Italia
‘Descend, kind pity’
Jorge Binaghi

He elegido como título la línea inicial del
aria de presentación de Septimius, el pagano convencido y seguro de su fe, pero
tolerante con la nueva de la que no comprende -justamente- lo que para él es
fanatismo y testarudez, que no sólo retratan al personaje sino que señalan un
camino que entonces no fue seguido, ni tampoco luego (un luego que llega hasta
hoy aunque se cambien los papeles). Y qué le vamos a hacer si en este gran
oratorio (casi o sin casi una ópera aunque en inglés -como varios otros de su
autor), el penúltimo que escribiría Haendel, por ejemplo el coro de paganos
suena mucho más alegre y vital que la exquisita resignación, meditación y
lamento del de cristianos (obviamente favorecido con muchas más páginas). Es un
personaje perdedor aunque no muera, mientras que los dos enamorados que no
quieren permitir que uno solo muera en lugar del otro terminan encaminándose al
martirio juntos: una escena que preludia no sólo la del Poliuto de Donizetti, sino que llega al cine de los años 30 a 50
del pasado siglo, y sólo faltarían Jean Simmons y Richard Burton para encarnar
a esta pareja).
Se ha tratado, creo, de la presentación de
la obra en la Scala, como parte de una gira europea que acabó dos días después
en París, y en una sola función que se dio ante una sala colmada con una
presencia inusual de jóvenes (volvemos al tema de la conexión de esta franja de
edad con este repertorio). Claro que no todos prestaron tanta atención:
seguramente como parte del castigo que me espera en el más allá tenía delante
tres claros representantes de la juventud dorada de Milán con sus cabecitas
absortas en móviles que parecían tener en común algo cómico; a veces levantaban
la cabeza para ver qué pasaba para volver de inmediato a sus juegos. Fueron muy
considerados al hacer que no sonaran, pero fue imposible convencerlos de que la
luz molestaba y de que sus comentarios no pertinentes -pero aunque lo hubieran
sido- distraían. Me habría gustado tener poder para arrojarlos sin miramientos
a los leones -no amaestrados-, pero será otra vez.
Como obra del último período hay sí mucha
aria, y largas, pero menos complicadas desde el punto de vista del virtuosismo
(las agilidades son comparativamente muy pocas) y la dificultad estriba en la
expresividad y en la capacidad de variar color y acento en la mayoría, que son
de forma tripartita (hubo a la salida quien se lamentó de que ‘con estos
cantantes no haya habido más coloratura’: paciencia si Theodora no es Agrippina.
Cada una a su modo son obras maestras de un gran maestro).
Si está claro desde lo formal quién es la
protagonista (tiene más arias que el resto), también lo es que insiste siempre
en su idea de virtud y sacrificio, mientras que su confidente -también
cristiana, faltaba más- Irene tiene probablemente las más bellas de toda la
obra y desde el punto de vista de la fe narra, acompaña, teme, espera y se
duele. Entre los hombres el papel principal es el de Didymus (‘alto’: por
supuesto hoy es más normal y fácil encontrar un contratenor; me gustaría alguna
vez escuchar a una mezzo o contralto como antes). El joven Bénos-Djian parece
tener mucha fama. Personalmente no me parece interesante su color (en este
papel habría que tener una voz ‘angelical’ y no bastante opaca con destellos en
el agudo) aunque sabe cantar e incluso moverse (todos lo hicieron intentando
dar más dramatismo a la acción: también me gustaría alguna vez ver un concierto
en forma de concierto; es cierto que así pueden ir y volver sin quedarse
sentados escuchando o fingiendo que lo hacen a los otros). Chest, en el papel
del malvado y tiránico Valens (hacía su trabajo, sólo que se lo tomaba
demasiado en serio en Antioquía, tan lejos de Roma) lo hizo bien, pero en su
caso tuvo que luchar con la tesitura de bajo siendo un barítono: tuvo unos
cuantos agudos fantásticos y alguna frase memorable, pero no consiguió
deslumbrar siempre. El corto papel del mensajero permitió sin embargo el
lucimiento de uno de los miembros del coro -que estuvo magnífico- el joven
tenor Lombardi.
Spyres (‘era hora de que debutara en la
Scala’, otro comentario del que me adueño porque estoy totalmente de acuerdo)
estuvo inspiradísimo, su canto fue seguro y sensacional como cada vez que le
toca un personaje que le va como anillo al dedo, y su ‘interpretación’
probablemente la más natural de todas.
La orquesta estuvo muy bien y si a mí me
distraen algunos gestos y la casi permanente sonrisa de Emelyanychev es
claramente problema mío, porque el maestro conoce el repertorio y su oficio.
Dejo para el fin a las dos damas/divas.
Oropesa canta muy bien, es distinguida en su fraseo y muy clara, su intención
es la justa, pero a mi modo de ver (escasamente compartido, creo) su voz ni es
particularmente bella ni personal. Aquí pareció más en estilo que en su Rodelinda de Barcelona.
DiDonato tuvo un papel a la medida de sus cualidades (sus dos grandes arias de la primera parte despertaron estupor y admiración, y me temo que fue la más aplaudida durante el concierto y al finalizar el mismo); su versión de ‘ As with rosy steps the morn’ que sigue a lo no menos estupenda pero menos poética ‘Bane of virtue, nurse of passions’ fue incluso más mágica que cuando la canta en concierto y el contraste entre ambas notable, como notables fueron sus ‘messe di voce’, las pocas agilidades que le tocaron, su fraseo intenso y perfectamente escandido. Por muchos años…
Comentarios