Londres, viernes, 5 de julio de 2002.
Royal Opera House, Covent Garden. Macbeth (Versión de 1847). Ópera en cuatro actos de Giuseppe Verdi sobre libretto de Francesco Maria Piave con material adicional de Andrea Maffei. Phyllida Lloyd. Escenógrafo y vestuario, Anthony Ward. Iluminación, Hugh Vanstone. Coreografía Jonathan Lunn. ELENCO: 'Macbeth' Anthony Michaels-Moore; 'Lady Macbeth', Maria Guleghina; 'Banquo', Erwin Schrott; 'Macduff', Marco Berti: 'Lady-in-Waiting', Elizabeth Woollett y 'Malcolm', Peter Auty. Coros y Orquesta de la Royal Opera House, Covent Garden. Simone Young, directora musical.
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Un teatro que se precie debe tener siempre un Verdi en el fondo de armario, que permita a sus abonados mantener el contacto con el repertorio aunque no sea en las condiciones ideales. Sin embargo, el primer teatro de Europa -The Royal Opera House, por supuesto- cuenta para este tipo de cometidos con los nombres más refulgentes del panorama internacional, aunque luego los resultados no hayan estado a la altura de lo que tales apellidos prometían.Hubo claro triunfo de la puesta en escena (Phyllida Lloyd) y la escenografía (Anthony Ward). Lloyd planteó Macbeth como un drama lento y opresivo en el que el sueño y la irrealidad se mezclan con los mas mundano y el mas repugnante juego político. Con las alucinaciones de su protagonista y su cruel esposa en el centro de todo, el director de escena mueve a los actores con gran maestría por el no demasiado grande escenario londinense. La escena del "Patria opressa" fue cantada con Macbeth y Lady Macbeth en el medio de la escena durmiendo placidamente en sus camas mientras el pueblo trama la venganza por las muertes del rey Duncan y Banquo.Todo se desarrolla en un escenario negro, con casetones, cuyo fondo se abre para que contemplemos el fondo en el que se desarrolla la acción. Todas las muertes se ejecutan en el tálamo real -dorado y magnifico- y en la alucinación de los caballos de Macbeth vimos una impactante escena de equinos y jinetes dorados flotando sobre un mar de niebla.Triunfó el uruguayoErwin Schrott canto un 'Banquo' sencillamente espectacular y fue una lastima que se tuviese que morir porque estamos ante un barítono de muchos quilates, con un timbre poderoso, robusto y riquísimo, que emite con facilidad deslumbrante e impresiona con la contundencia de su fraseo. Todos los demás estuvieron por debajo de su excelsa actuación.Maria Guleghina -a la que he visto muchas veces en directo- siempre ofrece lo mismo. Tiene un centro muy bueno y frasea con gusto, pero a partir de ahí los defectos se acumulan: cala todos los agudos, frustra todos los filados, se atasca siempre en la coloratura (las caballette se convierten en una amalgama de notas mal engarzadas) y carece de la suficiente potencia en el grave para este tipo de papeles, que tan bien defendía hasta hace poco Ghena Dimitrova. En definitiva, es una de esas voces que impresiona a ratos y aburre la mayor parte del tiempo. Su mejor intervención, por momentos gloriosa, vino con el "Una macchia e qui tutt'ora", con el agudo final calado como era de esperar.Anthony Michael-Moore es un barítono de la casa, que siempre canta bien. No fue esta una excepción, aunque haya que lamentar un agudo opaco, distante de la fuerza y brillantez de sus graves y sus notas centrales. Frasea bien y supo dar al personaje su aire de cobardía y cubrirlo con el manto del remordimiento.Marco Berti cantó un 'Macduff' para tener en cuenta. Pese a algún sonido fijo que otro, posee una voz de tenor que debe tenerse en cuenta y que puede dar grandes sorpresas en el terreno lírico y en el que no lo es tanto. Su "Ah la paterna mano" levanto los aplausos del publico.La batuta australianaLa directora de Opera Australia, Simone Young, ha ofrecido mejores prestaciones que en este Macbeth. Nada grave que reprochar, pero si mucha superficialidad. Faltó fuerza en las caballette y nos ofreció un Verdi falto de fuerza dramática con un foso incapaz de contarnos una historia. Apenas estuvo dispuesta a explotar los momentos de mayor tensión y en ningún momento resulto flexible. Muy ordenada, eso sí, y preocupada por el balance y por ayudar a los cantantes a hacer su trabajo con facilidad.Fue, la suya, una dirección de oficio, sin genio y sin reproche. Tuvo a sus órdenes a una de las mejores orquestas de foso del mundo, aunque no podemos destacar la discreta actuación general. Quizá los mejores momentos fueron los que Young dirigió al coro, mejor en su sección masculina que femenina, como he dicho en otras intervenciones en este teatro.
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