Italia
Isabel primera, versión Rossini
Jorge Binaghi

Hace casi quince años vi (y escribí aquí mismo) por primera vez esta ópera en Boloña. La volví a ver en concierto en Bruselas con una gran ausente en el rol titular, la Antonacci. Esta es la tercera y la primera en el, hoy por hoy, lugar más natural para hacerlo, el Rossini Opera Festival (ROF) que todos los veranos (incluso algo se hizo en el pasado año) convoca a los apasionados del Maestro, y no sólo.
Nunca he conseguido entrar
del todo en ella porque, además, creo que nunca la he visto interpretada de
forma totalmente intachable y así algunas cosas pueden cambiar. Pero esta
versión con final feliz de los amores infortunados de la llamada Reina Virgen,
desde mi punto de vista, cede claramente en lo dramático ante la versión más
‘histórica’ (y trágica) de Donizetti. Hay, por supuesto, momentos memorables
junto a ‘autopréstamos’ un tanto embarazosos (la obertura es la que poco
después utilizaría para el Barbero, y en la cavatina de entrada de la
reina hay más que una evocación de ‘Una voce poco fa’ de la misma obra, lo que
daría para hablar de la adecuación, la intercambiabilidad, y la ‘abstracción’
de la música rossiniana para temas serios y cómicos, pero no es este el lugar) en
esta primera ópera del período napolitano y especie de ‘examen de admisión',
pero los personajes no son tales y el malvado Norfolc (así escrito) es el
equivalente a esos siniestros arquetipos del cine mudo que logra no hacer reír
sólo por la música que le corresponde cantar.
Livermore se propuso suprimir todo el estatismo de lo que
podría parecer recuerdo de ‘ópera seria’ y el movimiento es casi incesante.
Demasiado. Y si ya en la obertura aparecen -por supuesto modernizados, como
Isabel que tiene más de la actual soberana que de su predecesora- servidores
aquejados de prisa frenética, que tienen también la palabra final, el director
de escena exhibe toda la panoplia de sus conocidos recursos (ya hay un estilo
Livermore, uno Michieletto, uno Castellucci, etc., sólo para quedarnos en
Italia), que a algunos no les gustan y lo hicieron notar al final de la primera
representación, cosa que molestó al responsable. Yo diría simplemente que Elisabetta
no es Don Pasquale, y eso habría que tomarlo en consideración.
Pidò dirigió ‘bien’, con tendencia al forte y a exagerar contrastes (los ritardandi en la obertura no sirvieron para marcar la diferencia entre ‘serio’ y ’cómico’ sino que violentaron el fragmento); debutaba en el Festival y tal vez eso le supuso cierta rigidez que no es que sea lo que más piensa uno cuando se habla de Rossini. La orquesta estuvo muy bien en la parte material de la ejecución y tras algunos desajustes iniciales también el coro aportó buen hacer al resultado final (fue modélica la breve pero difícil página de la sección masculina acompañando a Norfolc en su gran escena del acto segundo).
Y los cantantes, que en Rossini tienen su importancia.
Correcta en su papel ‘en travesti’ Pluda, interesantes medios que deberán ser
mejor administrados Buzza en una parte ingrata y difícil como el ayudante fiel.
Banks era una apuesta difícil de ganar: se trata de un cantante musical, de
timbre casi blanco, y no está al principio de su carrera precisamente. Hacer de
él una especie de Churchill le permitió lucir su capacidad actoral, pero en lo
vocal acusó el desgaste de una larga carrera en la que le recuerdo
representaciones memorables como en El gallo de oro en París, pero eso
no fue ni ayer ni anteayer.
Romanovski está, en cambio, en el cénit de su carrera
(algún agudo brusco podría remediarlo sin esfuerzo) y su Leicester fue el mejor
en absoluto por talento, dicción y apostura (sin hacer olvidar a Kunde). Jicia
no será una voz bella -no lo es- pero sí incisiva y conoce bien estilo y
técnica, por lo que su Matilde brilló. Deshayes tiene en Francia cierta fama
como rossiniana. Se me ocurren algunos nombres antes que el suyo para un rol
Colbran. Ciertamente el centro está más desarrollado, la intérprete es loable,
la virtuosa aplicada aunque no sumamente precisa, el agudo tiene un color y
volumen diversos del resto de la voz y el grave es escaso o inaudible.
Salvo la reacción del sector aludido ante la puesta en
escena, los demás fueron recibidos (salvo algún abucheo poco generoso para
Banks) con aplausos no excesivamente cálidos.
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