España - Andalucía
Mäkelä espolea su Orquesta de París
José Amador Morales

Klaus
Las poderosas piedras del Palacio de Carlos V, todavía supurando un calor que, a pesar de pasar las diez y media de la noche, superaba los 35º, acogieron un suculento programa compuesto por música francesa, germana y eslava. La elección como cabeza del mismo de Le tombeau de Couperin de Ravel, obra luminosa concebida en una época aciaga, se reveló muy acertada ya que ponía de manifiesto las cualidades de la orquesta francesa con un repertorio que le es afín por naturaleza al tiempo que permitía una particular puesta a punto para lo que vendría después. Mäkelä - de gesto conciso, claro y persuasivo - optó aquí por un concepto más impresionista que rococó, más Ravel que Couperin en definitiva, alcanzando una lograda intensidad expresiva mediante un equilibrio y refinamiento tímbrico tal que permitió deleitarnos con la maravillosa orquestación raveliana. Así, en una interpretación que fue a más, el ‘Preludio’ destacó por el hermoso diálogo de las maderas con una cuerda muy ligera y descargada, al tiempo que en la ‘Forlana’ fluía con naturalidad el discurso melódico, con gran complicidad en el diálogo entre los grupos instrumentales sobre un ritmo danzante convenientemente subrayado. A partir del ‘Minueto’, con un oboe en estado de gracia, la versión tomó cierto empuje extra, especialmente a partir del impresionante crescendo de la cuerda en la sombría museta central (único pasaje en el que Ravel parece descubrirnos su angustia y desolación) desembocando en un ‘Rigodón’ contundente en su marcado acento pastoril y en ese plus de consistencia sonora con respecto a las demás piezas, donde todos los instrumentos adquieren el mismo protagonismo.
Ante la cancelación a última hora por motivos de salud de Janine
En la segunda parte, pasada la medianoche la Sinfonía nº 9 Anton Dvořák devino en una suerte de sabroso fin de fiesta con el que poder admirar las posibilidades de esta gran orquesta (cuerda sedosa, metales sutiles, madera radiante, percusión versátil…) así como los recursos interpretativos de su futuro director titular. Algo ya ostensible desde el planteamiento tremendamente sugerente de la elegíaca introducción del primer movimiento, con ese intenso contraste entre la contundencia de la presentación de los temas principales y la delicadeza de los más danzables. La impresionante respuesta de la Orquesta de París fue ya aquí patente y mantenida hasta una coda soberbia, obteniendo por parte de Mäkëla más brillantez que densidad sonora. En el ‘Largo’ el tempo, un punto pesante de partida, se reveló como el marco necesario para las intenciones expresivas del joven director, alcanzando un lirismo visionario en el sombrío tema central de la madera y logrando un mágico equilibrio tímbrico con la incorporación de la cuerda. El scherzo fue planteado con gran ímpetu danzable en el que destacó el pequeño rubato al inicio de cada tema, detalle que ya había aparecido en la segunda parte del movimiento precedente. El enérgico ‘Allegro con fuoco’ retomó, ahora sí, una cohesión orquestal al máximo nivel con un Mäkëla poderoso y ciertamente desmelenado pero también acertadísimo en el fraseo de corte más camerístico.
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