Opinión
Santos inocentesEl efecto Mozart ¿o el efecto metal?
Marisa Pérez
Soy una pobre profesora de música en un colegio de primaria de barrio, y como tantos profesoros de música, me he pasado años teniendo que explicar a padres y madres agobiados en qué consiste el 'efecto Mozart' para desarrollar la inteligencia de los niños e incluso algunos directores del colegio me han propuesto seriamente si debíamos introducirlo en la programación del centro. Cientos de padres me han consultado hasta la saciedad sobre si el gregoriano resulta mejor o peor que la música clásica o las Cantatas de Bach para preparar a un niño para irse a la cama sin resistencia, sin que supiera muy bien qué recomendarles, ya que en último término -creo yo- la finalidad de la música no es 'domar' tiernos infantes. Pero por fin, cuando ya finaliza mi carrera profesional, internet me ha enseñado que la música metal es lo mejor para calmar a un bebé que llora ... aunque es posible que los vecinos acaben decidiendo que prefieren los lloros infantiles a la solución propuesta por algunos padres. Y si no me creen, busquen ustedes mismos en la red: esta es sólo una propuesta.
Otra cuestión mucho más dulce es la afición que algunos niños pequeños parecen mostrar por la música de Queen y que me confirma en mi idea de que cualquier música es buena si consigue trasmitir algo a sus oyentes. Y no quiero decir con ello que no existan músicas mejores o peores, sino simplemente que el gusto musical es algo que debe ser educado a lo largo de la vida y que no se pueden esperar grandes delicadezas de los bebés. Ciertamente a muchos les gusta Bach -en general la música del siglo XVIII- y el gregoriano, pero no estoy segura de que sea por los mismos motivos estéticos que nos mueven a los adultos, que tenemos unas experiencias personales mucho más amplias. O dicho de otro modo, de un 'bebé metalero' puede salir un amante del ars subtilior francés o de Perotin (conozco a un amante de la música antigua más hip que se pasó su infancia cantando Karina, canciones de la tuna y disfrutando especialmente de las marchas de Sousa). Lo único que se puede pedir a un aficionado a la música es que sea tan sincero en sus gustos como estos pequeños fans de Fraddy Mercury.
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