Discos
Solo (3) Toshio Hosokawa
Paco Yáñez
Tras haber conocido los compactos dedicados a Rebecca Saunders y Olga Neuwirth, regresamos a la serie Solo: lanzamiento conjunto del sello Kairos y el Klangforum Wien en el que se inscribe, asimismo, el disco del compositor japonés Toshio Hosokawa (Hiroshima, 1955) del que hoy les damos cuenta: una propuesta que reúne ocho piezas para solistas, interpretadas aquí soberbiamente por los músicos del ensemble vienés...
...y no es fácil, dar con el punto exacto para cada una de ellas, por cuanto vuelven a poner sobre los atriles esa hibridación y diálogo que entre oriente y occidente hace ya décadas que se da en las obras de Hosokawa, con una presencia, como veremos, cada vez más pura y esencial de lo japonés (también, desde que el compositor ha vuelto a fijar su residencia en el país del sol naciente, escuchando a su tradición musical con oídos renovados).
La obra que abre este compacto es "Haiku" for Pierre Boulez (2000/2003), una partitura para piano solo sobre la que diría que gravita sobremanera Serynade (1998-2000), pieza igualmente pianística de Helmut Lachenmann con muchos lazos con Japón, pues fue allí donde la pianista nipona Yukiko Sugawara estrenó la primera versión de la obra. La impronta de Lachenmann sobre Hosokawa es bien (re)conocida, y se muestra de forma palpable ya en piezas tempranas como Yoru No Kuni (1981), partitura para dos pianos que Hosokawa dice haber escrito bajo la fascinación del descubrimiento de la música de Lachenmann, a quien considera su mentor. La dinámica de ataques y manejo de las resonancias del cordal vía pedal es muy deudora, en los primeros compases, de Serynade, aunque también nos remite a la relación entre el sonido y el silencio en la música japonesa, en cuya tradición el sonido es parte de un todo: una pincelada en el paisaje. En este caso, el título de la partitura evidencia el tipo de construcción frente a la que estamos: breve —con sus 3:49 minutos— y marcada por la concisión de la poesía nipona: concisión que tan bien casa con el laconismo y precisión de Boulez, al que aquí homenajea Hosokawa. Algo de ello hay en un teclado que, progresivamente, va ganando peso, como yin frente al yang de sus propias resonancias: luz y oscuridad. La lectura de Florian Müller es de una enorme delicadeza.
Si en "Haiku" Toshio Hosokawa conversaba con uno de los compositores que más poder ha tenido sobre la escena musical europea en las últimas décadas, en Spell Song (2015) nos hace dialogar con un poder sobrehumano con el que las personas podemos entrar en contacto, a través de esta pieza para oboe solo que prácticamente alcanza una sonoridad ritual en su tensa exposición de motivos sin descanso. A mayores, cada una de las sentencias que aquí se van deletreando adquiere la forma de la caligrafía japonesa: tan importante en el pensamiento musical de Hosokawa y, en ocasiones, tan explícitamente mencionada, como en el estupendo cuarteto de cuerda Kalligraphie (2007, rev. 2009). Spell Song nos invita a un fraseo más cercano a lo melódico, pero igualmente hay en esta obra una gran tensión y una multiplicación del oboe por medio de una suerte de multifónicos que desdoblan lo que es su canto central y sus muchos arabescos. Markus Deuter da cuenta de todo ello con un virtuosismo apabullante.
Small Chant (2012) es una de esas piezas en las que se vuelve a fusionar lo europeo y lo japonés, por medio de lo que Sylvia Wendrock dice intrincada combinación de elementos microtonales, movimientos horizontales ondulantes (de nuevo, con reminiscencias del impresionismo) y capas verticales consonantes. En esa cohabitación de mundos sonoros, el pizzicato aporta los sonidos más referenciados a la tradición, mientras que los arcos más rugosos a dobles cuerdas nos remiten a las vanguardias europeas. Estamos ante un mundo que se van tensionando por momentos, acercándonos al Hosokawa de sus excelentes cuartetos de cuerda y al Isang Yun de las piezas para violonchelo. La versión del violonchelista Benedikt Leitner es muy bella y poética, menos tensa y moderna que la registrada en 2013 por Lucas Fels para el sello Wergo (WER 6769 2).
Obviamente, las 2 Japanese Folk Songs (2003) resultan mucho más referenciadas al mundo de lo nipón, con sus ecos populares, entre los que podemos incluir el propio instrumento seleccionado por Hosokawa para darle voz: el arpa. Es por ello que, como Small Chant, nacen estas canciones desde un pizzicato, muy denso y ancestral en su desarrollo, con un sonido que no deja de caer, cual las flores de cerezo que evoca el título de la primera pieza: esas flores cuyo nacimiento, en pleno sakura, hemos visto estos días celebrar a Toshio Hosokawa en sus redes sociales desde Japón. La segunda canción aquí convertida en una bellísima pieza para arpa es una nana japonesa que nos muestra la dulcificación que el lenguaje de Hosokawa ha experimentado en los últimos años. En todo caso, es una dulcificación que, igualmente con una canción popular nipona de por medio, nos vuelve a recordar al mentor de Hosokawa: a Helmut Lachenmann, por medio de partituras como el trío con voz Sakura-Variationen (2000). La versión aquí escuchada de la arpista Virginie Tarrete es de una gran delicadeza.
Extasis (2015-16, rev. 2020) nos conduce a otro mundo muy distinto, mucho más tenso, aunque no abandonamos la tradición, hasta lo ancestral, pues en su partitura Toshio Hosokawa pretende hacer del violín la voz de un chamán. Quizás sea por ello la tensión que aquí despliega la extraordinaria violinista Annette Bik, su búsqueda de revelar lo extraordinario, su movimiento constante hacia la revelación de una verdad oculta, agazapada en un silencio al que vuelve una y otra vez para lanzarse a un movimiento creciente que se agudiza y estira para volverse a retraer sobre sí mismo como un ejercicio de concentración y búsqueda interior. Todo ello, con una dosis de virtuosismo típico del antes citado Hosokawa de los cuartetos de cuerdas, entre los que encontramos algunas de sus mejores composiciones recientes.
Encargada por el Klangforum Wien, Voice (2020) es una partitura para trombón solo que vuelve a adentrarse en las relaciones entre voz e instrumentos acústicos que habíamos conocido en Extasis. No alcanza las cotas de excelencia de la partitura para violín, y resulta un poco más tosca, pero es una cuestión más del instrumento que de la versión de Andreas Eberle, trombonista del Klangforum que da una lección en el manejo de aire y en la proyección del trombón cual si estuviera filtrado por múltiples sordinas.
Mientras, Edi (2009) resulta más serena y meditativa. Escrita para clarinete solo, en Edi escuchamos los ecos de Messiaen, compositor que tanto influyó a Tōru Takemitsu y, por tanto, llega de algún modo a Hosokawa a través del compositor nipón. Además del enorme dominio de Olivier Vivarés, destaca su manejo del multifónico y lo redondo de su sonido, con una línea entre lo melódico y la rugosidad que aportan esos multifónicos que nos vuelve a hablar de la hibridación entre elementos orientales y occidentales en esta bella música.
Se cierra este recorrido con la pieza no sólo más larga (con sus diez minutos de duración) sino más antigua de este compacto, Sen VI (1993), obra para percusión aquí bravamente defendida por Lukas Schiske. Volvemos a estar en el meollo de ese diálogo entre continentes y tradiciones musicales, con evocaciones del mundo nipón en los golpeos y sus ecos arcaicos, mientras que las fricciones y los rascados de las membranas nos remiten a las técnicas extendidas europeas (incluyendo algunos efectos vocales de tipo gutural). Sin embargo, todo está sujeto, aquí, a relectura, pues esas técnicas que parecen derivadas de la musique concrète instrumentale lachenmanniana, en realidad remedan la caligrafía japonesa, de la cual Hosokawa tanto ha bebido en muchas de sus piezas. Entre ellas, las que forman el ciclo Sen, vocablo japonés traducible como 'línea'; de ahí, ese estudio constante de la línea caligráfica y sus derivaciones musicales. El uso de varillas para rascar las membranas le confiere a la pieza un toque aún más arcaico y tradicional, algo que se refuerza por la excelente lectura, como todas las recogidas en este disco, de Lukas Schiske.
Las tomas de sonido vuelven a ser impresionantes. Son parte de las grabaciones de este proyecto en el que se incluían los discos de Rebecca Saunders y Olga Neuwirth, todos ellos registrados en la Wiener Konzerthaus en agosto del 2020. Como en aquellos compactos, las notas son excesivamente escuetas, reducidas a dos carillas, aunque sustanciosas y a cargo, como en toda la serie Solo, de Sylvia Wendrock. Siguientes estaciones en este periplo a través de la música solista de nuestro tiempo: Salvatore Sciarrino y Georges Aperghis.
Este disco ha sido enviado para su recensión por Kairos.
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