España - Madrid
De la sarabanda al cuplé o el arte del collage
Pelayo Jardón
Un Madrid revisitado: el del torreón de marfil de
El atrezo evoca sintéticamente los ecos de un surrealismo con ribetes castizos: varios sombreros ornados de airones; un banco callejero, junto a una farola digna de Brecht; y, muy particularmente, ese collage de recortes y cromos, articulado en las cuatro hojas de un biombo, que, amén de recuerdo del que, en efecto, tenía Ramón, oficia como una declaración de intenciones.
El hilo argumental parece sencillo: como cicerone, como maestro de ceremonias, Gómez de la Serna recorre un pasado siempre presente evocando los fantasmas de Lope de Vega, Cervantes y Quevedo.
A partir de ahí, y a caballo entre el Siglo de Oro y la Edad de Plata, el espectáculo está concebido como un collage de distintos números de música, baile, teatro y pantomima, con las virtudes que lleva aparejada tal técnica cuando ha sido felizmente concebida: audacia en la amalgama, una sucesión de inauditos contrastes y esa ilusión mágica de improvisación, que mantiene viva en todo momento la expectación de la concurrencia.
El programa incluye alhajas del cancionero español de los siglos XV al XVIII, como Más vale trocar, de Juan del Encina o De los álamos vengo, madre, de Juan Vázquez; célebres standards de jazz, muy en boga entre los crooners de tiempos de Ramón, como All I do is dream of you, What a little moonlight can do o Night and day; e inolvidables temas rescatados de ese filón de música ligera que es el género ínfimo, como La chula tanguista (vino tinto con sifón) y ¡Comunista! (mujer modernista).
Súmese a ello, piezas instrumentales —desde la Rhapsody in blue, de
El resultado es una suerte de instalación de las artes escénicas contemporáneas con distintos niveles de comprensión para cada tipo de público; un encomiable testimonio de renovación dentro de la tradición; y un memorable homenaje, en fin, al ramonismo, al barroco español y a ese crisol de culturas que es la Villa y Corte.
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