Reportajes
Cambio climáticoI. Las sequías e inundaciones serán más frecuentes y graves
Juan Carlos Tellechea

El mundo tiene la mirada puesta en Glasgow: del 1 al 12 de noviembre de 2021, jefes de Estado, organizaciones e investigadores se reunen en la Conferencia Mundial sobre el Clima COP26. El objetivo principal es revisar y seguir desarrollando medidas y objetivos nacionales para limitar el calentamiento global por debajo de los 2 grados centígrados. Porque los efectos del cambio climático ya se pueden ver y sentir con consecuencias de gran alcance.
La 26ª Conferencia de las Partes (COP) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) se considera la fecha límite para una protección ambiciosa del clima y, por tanto, la conferencia sobre el clima más importante desde París 2015. En esa ocasión, 195 países alcanzaron un acuerdo vinculante en virtud del derecho internacional para limitar el calentamiento global en comparación con la era preindustrial: muy por debajo de los dos grados centígrados, si es posible a 1,5 grados centígrados. Tras ratificar el acuerdo, los Estados establecen planes climáticos nacionales que permiten alcanzar estos objetivos.
En 2021, estas contribuciones determinadas a nivel nacional se pondrán a prueba: según el Acuerdo Climático de París, los países deben presentar objetivos de protección del clima más ambiciosos cada cinco años. Esto ocurre por primera vez en Glasgow. El sexto informe de evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y la actual evaluación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) mostraron que los esfuerzos nacionales han sido hasta ahora insuficientes para alcanzar el objetivo de los dos grados: según la evolución actual, la Tierra se habría calentado globalmente 1,5 grados centígrados en 2030, y hasta 2,7 grados a finales de siglo.
La financiación de medidas ambiciosas y el apoyo a los países en desarrollo en la lucha contra los efectos del calentamiento global son los temas centrales de las deliberaciones de los Jefes de Estado y de Gobierno en Glasgow.
Sin embargo, hay que admitir con bochorno que el Hombre no está dispuesto a cambiar ni a dar un paso decisivo para salvar el clima mundial. No quiere renunciar a sus costumbres. Si bien la historia de la ciencia del cambio climático data de comienzos del siglo XIX las primeras advertencias serias sobre la cuestion datan de mediados de la década de 1970. Los investigadores ya habían comenzado entonces a alertar a la opinión pública sobre sus consecuencias. De ahí que sorprenda que un país como Alemania, cuyos hombres de ciencia venían siguiendo estos estudios minuciosamente (el partido Verde, ecologista y ecopacifista se fundaría a comienzos del decenio de 1980), no haya estado preparado hasta ahora para afrontarlas.
Ni gráficas ni pronósticos convencen a la Humanidad
Aunque los científicos han venido produciendo estudios climatológicos cada vez más fundados y certeros al respecto, los políticos alemanes (y los poderosos grupos económicos que presionan sobre ellos), les restaban importancia o se burlaban de los investigadores, tildándolos de alarmistas, por lo que no se hizo nada (o muy poco) para prevenir lo que ahora es casi irreversible. Recuerdo vergonzosas escenas de este tipo presenciadas personalmente durante la Conferencia sobre el Clima de Berlín en 1995, bajo la presidencia de la entonces ministra de Medio Ambiente Angela Merkel. Referir los resultados de esas investigaciones era entonces como hablar de una novela de ciencia ficción.
¿Y hoy?
Catástrofes como las que hemos estado viviendo en estas semanas amenazan con ser más frecuentes y devastadoras en el futuro. Esto se aplica tanto a las inundaciones como a las olas de calor y las sequías que pueden provocar infernales incendios forestales. Esta es la conclusión a la que han llegado más de 200 científicos de 66 países, entre ellos algunos investigadores de la Sociedad Max Planck, en el sexto informe de evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). El informe se centra en las repercusiones regionales del calentamiento global y concluye que es probable que la región mediterránea, entre otras, se vea especialmente afectada.
Es presumible que los bosques ardan cada vez con más frecuencia en los países del norte del Mediterráneo. Esto se debe a que las sequías y las olas de calor son cada vez más factibles allí, como en muchas otras zonas del mundo. Las olas de calor, que hasta finales del siglo XIX solo se producían una vez cada 50 años, son ahora casi cinco veces más frecuentes. Con un calentamiento medio de 1,5 grados centígrados, es previsible que se produzcan casi nueve veces más, y con un aumento de la temperatura de dos grados unas 14 veces más. Y también serán dos y 2,7 grados más calientes de media que antes de 1900. En comparación con esa época, las sequías son ya probablemente 1,7 veces más frecuentes hoy en día debido al cambio climático, y con un calentamiento de dos grados centígrados su número aumentará probablemente 2,4 veces. Las sequías también serán cada vez más drásticas.
El hecho de que las olas de calor y las sequías puedan atribuirse al cambio climático se debe principalmente a los avances en la investigación en esta área concreta. Los estudios determinan en qué medida aumenta la probabilidad de que se produzcan esos fenómenos extremos con un determinado aumento de la temperatura media mundial. Según estos análisis, cabe esperar que en el futuro aumenten las precipitaciones intensas en algunas regiones de Europa, porque el aire más cálido puede absorber más humedad. Por la misma razón, la cantidad media de precipitaciones en las latitudes más altas incluso aumentará.
Irreversible durante mucho tiempo: pérdida de hielo en el Ártico y aumento del nivel del mar
Las declaraciones sobre el aumento regional de los fenómenos extremos son un nuevo enfoque del Grupo de Trabajo I en su parte del sexto informe de evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). En él, los científicos evaluaron 14.000 estudios sobre la base científica del cambio climático; también participaron científicos de los Institutos Max Planck de Meteorología de Hamburgo y de Biogeoquímica de Jena. Con el informe, el grupo de trabajo proporciona por primera vez una herramienta interactiva con la que se pueden determinar los efectos del cambio climático para cada región.
Algunas consecuencias del cambio climático son reversibles, pero no todas. Por ejemplo, es casi seguro que los glaciares de Groenlandia seguirán disminuyendo este siglo, y el hielo en el Ártico también seguirá retrocediendo en verano. Esta evolución será irreversible durante décadas, sino siglos.
Hasta ahora siempre hemos dicho que todavía podemos evitar que el Ártico se quede sin hielo. Ahora, por primera vez, tenemos el caso de que probablemente sea demasiado tarde para eso, y solo podemos limitar la frecuencia de los veranos sin hielo. Para mí, esto es una señal de lo mucho que ha avanzado el cambio climático.
afirma Dirk Notz, científico del Instituto Max Planck de Meteorología y profesor de la Universidad de Hamburgo, quien ha contribuido al informe como autor principal del capítulo sobre océanos, criósfera y nivel del mar. Lo mismo ocurre con la subida del nivel del mar. Tanto una disminución drástica del hielo antártico como un aumento del nivel del mar de dos metros para 2100 y de cinco metros para 2150 se consideran todavía bastante improbables. Sin embargo, no se pueden descartar ambas evoluciones si se sigue liberando CO2 sin control y si las masas de hielo polares resultan ser más inestables de lo que se pensaba y si entran en juego puntos de inflexión que aún no han sido claramente identificados.
Es poco probable que la circulación atlántica, o Amoc (Atlantic Meridional Overturning Circulation), que también incluye la Corriente del Golfo, colapse abruptamente antes de 2100. Sin embargo, lo más probable es que se debilite. Sin embargo, si se paralizara por completo, esto tendría muy probablemente graves consecuencias para el clima en Europa, por ejemplo, donde habría menos precipitaciones, así como para los monzones en África, Asia y el hemisferio sur.
Para alcanzar el objetivo de 1,5 grados, las emisiones de CO2 deben reducirse a cero en 2050
Además, el informe parcial contiene las pruebas más claras de que el calentamiento global de 1,1 grados centígrados hasta la fecha se debe a las emisiones humanas de gases de efecto invernadero. Sin embargo, esto también significa que una reducción de las emisiones de CO2 puede evitar el calentamiento por encima de los dos grados centígrados y quizás incluso por encima de los 1,5 grados centígrados, como se prevé en el Acuerdo Climático de París. Sin embargo, hay que reducir las emisiones de CO2 de forma rápida y contundente.
La única posibilidad que tenemos de alcanzar un objetivo u otro es si reducimos rápidamente las emisiones. Eso tiene que ocurrir prácticamente en esta década,
afirma Jochem Marotzke, director del Instituto Max Planck de Meteorología y autor principal del capítulo sobre el futuro del clima mundial.
Necesitamos haber reducido las emisiones de CO2 a cero neto a mediados de siglo para alcanzar el límite de calentamiento de 1,5 grados.
Para tener una oportunidad de limitar el calentamiento a dos grados, las emisiones de CO2 tendrían que reducirse a cero neto en torno a 2070. Cero neto en este contexto significa que, aunque el CO2 puede seguir siendo liberado, debe ser eliminado de la atmósfera en otro lugar, por ejemplo, mediante la reforestación.
Sin embargo, el objetivo de los 1,5 grados sigue siendo una incertidumbre: incluso si logramos detener el aumento de la concentración de CO2 en la atmósfera en los próximos 30 años, es posible que la Tierra se caliente por encima de los 1,5 grados de media mundial.
Sin embargo, puede ser que nos mantengamos ligeramente por encima de eso durante un tiempo, y luego la temperatura vuelva a bajar. (Jochem Marotzke)
Cada décima de grado cuenta
Limitar la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera es cada vez más difícil: hasta ahora, los océanos y la vegetación terrestre han absorbido gran parte del CO2 liberado por el Hombre. Pero estos sumideros de carbono, como se denominan en la jerga técnica, están fijando el gas de efecto invernadero de forma cada vez menos eficiente a lo largo del siglo. Esto significa que absorben una parte cada vez menor del CO2 producido por el hombre.
El hecho de que los aliados naturales en la lucha contra el cambio climático estén perdiendo fuerza es otra razón para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de forma rápida y significativa. Y estos esfuerzos merecerán la pena aunque no se pueda alcanzar el objetivo de 1,5 grados. El informe del Grupo de Trabajo I del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático también lo demuestra: cada décima de grado en que se limita el calentamiento cuenta. Dirk Notz afirma:
No estamos pasivamente a merced del cambio climático, lo controlamos. Todavía podemos elegir en qué escenario acabaremos.
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