España - Andalucía

Estreno moderno de "El patio de los naranjos" de Pablo Luna

José Amador Morales
martes, 2 de noviembre de 2021
El patio de los naranjos © Dominio Público El patio de los naranjos © Dominio Público
Córdoba, martes, 19 de octubre de 2021. Gran Teatro. Pablo Luna: El patio de los naranjos, sainete en un acto con libreto Julio Pellicer y José Fernández del Villar. Leticia Rodríguez (Carmela), Javier Povedano (Martinillo), Francisco Díaz-Carrillo (Un sartenero), Esteban Serrano (Sacristán), Adriana Moreno (Renée), Antonio Mazzini (Henri), Mario Cerro (Michaux), Gonzalo Herreros (Cabrerita), Miguel Vigara (José María el campanero), Tomás Castillo (Penitas el mendigo). Orquesta de Córdoba. Escolanía Cajasur (Auxiliadora Belmonte, directora). Carlos Domínguez-Nieto, director musical.
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Siguiendo la senda iniciada hace dos años con la recuperación del sainete ¡Viva Córdoba! compuesto por Joaquín Valverde en 1902, Carlos Domínguez-Nieto ha vuelto a impulsar la recuperación de El patio de los naranjos un sainete de Pablo Luna encontrado por él mismo en los archivos de la SGAE. 

Si en aquella ocasión se trataba – pese a su nombre – de una vinculación tangencial con la ciudad, en este caso la zarzuela se desarrolla en el Patio de los Naranjos de la Mezquita de Córdoba, de ahí su título. 

Y no sólo eso, ya que la calidad e importancia de la partitura así como su incuestionable carácter idiomático son evidentes en un doble sentido. De una parte el puramente formal, pues la pieza aúna todos los ingredientes habría esperar: la historia central romántica y las historias secundarias que a menudo despiertan más interés que la principal, la transversalidad sociológica (el mendigo, el parado, el artesano, la mujer, el turista…), la imbricación entre música y teatro, el carácter popular, etc... Y de otra, el trasfondo costumbrista (“sainete de costumbres cordobesas” lo titulan los autores) presente en toda la obra, desde las particularidades del acento cordobés hasta la propia localización geográfica, con la que también hay juegos y guiños con no poca gracia lo largo de la misma. 

Del cordobesismo de la zarzuela también habla la dedicatoria al genial Julio Romero de Torres, a la sazón amigo íntimo del libretista y también cordobés Julio Pellicer, del que llegó a ser cuñado al casarse - el pintor cordobés - con su hermana Francisca.

Según informó el propio Domínguez-Nieto, la obra fue estrenada el 11 de febrero de 1916 en el Teatro Apolo de Madrid y se tiene constancia de un cierto éxito que llevó a representar la obra en el que fuese Teatro Circo de la mismísima Córdoba (posteriormente llamado Teatro Duque de Rivas y hoy desaparecido) e incluso en Valencia. Para esta recuperación moderna de El patio de los naranjos, que será registrada fonográficamente, ha debido reconstruirse y copiarse la partitura manuscrita original  que se encuentra en el archivo madrileño de la SGAE.

Musicalmente, la obra de Pablo Luna es interesantísima por su frescura melódica y por su bella orquestación. Destacan la introducción, a manera de fresco musical sobre el que se suceden las primeras escenas, y especialmente por la escena central en la que se funden la romanza de Carmela y el coro de monaguillos que bromean y juegan frente al sacristán (un homenaje a la escena similar de la Tosca de Puccini según Domínguez-Nieto). 

En esta ocasión se ha acudido al formato semiescenificado, donde hubo una mínima pero eficaz dirección de actores así como en lo referente a la producción del vestuario. Para ello se ha reunido un reparto joven y en gran parte local encabezado por una solvente Leticia Rodríguez en el papel de ‘Carmela’, un entregado - en lo vocal y en lo actoral – Javier Povedano como ‘Martinillo’ y Francisco Díaz-Carrillo como adecuado ‘Sartenero’. 

El resto de personajes fue asumido con gran eficacia por miembros del Coro Ziryab preparados por su director Carlos Castiñeira con su habitual buen hacer. Muy bien, homogénea y afinada, la Escolanía Cajasur en su importante cometido. Carlos Domínguez-Nieto ofreció por su parte una versión muy atractiva en lo meramente orquestal y cómplice en lo referente al acompañamiento de las voces. El público aplaudió y aclamó con entusiasmo a todos los intérpretes al final de la obra, que debieron salir varias veces a escena.

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