España - Galicia
Carlos Mena ha dirigido, nadie sabe porqué ha sido
Xoán M. Carreira

Siguiendo el exitoso ejemplo de las más importantes orquestas internacionales, la Orquesta Sinfónica de Galicia -
se ha aplicado en la presente temporada a programar algunas obras de mujeres compositoras. Y esto fue lo más positivo de este concierto: el descubrimiento para el público gallego de la espléndida Tercera sinfonía (1847, edición crítica de Freia Hoffmann y Christin Heitmann, 2019) de Louise , acertadamente programada junto a la Sinfonía en re mayor de Juan Crisóstomo (resulta imposible reconocer la edición utilizada, a partir de lo escuchado en el concierto).Aunque las dos obras están separadas por más de veinte años de distancia, ambas son netamente parisinas y destinadas a un público y circunstancias muy semejantes, seguidoras de los conceptos formales y retóricos de Antonin Farrenc.
(1770-1836) e indisimuladamente deudoras de la fascinación de sus creadores por los modelos germánicos, el Biedermeier vienés en el caso de Arriaga y el Mendelssohn maduro en el caso deEntre ambas sinfonías sirvió de puente Five Variants of Dives and Lazarus (1939), una de las flores más exquisitas del tan delicioso como variado ramillete de English Pastorals de Ralph
. El programa del concierto fue además iluminado por las excelentes notas al programa de la Dra. , centradas en las nuevas perspectivas sobre el concepto del canon musical.Sin embargo este programa a priori tan prometedor tuvo un resultado desolador imputable en exclusiva a las obvias carencias como de , un director carente de experiencia, de repertorio y de técnica. El escaso público asistente fue castigado con unas lecturas aburridas, desorientadas y superficiales de las tres piezas, sin diferenciación estética perceptible, sin fraseo, sin planos sonoros, sin pulso y sin ese gusto por el sencillo disfrute de la música que desborda la música de Arriaga, Farrenc y Vaughan Williams.
La OSG aún no ha conseguido recuperar la 'normalidad' post-pandemia, en buena parte porque lleva arrastrando una grave crisis desde bastante antes de la pandemia, sin una sede digna y con problemas de presupuesto, que se suman a aquellos propios de una orquesta que alcanzó rápidamente altas cotas desde su fundación hace treinta años, pero que no mucho después tocó el techo infranqueable creado por la miopía de unos políticos incompetentes que no creen en la orquesta y no tienen el menor interés en la misma, salvo cuando les sirve como juguete para romper.
La gerencia de la OSG -dependiente de los políticos- tiene que luchar contra el desastre con los medios de que dispone, y a veces a pesar de los mismos. Poco pueden en estas circunstancias el sentido del decoro de unos músicos altamente cualificados y un director titular brillante y lúcido que dejará la orquesta al terminar la temporada.
Por eso estos profesionales no se merecen ser 'penalizados' con directores invitados de tan baja calidad como Carlos Mena. Necesitan estímulos profesionales y desafíos artísticos.
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