Artes visuales y exposiciones

Ser Humano, desde los grandes simios al Hombre actual

Juan Carlos Tellechea
martes, 15 de junio de 2021
Menschsein © 2021 by Archäologische Museum Frankfurt Menschsein © 2021 by Archäologische Museum Frankfurt
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Apenas pasa una semana en los medios de comunicación sin que haya noticias de nuevos hallazgos sensacionales sobre la historia evolutiva del Hombre. Debido a la rareza de los nuevos descubrimientos de fósiles humanos, éstos son en su mayoría reevaluaciones de otros ya conocidos como resultado de nuevas dataciones o investigaciones de genética molecular.

 Una gran parte de esas noticias están relacionadas con la biología y la historia evolutiva del ser humano. Solo en contadas ocasiones se hace referencia a los hallazgos de la arqueología prehistórica, cuyas fuentes son mucho más numerosas que los encuentros de fósiles humanos y que además representan una prueba directa de la cultura de la humanidad más primitiva.

 Mente, cuerpo, sociedad

 Pero la historia de los primeros tiempos de la humanidad no puede escribirse únicamente sobre la base del ADN o de las características físicas del género Homo, porque desde el principio es también la historia de su capacidad mental y de la cultura que crearon en un sentido amplio, incluyendo el comportamiento social, las tecnologías, el estilo de vida y la dieta, así como las formas de expresión estética.

Una muy interesante exposición sobre este inmenso tema titulada Menschsein. Die Anfänge unserer Kultur (Ser Humano. Los inicios de nuestra cultura) tiene lugar en estos meses, desde el 5 de mayo de 2021 hasta el próximo 30 de enero de 2022 en el Museo de Arqueología de Fráncfort del Meno. Gracias a la geología, la paleontología, la paleoantropología y la arqueología, ahora sabemos que la vida existió en la Tierra durante muchos cientos de millones de años antes de que nuestra especie surgiera en África. Debido a la pandemia la muestra solo puede ser visitada por ahora vía internet.

 Primer impulso

Pero, ¿qué hubo en el inicio de la cultura humana, qué dio el primer impulso al desarrollo en el curso del cual el hombre se desprendió de su origen biológico, abandonó su hábitat original, pobló el mundo entero y finalmente incluso pisó la luna en 1969?,

se pregunta retóricamente el Dr. Wolfgang David, director del Museo de Arqueología de Fráncfort en el prefacio del catálogo de la exhibición, publicado por la editorial Nünnerich-Asmus, de Oppenheim am Rhein (galardonada en 2021 como la mejor casa editorial independiente). La muestra está comisariada por la arqueóloga Dr. Liane Giemsch y la paleoantropóloga PD Dr. Miriam Haidle .

Jane Van Lawick-Goodall, «The Wild Chimpanzees». © 1967 by National Geographic Society.Jane Van Lawick-Goodall, «The Wild Chimpanzees». © 1967 by National Geographic Society.

Lo que impresiona aquí es la constante aceleración del desarrollo, caracterizada por una intervención cada vez mayor del Hombre en su entorno y su transformación, de modo que se discute el término Antropocentrismo como designación de una nueva era de la Tierra.

El Hombre es el único ser que tiene los conocimientos para llegar ahora a Marte y para cuidar de la naturaleza de su propio planeta, pero lo destruye y es consciente de que lo hasta haciendo, sin reaccionar para impedirlo

afirma por su parte, y no sin razón, la etóloga inglesa Jane Goodall, autora de libros como My Friends the Wild Chimpanzees  (Washington, DC: National Geographic Society).*

Adónde vamos

 Desde que existen personas capaces de reflexionar, nos hemos planteado las preguntas básicas sobre quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos. Una y otra vez, las respuestas a estas preguntas se han buscado en los ámbitos de la religión o la filosofía, y ciertamente estas áreas de experiencia y pensamiento siguen desempeñando todavía un papel importante para muchas personas hoy en día cuando aún nos preguntamos qué constituye el ser humano. 

 Desde que a mediados del siglo XIX se descubrieron los primeros fósiles humanos en el valle del Neander, entre otros lugares, y Charles Darwin y Russell Wallace desarrollaron la teoría de la evolución, estas cuestiones también pertenecen al ámbito de las ciencias naturales. Año tras año, los arqueólogos especializados en la prehistoria y los paleoantropólogos, junto con muchos colegas de otras disciplinas, obtienen nuevos datos empíricos sobre los orígenes de los humanos y lo que significa serlo.

Las hibridaciones

 Si observamos la larga historia del desarrollo humano, queda claro cuántos desarrollos diferentes han contribuido a nuestra humanidad a lo largo de millones de años. Nos convirtieron en una especie culturalmente determinada y muy diversa que hoy puebla toda la tierra. Para entender el viaje de la humanidad hasta el día de hoy, hay que ahondar en tiempos pasados. Los fósiles de seres humanos y criaturas similares a los humanos se remontan a muchos millones de años.

 A partir de sus huesos, dientes y herramientas, se pueden deducir patrones básicos de comportamiento. Con el paso del tiempo, la gente cambió su comportamiento y sus cuerpos se adaptaron a los nuevos hábitats. Comenzaron a apropiarse de su entorno con herramientas y aprendieron a controlar el fuego. Sus procesos de pensamiento y aprendizaje se volvieron cada vez más complejos y, a través del intercambio mutuo, se desarrolló gradualmente la capacidad del lenguaje. Todas estas innovaciones dieron lugar a lo que hoy llamamos cultura humana.

Hasta hace poco, como muestran las investigaciones genéticas, el Hombre se cruzaba todavía con grandes simios, con chimpancés, gorilas, bonobos, orangutanes y éstos con el Hombre en múltiples hibridaciones, 

afirma el antropólogo Volker Sommer, profesor de antropología de la evolución humana de la University College London.

Extender la mano para mendigar o para pedir comida

 Pero, ¿cómo eran exactamente los comienzos? ¿Es posible determinar lo que significa ser humano?

¿Las características biológicas, sociales, ecológicas o culturales nos hacen humanos? ¿Se manifiesta físicamente, en el pensamiento, en el comportamiento?  Un vistazo a los inicios de la cultura humana que nos resultan tangibles hoy en día permiten descubrir a algunos de los primeros que marcaron el rumbo.

 El Hombre comenzó a separarse de los grandes simios hace unos siete millones de años(Graecophithecus freybergi), según los más recientes descubrimientos. A éste le habrían seguido en la evolución el Orrorin tugenensis (6,2 millones de años), el Australopithecus anamensis (5,8 millones de años) y el Ardipithecus kadabba (5,7 millones de años).

El amor y el afecto no solo son conocidos por las personas.  Los bonobos se reconcilian también, tras una discusión. Esta variedad es la más similar a la forma original de humanos y simios, según las evidencias científicas reunidas hasta ahora. Jane Goodall, la primera mujer que estudió el comportamiento social de los chimpancés en la naturaleza, sostiene que éstos usan los mismos gestos en similares contextos que los humanos. Verbigracia, cuando unos y otros extienden sus manos para pedir comida o cuando mendigan.

Los dictadores de la moda

El comportamiento social de los chimpancés es similar al de los humanos en muchos aspectos. Volker Sommer a su vez observó cómo una chimpancé hembra con una brizna de hierba detrás de la oreja creaba una tendencia de moda. Se paseaba en medio del grupo de chimpancés con la pajuela detrás de la oreja derecha y al otro día otros integrantes de la colonia comenzaban a hacer lo mismo imitándola. Cualquier parecido con actitudes similares adoptadas hoy en día por los seres humanos (vestimentas, calzados, cortes de cabello o peinados estrafalarios, tatuajes, piercings...entre otras modas en boga a lo largo de la historia) no es pura casualidad.

Observar el entorno

Frans de Waal, «Mamas letzte Umarmung». © 2020 by Klett-Cotta-Verlag.Frans de Waal, «Mamas letzte Umarmung». © 2020 by Klett-Cotta-Verlag.

Mirar entre bastidores es crucial, afirma el destacado primatólogo Frans de Waal en su libro Mamas letzte Umarmung. Die Emotionen der Tiere und was sie über uns Menschen verraten (El último abrazo de Mamá. Las emociones de los animales y lo que revelan sobre nostros los humanos), publicado por la editorial Klett Cotta, de Stuttgart.*

Por ejemplo, si un chimpancé macho intenta intimidar a otro lanzándole piedras o persiguiéndolo, hay que apartar la vista de ellos y fijarse en lo que ocurre a su alrededor, porque ahí es donde se va a decidir. Yo llamo a esto "observación holística", la necesidad de ver el panorama general. El hecho de que el mejor compañero del acosado chimpancé esté dormido en un rincón no significa que pueda ser ignorado, porque tan pronto como se despierta y se acerca a la escena, cambia la situación. Toda la colonia sabe esto. Una hembra de chimpancé emite un fuerte grito para anunciar que algo está a punto de suceder, mientras las madres abrazan a sus hijos

relata de Waal, autor también de la extraordinaria obra  Der Mensch, der Bonobo und die zehn Gebote  (El Hombre, el bonobo y los diez mandamientos), publicado asimismo por Klett Cotta.*

Se restablece la paz

Después, cuando se haya asentado la polvareda, es aconsejable vigilar a los principales actores. Después de todo, aún no han terminado. Una de las primeras escenas de reconciliación que vi (ya he presenciado miles) me sorprendió profundamente

prosigue de Waal, quien es además psicólogo y etólogo, así como profesor de la Emory University.

Tras un altercado, dos rivales masculinos se acercan de pie, con el pelo erizado, lo que les hace parecer el doble de altos de lo habitual. Mantenían el contacto visual y tenían un aspecto tan amenazador que temí un resurgimiento de las hostilidades. Pero cuando estaban cerca, uno de ellos le dio de repente la espalda al otro. Reaccionó comenzando a acicalar a su oponente en la zona del ano. Se chasqueó los labios con fuerza y castañeteó los dientes para dejar claro, con qué afán estaba realizando esta tarea. El otro chimpancé macho quería hacer lo mismo - y al final adoptaron una posición acrobática conocida como el “69“ que les permitía acicalarse mutuamente las nalgas  y el culo al mismo tiempo. Poco después, se relajaron y se dieron la vuelta. y empezaron a acicalar sus rostros. Así quedaba restablecida la paz.

La moral es anterior a la religión

Frans de Waal, «Der Mensch, der Bonobo und die Zehn Gebote. Moral ist älter als Religion». © 2016 by Klett-Cotta-Verlag.Frans de Waal, «Der Mensch, der Bonobo und die Zehn Gebote. Moral ist älter als Religion». © 2016 by Klett-Cotta-Verlag.

Para de Waal los seres humanos de ninguna manera hemos desarrollado nuestra moralidad de la nada a través del pensamiento racional; más bien, nuestros antecedentes como animales sociales han proporcionado el impulso

Explorando la larga tradición del Humanismo así como el comportamiento social en el reino animal, el científico llega a la conclusión de que  independientemente de la influencia que haya tenido la religión en el código moral del hombre, la religión no es el origen de nuestra moral.

El autor desafía a los lectores a comprometerse de forma constructiva con cuestiones como éstas: ¿Qué papel desempeña la religión en el buen funcionamiento de la sociedad actual? ¿Dónde pueden los creyentes y los no creyentes encontrar inspiración para vivir bien?

 En las implicaciones de su investigación para nuestra comprensión de la religión moderna, de Waal responde a cuestiones en torno a la moral y el Humanismo con la mirada puesta en los primates y otros animales notablemente cercanos a nosotros: los grandes simios actúan de forma justa, cooperativa y empática; los principios morales se desarrollan a partir de la compasion mutua, aunque se expresan de forma diferente de una especie a otra.

Make Love not War

 Entre los bonobos, antes llamados chimpancés pigmeos, el sexo es omnipresente. 

Practican el sexo por la paz precisamente porque hay muchos conflictos que se ciernen sobre ellos. Después de todo, si vivieran en perfecta armonía, no tendrían ninguna razón para hacer las paces todo el tiempo.

¿Les suena Make Love not War?  Lo que el sexo es para los bonobos, la religión lo es para muchas personas. Proporciona a la comunidad un marco para la acción moral. Refuerza la unión y proporciona reglas de convivencia mutua. No basta con no robar o no matarse. La acción moral también incluye la ayuda a los ancianos y a los débiles. Esto es cierto para los seres humanos, pero también para los chimpancés.

Al final de su vida, la anciana Peony dependía totalmente del apoyo de los otros chimpancés, que le llevaban agua y la ayudaban a escalar, subraya de Waal.  La ayuda mutua entre animales no emparentados no tiene sentido evolutivo, en primera instancia. Al fin y al cabo, no sirve para difundir los genes propios. Pero sí une a la comunidad y, por tanto, protege indirectamente contra la selección.

La religión no es necesaria para ser más humano

Cualquiera que infrinja la moral imperante lo pasa mal en la comunidad. Frans de Waal lo ha observado una y otra vez, no solo en los primates, sino también en otros animales sociales como las ratas o los elefantes. La moral no es una capa fina y externa; viene de dentro. Forma parte de nuestra biología.

A los humanos les encantan las historias; cuanto más fabulosas mejor. Y las sociedades más grandes necesitan reglas y leyes para llevarse bien. La religión responde a estas necesidades y no está en absoluto en contradicción con la teoría evolutiva. 

La ciencia es un logro artificial, mientras que la religión es tan natural como caminar o respirar. (…) La religión puede ayudarte a ser o a convertirte en una buena persona. Pero no es necesaria para ello.

Dicho sea al margen, el prestigioso científico Frans de Waal nació en la hermosa ciudad neerlandesa de Bolduque, la patria chica de El Bosco, que él evoca también en sus libros.

La exposición

La innovadora muestra del Museo Arqueológico de Fráncfort del Meno trata nada menos que de los inicios de nuestra cultura. El subtítulo de la exposición hace referencia a una forma de pensar que reconoce los orígenes de la actual vida altamente diferenciada en el comportamiento con las herramientas de los primeros homínidos, afirma Haidle.

La investigadora, especializada en el período paleolítico, coordina el proyecto de largo aliento titulado El papel de la cultura en las primeras expansiones del ser humano de la Academia de Ciencias de Heidelberg en el Instituto de Investigación y Museo de Historia Natural Senckenberg y la Universidad de Tubinga.

Las 80 piezas (50 de ellas originales) expuestas que documentan este comportamiento con las herramientas proceden de una época que nos parece infinitamente lejana. Las más nuevas tienen un millón de años. Entre las piezas se encuentran piedras de percusión y de yunque, imitaciones de piedras sencillas y hachas, así como restos de cráneos, como una mandíbula inferior del representante más antiguo del género Homo, un fragmento del llamado Homo rudolfensis (2,5 millones de años), antaño nativo de la actual Kenia.

La disciplina científica

En fin, astillas de piedra, trozos de hueso y un poco de madera carbonizada: no hay mucho más a disposición de la investigación prehistórica e histórica temprana. La disciplina científica es muy, muy clara. Ni siquiera 50 científicos de toda el área de habla germánica están investigando a tiempo completo este enorme período y los muchos cientos de miles, incluso varios millones de años de antigüedad de los hallazgos que, en principio, no parecen especialmente emocionantes. Y, sin embargo, lo son, como lo demuestra esta exhibición de forma impresionante.

Pieza enlazada

Los procesos de pensamiento se expresan en estas piedras y huesos, subraya la arqueóloga Giemsch, quien también investigó en África entre 2007 y 2009. Para que los visitantes puedan comprender estos procesos, que en última instancia conducen a la producción de herramientas y al desarrollo de la Humanidad, frente a las exposiciones no especialmente estéticas, la muestra incluye doce estaciones prácticas marcadas en naranja.

Cuando se reabra el museo, actualmente cerrado por la pandemia de Corona, se podrán tocar y girar siete réplicas de cráneos humanos prehistóricos montados en un árbol genealógico para comprender los cambios en las características anatómicas como respuesta a las cambiantes condiciones ambientales.

El fuego

El descubrimiento y la utilización del fuego, hace 1,5 millones de años aproximadamente fue un enorme salto hacia adelante y permitió al Homo rudolfensis, pero principalmente al Homo habilis (2,3 millones de años) utilizarlo como fuente de calor y de luz (alargamiento de la iluminación durante la oscuridad al fin del día), para la comunicación y la convivencia en torno a la hoguera, como instrumento para la caza y el cuidado del paisaje, para cocinar alimentos, para conservarlos ahumados, para protegerse contra las fieras y los insectos, para la limpieza de los lugares donde dormía, para la perfección tecnológica con la innovación mediante el calor, y para intentar una expansión hacia el norte del planeta, donde las regiones eran más frías. Tan solo con el insumo de alimentos cocinados, el desarrollo del cerebro humano adquiriría mayores dimensiones. En ese periplo hacia las regiones septentrionales el Homo antecessor   habría sido el primero en pisar el continente europeo hace unos 900.000 años.

Pese a la pandemia se ha conseguido traer a la exposición algunos originales muy raros, además de moldes de hallazgos africanos y asiáticos hechos especialmente para Fráncfort, y probablemente la mayor rareza sea la mandíbula inferior del Homo rudolfensis, procedente de Malawi, que tiene unos dos millones de años. Éstos individuos ya utilizaban el fuego para iluminar la oscuridad, para calentarse, para protegerse de los enemigos y para hacer comestibles los alimentos indigestos. Uno de los miembros del grupo tenía que encargarse del fuego, para que luego todos se beneficiaran de él.

Consecuencias

Las herramientas podían servir para abrir nuevas fuentes de alimentos, y los procesos de trabajo cada vez más complejos, transmitidos a hijos y nietos, facilitaban la vida de la comunidad. "El desarrollo físico es mucho más lento que el tecnológico en este proceso, señala Haidle.

Las pruebas más tempranas propuestas para el uso del fuego por parte de los primeros humanos no son arqueológicas, sino fisiológicas, acota Giemisch. Aquí los científicos postulan que la ingesta de alimentos cocinados de fácil digestión pudo haber sido responsable del acortamiento del intestino humano y, por tanto, del desvío de las calorías ahorradas en la digestión al cerebro, lo que finalmente condujo, con la aparición del Homo erectus, a un aumento del tamaño del cerebro detectable en el registro fósil de los homínidos de hace aproximadamente 1,9 millones de años. Sin embargo, las calorías adicionales necesarias para los cerebros más grandes podrían provenir fácilmente de la médula ósea, rica en energía. En ese momento, los homínidos ya dominaban la habilidad de romper cráneos y huesos largos con grandes piedras para llegar al preciado tuétano.

Los sedimentos más pretéritos

Las primeras pruebas arqueológicas del uso del fuego en forma de sedimentos alterados térmicamente, artefactos de piedra o huesos se encuentran en África. La prueba más antigua tiene 1,5 millones de años y procede de Koobi Fora, en Kenia. Otros yacimientos son los de Chesowanya, en Kenia, y Gadeb, en Etiopía, los de las cuevas de Swartkrans y Wonderwerk, en Sudáfrica, que tienen una antigüedad de alrededor de 1,0 millones de años y en los que los huesos quemados no se produjeron ciertamente a causa de incendios forestales, debido a las temperaturas reconstruidas a las que estuvo expuesto el sedimento, así como el yacimiento de Olorgesailie, en Kenia.

La evidencia más antigua de un tipo de hogar o fogón en el que se cocinaba la comida tiene unos 790.000 años de antigüedad y procede del yacimiento de Gesher Beno Ya'akov, en Israel. Posiblemente, una evidencia igualmente antigua del uso del fuego proviene de la cueva de Zhoukoudian, en China. Desde hace 40.000 años antes de nuestro tiempo, el uso del fuego aumenta de forma significativa. Hay pruebas claras de la fabricación de fuego desde hace 30.000 años, pero más recientemente los rastros en las herramientas de piedra de los neandertales también se han interpretado como pruebas de la fabricación de fuego.

Masa cerebral en forma de gránulos

Tres modelos de cráneos de prehumanos (Homo erectus, de hace 3,0 millones de años), humanos primitivos (Australopithecus afarensis, 5,0 millones de años) y humanos modernos (Homo sapiens) montados en un poste demuestran por qué han evolucionado entre todas las especies del reino animal.

Si se les da la vuelta, y se vierte la masa encefálica en forma de gránulos en tres vasos medidores, los humanos tienen un volumen de más de 1000, seguidos por los apenas 700 y 350 mililitros respectivamente de las otras dos especies. La cuestión tan debatida de cuándo los humanos pudieron hablar también se aborda con los moldes de dos huesos hioides.  En una de las estaciones, los visitantes pueden hacer una huella de sí mismos y compararla con los contornos de las huellas de los chimpancés y de la especie prehumana Australopithecus afarensis.

La última palabra aún no ha sido dicha

La investigación del paleolítico, subraya el director del museo, Wolfgang David, es una de las ramas más recientes de la disciplina. La historia de la investigación del Paleolítico temprano comenzó hace solo unos 200 años con los hallazgos cerca de Abbeville (Francia) y luego con el descubrimiento de restos de neandertales cerca de Düsseldorf.

Lo que se ve es que Fráncfort está a la vanguardia de la investigación, por ahora. Pero sigue siendo muy desigual, a pesar de los muchos nuevos descubrimientos. Haidle lo describe con claridad: 

Es como intentar hacer un puzzle con 5.000 piezas y conocer solo 50 de ellas. Puede ponerlo todo patas arriba si encuentras una pieza 51 que de repente conecta cuatro o cinco que ya conoces.

Por tanto, la investigación está en constante movimiento. Incluso las tesis con pocos años de antigüedad pueden estar completamente desfasadas desde hace tiempo, afirma David. Es una historia tan apasionante, dice, que es de esperar que la teología y la filosofía también la estudien.

Notas

1. Baroness Jane Van Lawick-Goodall, «My Friends, the Wild Chimpanzees», Washington, DC : National Geographic Society, 196. ISBN 978-1199702760

2. Frans de Waal, «Mamas letzte Umarmung», Stuttgart: Klett-Cotta-Verlag, 2020, 430 Seiten. ISBN 978-3608964646

3. Frans de Waal, «Der Mensch, der Bonobo und die Zehn Gebote. Moral ist älter als Religion», Stuttgart: Klett-Cotta-Verlag, 2016, 365 Seiten. ISBN 978-3608980455

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