España - Valencia

La Madama de la buena suerte

Rafael Díaz Gómez
lunes, 27 de diciembre de 2021
Marina Rebeka como Cio-Cio-San © 2021 by Miguel Lorenzo / Les Arts Marina Rebeka como Cio-Cio-San © 2021 by Miguel Lorenzo / Les Arts
Valencia, domingo, 19 de diciembre de 2021. Palau de les Arts. Madama Butterfly, tragedia japonesa en tres actos, con libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, a partir de la obra teatral homónima de David Belasco, a su vez basada en un relato de John Luther Long, y música de Giacomo Puccini. Estreno: Milán Teatro alla Scala, 17/2/1904. Dirección de escena: Emilio López. Escenografía: Manuel Zuriaga. Vestuario: Giusi Giustino. Iluminación: Antonio Castro. Vídeo: Miguel Bosch. Reparto: Marina Rebeka (Cio-Cio-San), Piero Pretti (Pinkerton), Àngel Òdena (Sharpless), Cristina Faus (Suzuki), Mikeldi Atxalandabaso (Goro), Fernando Radó (Tío Bonzo), Tomeu Bibiloni (Príncipe Yamadori), Mariana Sofía García (Kate Pinkerton), Alejando Sánchez (el comisario imperial), Xavier Galán (el oficial del registro), Lluís Martínez (el tío Yakusidé). Producción: Palau de les Arts Reina Sofía. Orquesta de la Comunidad Valenciana. Coro de la Generalitat Valenciana. Director de coro: Francesc Perales. Dirección musical: Antonino Fogliani.
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Cio-Cio-San es el personaje que más se nos ha muerto en las tablas de Les Arts. Esta es la cuarta temporada en la que vuelve a mostrarnos su tragedia. Y cuatro son también los años transcurridos desde el estreno de la producción propia que ahora se ha visto de nuevo. 

En un teatro lleno y sin restricciones por Covid (parece que nadie se lo quiso perder pese a la que vuelve a estar cayendo). 

Bueno, maticemos, completo el aforo, que no el elenco anunciado para todas las representaciones. Un caso positivo por coronavirus hizo peligrar la secuencia de funciones. Luego, afecciones varias obligaron a cambios de peso en el reparto. La maldición rondaba de una vez más. 

Pero llegada la penúltima sesión, esta que se comenta, y que se retransmitió en streaming en semidirecto, prácticamente todos los previstos inicialmente estuvieron en su sitio. Y con un resultado bien satisfactorio. Mucho público aplaudiendo en pie al final así lo atestiguó. 

Madama Butterfly, producción de Emilio López. © 2021 by Miguel Lorenzo / Les Arts.Madama Butterfly, producción de Emilio López. © 2021 by Miguel Lorenzo / Les Arts.

También ovacionaron quienes durante el espectáculo se sonaron la nariz con potencia de tuba y científica precisión al contratiempo, y quienes con su teléfono móvil se aseguraron de añadirle otra voz (más aperta que chiusa) al coro (aunque también es posible que este tipo de asistencia se aplauda más a sí misma que a los artistas).

Mariba Rebeka. © 2021 by Miguel Lorenzo / Les Arts.Mariba Rebeka. © 2021 by Miguel Lorenzo / Les Arts.

Triunfó Marina Rebeka en el complicadísimo papel protagonista. Me gustó más que su Violetta de aquella Traviata de alta costura que perpetró Sofia Coppola en el mismo escenario. Sigue siendo una voz con entidad, caudal y rigor, pero más detallista y rica en la expresión. Claro que para la matrícula de honor, los graves, que estaban, los habríamos deseado con un pizca más de cuerpo. Pero, en fin, nada serio que objetar a su fantástica composición del personaje, en impecable sucesión de lirismos y colores, encarnación de la delicadeza y la ilusión, la esperanza, la consunción y la muerte como reivindicación.

A su lado, Piero Pretti fue un Pinkerton de una no muy grande pero sí hermosa voz. Brillante en su registro central y aún más en el agudo (luminoso y noblemente esmaltado), algo más endeble también en el grave. Su línea de canto, emotiva, posee soltura y fluidez. No alcanzó para mí, sin embargo, las cotas de urgencia impulsiva (y repulsiva) que exige su rol, esa despreocupación del que abusa porque puede y que hasta siente que te hace un favor. No es un personaje fácil, desde luego. A mí, en esta ocasión, el tenor se me quedó algo melifluo. La actuación gestual bastante contenida, sin llegar a lo lacónico, que parecía demandar la dirección de escena, puede que no le ayudara a plasmar a F.B. Pinkerton en todo su canallesco esplendor.

Tampoco Sharpless es un encanto de personaje (el nivel de machirulerío circundante es tan grande que no son pocos quienes, incomprensiblemente, salvan, cuando no alaban, su figura). Àngel Òdena cincela muy bien al cónsul norteamericano. Sabe vetear la rotunda honestidad de su voz con los matices derivados de la endeble ética que exige el rol. Además, el barítono tarraconense se hace escuchar en la sala sin merma de presencia desde cualquier punto de la caja escénica desde la que cante, algo que no siempre conseguía el resto del reparto.

Gran Suzuki la de Cristina Faus. Estupenda en el dúo de las flores junto a Rebeka, complementándose muy bien la anchura de sus líneas y el empaste de sus timbres. Pero antes y después de ese momento la calidad dramática y lírica de la mezzo valenciana no quedó menos acreditada.

Y en nada desmereció (tampoco en la tunda que le propina Suzuki, que bien que se la ganó a base de componer perfectamente el papel) el Goro de Mikeldi Atxalandabaso, ese secundario de lujo que no venía a cantar en tantas funciones como al final intervino. Luce el vasco una voz tersa, sólidamente sustentada y emitida con naturalidad, y a la que sabe pigmentar con la intención teatral que entiende (y parece que lo entiende bien) requerir su parte.

El resto de solistas cumplió sin depreciar el resultado de conjunto, aunque es cierto que al tío Bonzo de Fernando Radó, no obstante bien cantado, le faltaba una dosis de terribilità (esa que podría haberle dado, por ponernos a imaginar, Fernando Fernán-Gómez haciendo de sacerdote en una película de Kurosawa).

A todo el elenco lo llevó por el filo del abismo la dirección de Antonino Fogliani. No por descuido de los cantantes ni en sus entradas (no les dejó de indicar ni una) ni por el peso de la sonoridad orquestal (en general, no apabullante para las voces), sino por los tempi tan poco apremiantes con los que condujo el flujo sonoro. Sin embargo, el riesgo tuvo su recompensa. Fue la suya una morosidad prolija, llena de pormenores. Las referencias que iba anclando (las indicadas por Puccini ni más ni menos) salían a la superficie cuando habían de volver y así se proyectaban hacia adelante antes de hundirse de nuevo. La escasa urgencia abrió el espacio a la holgura de los timbres. La orquesta pudo recrearse en esa función sin perder la tensión. Pero si a alguna sección hubiera que darle el máximo galardón, esa tarde yo se lo habría dado a la cuerda grave, sencillamente exquisita.

Madama Butterfly, producción de Emilio López. © 2021 by Miguel Lorenzo / Les Arts.Madama Butterfly, producción de Emilio López. © 2021 by Miguel Lorenzo / Les Arts.

Respecto a la producción, poco ha envejecido desde 2017. Mucho tiempo no ha pasado, aunque, eso sí, ha sido intenso, lo suficiente como para adquirir nuevas perspectivas de casi todo. De todos modos es difícil que se avejente porque resulta más tradicional (o conservadora) que temeraria. El recurso a los tiempos de poco antes (primer acto) e inmediatamente después de la explosión atómica (los otros dos actos restantes) no le añade mucho al drama. Pretender la equiparación entre la vida arruinada de Cio-Cio-San y los efectos de la devastación nuclear puede resultar excesivo y obliga a que las flores del jardín de su casa sean simbólicas. Pero, ya lo dijimos en su día, no molesta ni impide el entendimiento de la acción. No obstante, quizás lo que más se vaya notando como una moda pasajera signo de una época (como las diapositivas o vídeos de los viajes con las que se martirizaba a amistades y familiares) son esas escenas pregrabadas y proyectadas durante el intermedio que nos muestran a la protagonista en una serie de vivencias oníricas.

¡Y, ah, el coro! ¿Dudan ustedes de lo que corresponde escribir aquí? Elijan los adjetivos laudatorios que más les agraden, que yo ya no tengo más repertorio.

Llegado el final, salió a saludar tutti quanti. El streaming es el streaming. Y, oigan, que se habían ganado a base de bien los muchos aplausos. Buena Butterfly para quienes tuvimos la dicha de coincidir en esa representación. Y es que la suerte también juega.

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