líneas creativas radicales e innovadoras en consonancia con el espíritu de iconoclastia revolucionaria de aquellos años.

La nueva generación

Lunacharsky no temía recurrir a los servicios de la generación más joven. Dada la hostilidad de la mayoría de los viejos intelectuales privilegiados, no tenía muchas opciones. Arthur Lourié, compositor futurista, es nombrado jefe del departamento de música de la recién creada Narkompros; tenía 25 años. Escribió sobre los tiempos que siguieron a la Revolución de Octubre: 

No había pan, y el arte ocupó su lugar. En ninguna época y lugar he visto a la gente no escuchar, sino devorar la música con una ansiedad tan trepidante, con tales sentimientos como en Rusia en aquellos años.

Glazunov

El talento musical de Shostakovich se manifestó a una edad temprana. A los nueve años comenzó a tomar clases de piano y en 1919 ingresó en el famoso Conservatorio de Petrogrado, dirigido por Glazunov. Glazunov, musicalmente hablando, era un conservador cuyas raíces estaban firmemente plantadas en el mundo de Chaikovski y el siglo XIX, pero ayudó al joven Shostakovich y siempre habló con cariño de él después.

Nuevos caminos

Dmitriy Shostakovich, Vsevolod Meyerhold, Vladimir Mayakovsky y Alexander Rodchenko en 1929.Dmitriy Shostakovich, Vsevolod Meyerhold, Vladimir Mayakovsky y Alexander Rodchenko en 1929.

Shostakovich representaba una nueva tendencia musical que reflejaba el espíritu revolucionario de la época. Siguió los pasos de Prokofiev y Stravinsky, que reaccionaron contra el espíritu romántico del siglo XIX y a menudo escribieron música cuya vena violenta estaba más en consonancia con el carácter férreo de la época: música como La Consagración de la Primavera de Stravinsky, que provocó disturbios en el teatro cuando se estrenó en París poco antes de la Primera Guerra Mundial, o la Suite Escita de Prokofiev. Muchos melómanos se sintieron perturbados y asqueados por estas disonancias, que, sin embargo, no eran más que un pálido reflejo de la violencia y la barbarie que el siglo XX preparaba para la humanidad.

El decenio de 1920

Los años de la década de 1920 en la Unión Soviética fueron una época estimulante. La lava de la revolución aún no se había enfriado y solidificado en una costra de conservadurismo burocrático, como ocurriría más tarde con el ascenso de la burocracia estalinista.

Del turbulento periodo de la Revolución de Octubre había surgido una joven generación de escritores, artistas y compositores. Pocos de ellos poseían una ideología política o una sólida comprensión del marxismo, pero gravitaban instintivamente hacia la Revolución de Octubre y el bolchevismo, que en cierto modo se correspondían con su propio espíritu rebelde, su enfático rechazo de lo antiguo y su esfuerzo por alcanzar nuevas formas de expresión artística.

Trotski presta atención

Estos escritores, artistas y compositores eran "compañeros de viaje", por utilizar la expresión plástica acuñada por León Trotski (uno de los pocos dirigentes bolcheviques importantes que prestó seria atención a las nuevas escuelas artísticas y literarias, sobre las que escribió en su brillante polémica Literatura y revolución).

Los poetas acmeístas Osip Mandelshtam y Anna Ajmatova y el simbolista Alexander Blok participaron en debates sobre arte y literatura junto a Bogdanov y otros representantes de la cultura proletaria (Proletkult).

Innovaciones

Boris Pilnyak experimentó con nuevos estilos de la novela, el arquitecto y diseñador Vladimir Tatlin realizó audaces innovaciones en el arte de la arquitectura constructivista. Su diseño del monumento a la Internacional Comunista es famoso, pero se quedó en el papel.

En el campo de la música, la nueva tendencia "proletaria" estaba representada en su forma más extrema por Mossolov, cuya impresionante evocación de la vida fabril Zavod (Fundición) tuvo cierta notoriedad. Las opiniones pueden diferir en cuanto al valor artístico de ésta y otras obras de la época, pero sin duda poseen cierto vigor y sinceridad y representan un intento honesto de dar una nueva voz al arte y la música soviéticos.

Vivas polémicas

En esta etapa, la idea de que el partido o el Estado ordenaran a los escritores o compositores lo que podían o no podían escribir era inconcebible. Evidentemente, el partido no era indiferente a las tendencias artísticas y entablaba vivas polémicas, criticando ciertas tendencias como burguesas o pequeñoburguesas, pero se trataba de un diálogo amistoso y constructivo, no de un monólogo burocrático en el que un Estado todopoderoso podía dictar no sólo lo que debían hacer los hombres y las mujeres, sino también lo que debían pensar y sentir.

Las primeras sinfonías

El primer gran logro musical de Shostakovich fue la Primera Sinfonía. Escrita como ensayo de graduación y estrenada en 1926, su éxito hizo famoso al compositor cuando sólo tenía 19 años. Musicalmente es deudora de compositores anteriores como Scriabin y Mahler, pero ya expresa su propio lenguaje musical. Es sobre todo la sinfonía de un joven, lleno de confianza en sí mismo y de espíritu aventurero, que acaba de embarcarse en un emocionante viaje. Recuerda las palabras del poeta y revolucionario bolchevique Vladímir Mayakovski en su obra juvenil La nube en pantalones:

Su pensamiento,
soñando en el cerebro ablandado,
como un lacayo regordete en un sofá aceitoso.
Me burlaré de los jirones sangrientos del corazón:
mordaz y descarado, me burlaré hasta la saciedad.
No hay un pelo en mi cabeza que no sea un pelo gris..,
¡ni la ternura de ningún hombre!
Emocionando al universo con el poder de mi voz...
Camino - guapo,
22 años.

Simpatías

Algunos críticos burgueses que, quince años después del colapso del estalinismo, seguían luchando en la Guerra Fría, han intentado atribuir a Shostakovich una actitud negativa hacia la Revolución de Octubre desde el primer momento. Esto es completamente infundado: aunque no era un activista político, el joven Shostakovich simpatizaba claramente en cuerpo y alma con la Revolución de Octubre y esto se reflejó en su música. En 1927 escribió su Segunda sinfonía subtitulada A octubre, a la que siguió la Tercera dedicada al Primero de Mayo, la fiesta internacional del proletariado.

Segunda Sinfonía

La Segunda fue escrita en 1927 para celebrar el décimo aniversario de la revolución. Nada que ver con la actitud de un joven e idealista compositor que pretendía congraciarse con las autoridades soviéticas: si escribió sobre este tema fue porque creía en él apasionadamente. Incluye el texto de un poema de Alexander Bozyensky sobre Lenin. Se abre con el sonido de la sirena de una fábrica y termina con las palabras Octubre, Comuna, Lenin.

Tercera Sinfonía

De estas primeras obras, a excepción de la magistral Primera Sinfonía, puede decirse que contenían mucho de inmaduro, torpe y fallido. La Tercera Sinfonía, estrenada en Leningrado en 1930, era en general una obra de futuro, pero en realidad este revoltijo de ideas bastante incoherente no logra componerse en un todo satisfactorio.

Búsqueda

El joven compositor todavía estaba tratando de encontrar su camino, buscando a tientas un estilo totalmente propio, y es el sacrosanto derecho de cualquier joven escritor o compositor a poder escribir mal a veces. Sólo a través de la prueba y el error la juventud aprende a vivir, y con mayor razón a escribir obras musicales o literarias. Ningún artista se ha hecho grande leyendo libros de cocina sobre cómo escribir o componer.

Música para la danza y el filme

También escribió importantes obras para el ballet (La edad de oro, El rayo) y para el cine (Nueva Babilonia), y este fue el comienzo de la larga asociación de Shostakovich con el cine. Todas estas primeras obras tienen un carácter experimental y modernista, plenamente en el espíritu de la época en que fueron escritas.

En estas primeras obras vemos la influencia de Prokofiev, pero también de Stravinsky, Hindemith y Krenek. En aquella época ni siquiera era imaginable que un joven compositor fuera condenado por escribir música "difícil", por experimentar o por utilizar modelos extranjeros. Por ejemplo, Tahiti-Trot op 16 (1927), utilizada como entreacto de La edad de oro, es una orquestación de Tea for Twouna popular canción  del musical No, No, Nanette de Vincent Youmans.

El cambio de clima

Pero a finales de la década de 1920 el clima político y cultural de la Unión Soviética estaba cambiando por completo. La derrota de la revolución socialista en Europa, resultado de las traiciones de los dirigentes socialdemócratas, condujo al aislamiento de la Revolución Rusa en condiciones de terrible atraso.

En lugar del anterior entusiasmo revolucionario, los trabajadores soviéticos recayeron en la apatía y el cansancio. Tras la muerte de Lenin en 1924, la burocracia soviética encabezada por Stalin se volvió cada vez más decidida; una nueva casta de burócratas arribistas dejó de lado a los trabajadores y ocupó puestos clave en el Estado y el partido.

La derrota y la expulsión de la Oposición de Izquierda en el XV Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética pusieron el sello a la contrarrevolución política burocrática que había entregado el poder en manos de Stalin y su fracción.

Notas

Krzysztof Meyer, «Schostakowitsch. Sein Leben, sein Werk, seine Zeit. Überarbeitete Neuausgabe», Mainz: Schott Music Verlag, 2020, 608 Seiten. ISBN 978-3785707722

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