España - Cataluña
Del otro mundo
Jorge Binaghi

En vez de hacer una crónica o como quiera que se llame
esto debería remitir a las fotos y comentario del cantante ‘principal’ del programa porque
allí está dicho todo. Pero como sería ‘poco’ (sucede en estos tiempos que el
‘todo’ sea ‘poco’ si por casualidad hay que apelar a la imaginación) mejor
escribo porque, por otro lado, dejaría fuera la actuación, esta vez más que
encomiable de las jóvenes artistas que en cada programa actúan de ‘teloneras’
(no es irrespetuoso ni desvalorizador, describe un hecho) y omitiría que la Fundación
Victoria de los Ángeles tiene el firme propósito de proporcionar un espacio
público a los nuevos intérpretes.
Y soprano y pianista (que anunció muy correctamente la
preparación de las piezas en función de la programación ‘principal’) lo
hicieron bien: la segunda es jovencísima y con mucho futuro; la primera canta
bien y con arrojo aunque el color no sea destacable y el agudo sea, sí, seguro,
pero metálico y en algunos momentos aparece un incipiente vibrato. La dicción
es muy clara (hay que tener nervios de acero para empezar con el texto y canto
del Kadish de Ravel, del que salió airosa). Lo más logrado, tal vez por ser
el final, fueron las canciones de Viardot, aunque no hubo nada que reprochar a
las de Wieck.
Pero, damas y caballeros, lo que vino después…
Maltman se presentó con una pequeña introducción sobre
los no muy conocidos y poco frecuentados (incluso en su país de origen) ciclos
de Vaughan Williams que estuvieron entre sus primeros amores musicales de
adolescente, y manifestó que era un placer que se los hubieran pedido.
Todo eso se notó en su traducción de las Cuatro últimas
canciones de R. Vaughan Williams, con textos de su esposa Ursula, que explicó también a la perfección,
desde Procris hasta Menelaus, justificando de paso que cantaba una canción
‘femenina’ porque piensa que en el siglo actual (y el pasado) el amor es amor
sin más (y su parte de razón tiene). Pero con ser estas composiciones ya toda
una proeza por presentarlas y más en esta forma insuperable (la pianista y
esposa del barítono, Saint-Gil, estuvo en su elemento en toda esta primera
parte), lo mejor estaba por venir.
Las Canciones de viaje sobre textos de Robert L.
Stevenson publicadas póstumas son una joya y a la dicción inmaculada -tanto
como su inglés hablado- agregó el hecho poco frecuente de no ‘esconder’ su
resonante voz operística, pero sin hacer uso indebido de las mismas. En todo el
programa no recurrió una sola vez al falsete e hizo en cambio medias voces
naturales. No sé cuál elegir de estas nueve composiciones, pero diría que la
cuarta, Youth and Love, me pareció del otro mundo…
Y después de la pausa apareció el lied ‘clásico’ en todo
su esplendor: Robert Schumann. En primer lugar cuatro composiciones
‘independientes’, a cual mejor (tanto por la obra en sí como por la
interpretación. Ya en este caso Saint-Gil bajó un escalón porque los momentos
‘tensos’ en forte no fueron siempre nítidos y precisos). Enumero: Belsazar, Die feindlichen Brüder, Die Löwenbraut, Die beiden Grenadiere (con Marsellesa incluida), Ballade des Harfners, y de citar una interpretación
ejemplar no sabría tampoco: elegiría, probablemente, la primera y la tercera,
profundamente dramáticas ambas, pero la segunda con un final sumamente
melancólico.
El público, numeroso, aplaudió con fuerza y obtuvo un bis
tan corto como bello, también de Schumann (siguiendo el corte de ‘programa
clásico’ de canto de cámara), Du bist wie eine Blume.
No me pareció ver entre el público, en el que había
muchas caras conocidas del Palau y del Liceu, a ningún representante del Gran
Teatre en el que en estos días el barítono está ensayando Rigoletto. Tal vez me equivoque. Ojalá.
Comentarios