España - Castilla y León
Hacia la indiferencia
Samuel González Casado

Bonito programa el n.º 2 de la temporada de abono de la OSCyL, compuesto por obras de ambiente bucólico que combinaban estupendamente y que, lejos de aburrir, crearon una palpable expectación (comentarios preconcierto, silencio y atención después) entre un público ávido de música.
Radicada en Gotemburgo, una ciudad de indiscutible influencia prusiana, Elfrida algo posterior a la unificación alemana y la guerra franco-prusiana), y mira mucho a romanticismo de Schumann y sobre todo de Mendelssohn. La versión de Chloé van fue animosa pero mejorable, sobre todo en relación a lo que sí conseguiría en la Pastoral: la claridad de texturas. El segundo tema de la obertura, por ejemplo, sonó siempre más o menos sepultado, lo que restó brillantez a su excelente factura. La cuerda, además, se mostró un poco áspera, y en general no hubo detalles inspirados. La obra tiene la entidad suficiente como para no ser considerada mera introducción al concierto, y se hubiera merecido ir más allá de una decente rutina.
En las Variaciones rococó todo giró, incluso más que otras veces, alrededor del solista. Daniel
Es curioso que de una versión tan técnicamente admirable como la de la Sexta dirigida por Soeterstède puedan haberme surgido sensaciones contradictorias. La transparencia y el puntillismo de esta interpretación fueron increíbles. La orquesta estuvo soberbia, con una maderas simplemente espectaculares y todo funcionó con una fluidez raras veces escuchada. La directora mostró sutileza y originalidad, y sobre todo unas ideas clarísimas y delicadamente trabajadas en todo momento.
¿Qué no funcionó? Pues, entre otros asuntos, algo que tiene que ver con el armazón sonoro y con el relato (o la falta de relato) que propicia. El sonido para este Beethoven fue ligero, sin bases preponderantes o personales sobre las que montar la versión. En general, las proporciones permitían una flexibilidad que tenía mucho de historicista, con un movimiento omnipresente y fácilmente asimilable, pero en el fondo limitado a que todo estuviese bajo unos parámetros muy concretos. Esto se apreciaba, por ejemplo, en las escaladas dinámicas y su imposibilidad de planificarlas convenientemente sobre todo antes de la llegada del forte, que sonaba bronco, sin hondón, y por tanto sin riqueza sonora, con un timbal en primerísimo plano. La tormenta fue espectacular pero careció de contenido y se desarrolló ayuna de verdadera tensión. Algunos fraseos, también de corte historicista, se implicaron en el discurso con cierta prestancia, pero otros fueron ajenos a lo que se contaba.
Hay que reconocer a la directora el talento para extraer todo lo posible a un campo tan determinado; pero, aun así, a la sinfonía le faltó emoción y, sobre todo, caracterización: ¿de qué podía servir la acción de gracias en el último movimiento cuando el segundo, tan animado, se había tocado exactamente igual? Aquello de lo que había disfrutado al comienzo, principalmente del despertar de alegres sentimientos, me dejó de interesar tras la tormenta por ser lo mismo, aparte de que la animada reunión de campesinos tampoco llegó a entusiasmarme por culpa de una caracterización de lo popular que no supuso precisamente el summum de la elegancia.
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