España - Galicia
Cuatro continentes en clave de mujer
Paco Yáñez
Cuando aún resuenan en nuestra memoria los ecos del estupendo concierto que en la cuarta edición del Festival 22 de mayo, Elisa , nos volvemos a encontrar, apenas un mes más tarde, con la pianista gallega en el marco de las Xornadas de Música Contemporánea de Santiago de Compostela, una cita que, del 1 al 29 de junio de 2021, está siendo dedicada a las mujeres compositoras; de ahí, su título: Invisibles y sonoras.
Ahora bien, en el espacio donde Elisa Vázquez Doval nos ofreció su recital del pasado 16 de junio, el Centro Galego de Arte Contemporánea, las mujeres compositoras no eran, en absoluto, invisibles, pues del año 2011 al 2018, y dentro del ciclo Música y arte. Correspondencias sonoras, se nos ofreció en el CGAC —como señalé en la que fue mi última reseña de Correspondencias sonoras— «la programación musical con un mayor porcentaje de compositoras en Galicia, salvando las barreras para las mujeres históricamente enquistadas en nuestra comunidad».
Aunque la presencia de mujeres artistas es recurrente en el CGAC (basta ver sus últimas exposiciones dedicadas a
Es, éste del
Con este panorama, que vuelve a evidenciar las incongruencias que entre festivales y temporadas anuales sufrimos cada año en Galicia, así como la triste realidad de que estas Xornadas se programen con criterios que parecen ser de orden más sociales y políticos que musicales (y ahora toca, cómo no, la reivindicación de la mujer en el ámbito de la música culta, ¡con tan nefandos precedentes!), llegamos al esperado recital de Elisa Vázquez Doval; sin duda, una de las citas más interesantes de estas Xornadas: un recital en el que la pianista gallega (como Vertixe en Correspondencias sonoras) se ha lanzado a recorrer cuatro continentes para mostrarnos cinco buenos ejemplos de compositoras contemporáneas y actuales cuyas creaciones dotan de perfiles bien diferenciados a la composición femenina desde la segunda posguerra: sin duda, el periodo más fértil y reconocido en lo que a la creación musical femenina se refiere (además de con mayor publicación de partituras y registros discográficos).
Después de haber tocado, el pasado 22 de mayo, bajo la cabina de un enorme Boeing 747, Elisa Vázquez mantuvo, en esta ocasión, su invitación al viaje, por cuanto tuvimos que cruzar el Atlántico, como tantas veces lo hizo aquel Jumbo expuesto en A Coruña (y Vázquez Doval, en sus programas pianísticos), para aterrizar en Canadá, donde vive y trabaja la compositora estadounidense Linda Catlin Smith (Nueva York, 1957), de quien escuchamos Thought and Desire (2007).
Es ésta una pieza amable, aunque de escasa altura artística, concebida por su creadora como regalo de aniversario para sus amigos Austin y Beverly Clarkson; de ahí, su carácter íntimo, que Linda Catlin Smith dice desarrollado cual canción de amor que refleja el largo vínculo entre los esposos, así como esas dos caras de nosotros mismos que son el pensamiento y el deseo, lo racional y lo impulsivo. Siguiendo tales presupuestos, quizás en la octava central del piano se encuentre esa región más serena y comedida, más reflexiva y articulada: base para una supuesta buena relación marital y espacio en el que Elisa Vázquez ha incidido una y otra vez desde un arranque que convoca ecos post-impresionistas que evolucionan hacia una sonoridad que nos recordará al Charles Ives de sus piezas para piano más meditativas, por lo que los rizomas del estilo estadounidense se extienden, desde la partitura de Linda Catlin Smith, compactando varias décadas de música: algo en lo que también incidiría Elisa Vázquez Doval en su magnífica lectura de la obra que esta noche cerraba el programa.
A ambos lados de esa estructura tan armónicamente centrada y reflexiva, Elisa Vázquez va desgranando apuntes, de forma alternativa, entre el registro agudo y el grave: mínimos comentarios que dotan de amplitud a esa octava central explorada una y otra vez a modo de punto de encuentro, otorgando matices a lo que, por tesitura, podríamos identificar como las respectivas voces de la mujer y del hombre, de Beverly y Austin Clarkson (pues tal es el orden de sus réplicas —en un procedimiento que convoca ecos de la schönberguiana Verklärte Nacht (1899)—). Además de la parte estrictamente pianística, Linda Catlin Smith da la posibilidad a la intérprete de cantar, mientras toca, el Soneto 45 (1609) de William Shakespeare, opción que esta noche Elisa Vázquez rehusó, pues su voz —según nos contó al terminar el concierto— estaba debilitada tras unos días afectada por los efectos de la vacuna contra el coronavirus. Ello no ha restado, sin embargo, un ápice de buen hacer a su labor en el teclado ni en los pedales, para así dotar de perfiles e intensidades a esa obsesiva articulación del fraseo central, vuelto sobre sí mismo reiteradamente cual si se tratase de un Feldman lírico.
Otro ejemplo de ese buen hacer de Elisa Vázquez Doval lo constituyó el final de Thought and Desire, tan bien esculpido a través del pedal, aunque las reverberaciones del Yamaha que escuchamos en el CGAC disten mucho de las que ofrecía un instrumento de mayor calidad como el que en RESIS disfrutamos el pasado 22 de mayo (un estupendo Yamaha S7X). Por tanto, una pieza que, sin ser de gran enjundia, sí fue bien apurada por la pianista gallega para mostrarnos su intimismo y esos recovecos del alma, entre el pensamiento y el deseo, que recorren el soneto shakesperiano: presencias y ausencias del amor que, como escribió en su día el genio inglés, nos hacen tanto regocijarnos como apocarnos infelices.
Si visitar los espacios acústicos de Linda Catlin Smith nos exigió cruzar el Atlántico, de la mano de la compositora neozelandesa Annea
Tomando dicha serie como base tonal en el teclado, Elisa Vázquez ha desplegado, con gran musicalidad y criterio, toda una plétora de arpegios, pizzicati y glissandi en el cordal, para dotar de colores a la serie crawfordiana, si bien esos efectos se encadenan de forma totalmente lógica con el discurso armónico, pareciendo expandirlo, dotar de vías de continuidad al lenguaje de comienzos del siglo XX en el que la homenajeada se expresaba, en otro de los muchos diálogos históricos y estilísticos que Elisa Vázquez ha establecido, incluso, en piezas tan breves como RCSC (obra que apenas alcanza los cuatro minutos de duración). Tanto en los más sutiles y reiterativos arpegios en el registro agudo como en los glissandi de largo recorrido en los graves, friccionada la cuerda del piano con lo que me pareció (como realiza Ricardo Descalzo) un mosquetón, Elisa Vázquez nos ha conducido en esta partitura a paisajes acústicos de mayor modernidad, aunque ésta estuviese, aquí, tan afianzada y en diálogo con el pasado.
Andaluza de nacimiento, Nuria
En lo que a Der Rote Faden III se refiere, la inspiración viene dada por la película Memento (2000), de Christopher Nolan, por su concepción temporal articulada a través de saltos. De este modo, en el piano de Elisa Vázquez, esas momentaneidades se evocan por medio de diferentes ataques, técnicas y texturas, dispuestas ya antes de comenzar la interpretación, gracias a una precisa preparación del cordal pianístico de cara a apagar en sordina determinadas cuerdas y a realzar la sonoridad metálica de otras, emplazando papeles sobre el propio cordal. Así, los tan protagónicos extremos del teclado han sonado apagados, con un carácter seco que aumenta las connotaciones percusivas de la partitura, así como su austero martellato. Mientras, en la primera parte de la obra el desplazamiento entre ambos extremos del teclado se lleva a cabo por medio de un arpegio de ida y vuelta sobre las teclas que nos recuerda, como no podía ser de otro modo, a una partitura icónica al respecto, como Guero (1969-70), de Helmut
No es ésta la única impronta claramente reconocible proveniente de una tradición que Nuria Núñez demuestra conocer al detalle en Der Rote Faden III. Así, en las incisivas constelaciones en el apagado registro agudo es imposible no pensar en Iannis
En un nuevo viaje intercontinental, llegamos a Corea del Sur, país del que es oriunda Younghi Jeju (tierra natal de los padres de Younghi Pagh-Paan) en 1948: un nuevo ejemplo de las muchas represiones político-militares que han sacudido, a lo largo del siglo XX, a Corea del Sur (y de las cuales tuvimos un triste ejemplo en la inicial condena a muerte y encarcelamiento de ).
Algo de esa pesadumbre hay en la lectura de Elisa Vázquez Doval, ya desde su pizzicato inicial al arpa del piano: una sonoridad que no deja de recordar a los instrumentos orientales de cuerda pellizcada (evocaciones que Younghi Pagh-Paan comparte, por medio de instrumentos europeos, con otros compositores asiáticos que desarrollaron total o parcialmente su carrera en nuestro continente, como el propio Isang Yun o Toshio
Geográficamente emplazada entre los principales espacios vitales de Younghi Pagh-Paan se encuentra la inmensa Rusia, a cuyo convulso siglo XX viajamos, por medio de la última partitura del programa, para disfrutar la música de una de sus compositoras más reconocidas y mistéricas, Galina Ivánovna
(Petrogrado, 1919 - San Petersburgo, 2006). Dentro del catálogo de Ustvólskaya, sus seis sonatas para piano tienen un peso propio, encontrándose entre sus obras más programadas.Antepenúltima partitura compuesta por Galina Ustvólskaya, la Sonata para piano Nº5 (1986) recibió, por parte de Elisa Vázquez Doval, una interpretación de verdadero calibre, marcando de forma muy señalada cada una de sus diez secciones, tal y como escuchamos a la propia pianista gallega en su grabación de esta obra disponible en su canal de YouTube). No es baladí, el que Vázquez Doval marque de forma tan precisa cada una de esas secciones, en una pieza que, en principio, es ininterrumpida. Ello se debe a los muy variados ambientes que en el CGAC ha desplegado, pues sobre esta Sonata Nº5 ha hecho reverberar, con muy buen criterio, prácticamente todo el gran trazo de pianismo ruso que a Ustvólskaya llega desde el siglo XIX.
Como otras ilustres lecturas de esta sonata (y pienso, aquí, en las de Markus Hinterhäuser o Reinbert de Leeuw), Elisa Vázquez comienza su interpretación dejando a las claras que estamos ante una nueva etapa en el pianismo de la compositora rusa: más tensa, acerada y poderosamente articulada, haciendo uso de rotundos clústeres y de unas alternancias dinámicas que espolean los materiales de una partitura no tan virtuosística en cuanto a mecanismo y digitación como compleja para dar con el equilibrio entre los tan heterogéneos estilos que se entrecruzan en sus páginas. De este modo, la primera sección nos ha recordado esta noche al Prokófiev más intenso de las sonatas de la guerra, tan cortante y sin apenas pedal: un golpeo que nos ha espoleado sin miramientos tras la ambigua y dramática disolución de la partitura anterior. Ese juego de ecos comprende, incluso, a partituras que dudo si Galina Ustvólskaya conocería cuando compuso su sonata, como Ein Kinderspiel (1980), de Helmut Lachenmann, cuyo arranque en el registro agudo, tan seco y en sordina, parece asomarse a la pieza de la compositora rusa en su segunda sección. En contraste con ese mundo tan centelleante, veloz y brillante en la octava superior del teclado, en el registro medio Elisa Vázquez ha ido convocando, a través de temas crepusculares y melódicos, ecos de esa gran tradición rusa, de entre la que ha rescatado, con voz propia, a Chaikovski y a Shostakóvich: eslabón por medio del cual Ustvólskaya se conectó con dicha tradición, estableciendo diálogos entre el presente y el pasado que tan importantes son en jornadas y festivales de música contemporánea para que el público (privado la mayor parte del año fuera de estos eventos de la mejor música de nuestro tiempo) pueda establecer, en vivo, estos puentes que compactan los rizomas del estilo.
A pesar de su síntesis de estilos y de su alquitarado de tiempos históricos, la Sonata para piano Nº5 no deja de ser una obra muy férrea y unitaria en su exposición de ese piano tan severo que Elisa Vázquez hace reaparecer de forma intermitente entre estas otras secciones más ecoicas, por lo que a los ecos de
En el progresivo desarrollo de las diez secciones de esta Quinta sonata, los pasajes de más intenso cromatismo y pedal nos recordarán a otra figura clave del pianismo ruso, Aleksandr
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