Alemania
Viva Belcanto!
Juan Carlos Tellechea
Una imagen resplandeciente de la sala del Gran Teatro La Fenice, tras su reconstrucción, domina como telón de fondo el escenario del Teatro de Möchengladbach este domingo. Delante, se ha instalado la orquesta Niederrheinische Sinfoniker, dirigida por su nuevo primer Kapellmeister, Yorgos Ziavras.
El motivo es un homenaje a Italia, cuna del bel canto, pero también, por su opulencia, a las bellas funciones de gala de la ópera, como la presente. La velada, titulada Viva Belcanto! y presentada por el propio intendente general de la Comunidad de Teatros de Krefeld y Mönchengladbach, Michael Grosse, se abre con la brillante obertura de la ópera Roberto Devereux de Gaetano Donizetti.
Con esta pieza, que se hace eco del himno God save the Queen o the King, según el caso, y fue añadido solo a la segunda versión de la obra, estrenada en el Théâtre Italien de París en 1838 (un año después del estreno mundial en el San Carlos, de Nápoles), el público va templando su entusiasmo y comenzando a degustar el refinamiento del género lírico.
Grandiosidad
Donizetti siempre encuentra tonos brillantes y de grandiosidad en sus óperas. Esta tarde escuchamos además un aria y un coro de dos de sus tres reinas del período Tudor: “Per questa fiamma...Ah! Pensate che rivolti“, de Anna Bolena, en la preciosa voz de la mezzosoprano Eva Maria Günschmann, y “Vedeste? - Vedemmo, Oh truce apparato!“, de María Estuardo, por el coro de esta comunidad de teatros, excelentemente preparado por Maria Benyumova; fragmentos plenos del arte de la invención melódica donizettiana.
Aquel fue solamente el comienzo, porque lo que sobrevino después fue maravilloso, emocionante: la belleza del canto en toda su magnificencia, el bell'arte del canto, con arias también de Gioachino Rossini, Vincenzo Bellini y Giuseppe Verdi.
Tras dos años de abstinencia, señala Michael Grosse, y a pesar de la pandemia, los teatros de
Gioachino Rossini
En “El barbero de Sevilla“, de Rossini, el mérito, o la responsabilidad, radica en la cuidadosa profundidad de su texto. El lenguaje único (libreto de Cesare Sterbini, basado en la comedia francesa del mismo nombre de Pierre Beaumarchais) nunca tiene una palabra fuera de lugar. La trama es una perfecta intriga farsesca, cómica pero profunda, cuyo énfasis está siempre en la acción y la vivacidad.
El impresionante bajo Matthias Wippich interpreta el aria de Don Basilio "La calunnia è un venticello" (a los fake news se les llamaba antes calumnia, evoca Michael Grosse en la presentación) de El barbero de Sevilla, con una gestualidad e histrionismo que no necesita ni de traducciones ni de más explicaciones filosóficas:
La calunnia è un venticello, / un'auretta assai gentile / che insensibile, sottile, / leggermente, dolcemente, / incomincia a sussurrar. / Piano piano, terra terra, / sottovoce, sibilando, / va scorrendo, va ronzando; / nelle orecchie della gente / s'introduce destramente, / e le teste ed i cervelli / fa stordire e fa gonfiar. / Dalla bocca fuori uscendo / lo schiamazzo va crescendo, /prende forza / a poco a poco, / vola già di loco in loco; / sembra il tuono, la tempesta / che nel sen della foresta / va fischiando, brontolando / e ti fa d'orror gelar. / Alla fin trabocca e scoppia, / si propaga, si raddoppia / e produce un'esplosione / come un colpo di cannone, / un tremuoto, un temporale, / un tumulto generale, / che fa l'aria rimbombar. / E il meschino calunniato, / avvilito, calpestato, / sotto il pubblico flagello / per gran sorte a crepar.
Brío y emoción
Musicalmente, la velada es de muy alto nivel. Yorgos
Seguidamente, el Mar Rojo se divide, los israelitas huyen de los egipcios. Un material operístico como si estuviera confeccionado para este programa. Solo Rossini fue capaz de hacerlo: balancearse a través del Antiguo Testamento con buen humor. Siempre suena alegre y bailable, incluso cuando se trata de muerte y destrucción.
Las magníficas voces de la soprano Maya Blaustein y la mezzosoprano Boshana Milkov (ambas del Opernstudio Niederrhein), así como de los tenores David Esteban y Woongyi Lee van de lleno y con gran frescura a uno de los momentos más álgidos de la presentación: el gran cuarteto Mi manca la voce que introduce de forma conmovedora el gran final del tercer acto de la rossiniana Mosè in Egitto, una ópera raramente representada en estos tiempos.
Epítome
Después viene Lucia di Lammermoor, de Donizetti, el epítome de la ópera romántica italiana. En un castillo escocés envuelto en la niebla, el amor y la locura se encuentran hasta la muerte. La excelente soprano Sophie Witte interpreta con total entrega el aria de Lucia, “Regnava nel silenzio...Quando rapito in estasi“, sobre una imagen tenebrosa, un espectro, con el que se encuentra y da así la idea de una historia de horror en Escocia. El arpa acaba sugiriendo que esta historia tiene un mejor giro y que hay buenas razones para consagrar su canto a las alegrías del amor.
David Esteban como Edgardo, el prometido de Lucia, supera aquí con facilidad los exigentes obstáculos de su parte de tenor. En todo momento se nota su familiaridad con el papel. Junto a él, Rafael Bruck, encarnando a Enrico, el hermano de Lucía, hace también un excelente uso de sus recursos baritonales en el dúo “Qui del padre ancor respira“.
Los druidas
En el coro de la guerra de Norma, de Vincenzo Bellini, los caballeros parecen aguerridos combatientes como los de Asterix. En “Squilla il bronzo del dio...Guerra, guerra“ la sacerdotisa y heroína del título de la ópera, encarnada vocalmente por la excelente soprano del coro Lisa Kaltenmeier, llama a sus druidas galos a luchar contra los romanos con el propósito de vengarse de la infidelidad del procónsul Pollione, padre de sus dos hijos. El número coral es literalmente impresionante y fue aplaudido vivamente por los espectadores.
La trama de I Puritani nos traslada a la Inglaterra del siglo XVII, a la época de la Guerra Civil inglesa, a las luchas de poder entre los puritanos de Oliver Cromwell y los leales a los Estuardo. El puritano Riccardo del barítono Guillem Batllori (del Opera Studio Niederrhein) canta con bellísimos tonos su dolor por la pérdida de Elvira, cuya mano le había sido prometida en su día y que ahora va a casarse con Arturo, su enamorado.
El amor metido en la piel
En Capuletos y Montescos, de Bellini, y concretamente en el inusual dúo “Ah! Mi Giulietta“, Eva Maria
Con la Julieta de Blaustein a su lado, tiene una compañera agradable que dota a su personaje de un registro de soprano aniñada que despega casi sin peso hacia alturas vertiginosas en los pasajes líricos. Las dos logran una profundidad emocional que se mete en la piel. Junto a Günschmann Blaustein encuentra una seductora intimidad en su voz y una actuación que hace que su amor sea creíble.
El tenor lírico Wongyi Lee y los músicos de la Niederrheinische Sinfoniker impresionaron con el aria de Nemorino, "Una furtiva lagrima", de L'elisir d'amore de Gaetano Donizetti. Lee, quien comenzó en esta comunidad de escenarios en 2018 se ha convertido en parte integral y de gran calidad del elenco. La lágrima furtiva que ve Nemorino en los ojos de su adorada Adina lo lleva a concluir que ella no es reacia a su amor. Ansioso le suplica con todo tipo de coloraturas sensuales que quiere suspirar con ella aunque sea una sola vez y que está dispuesto a morir por ello.
Al término de la primera parte de este recital, Blaustein, Günschmann, Esteban y Wippich así como el coro entonan con gran patetismo y pasión la plegaria de los israelitas liderados por Moisés “Dal tuo stellato soglio“, de “Mosè in Egitto“, de Rossini, uno de los puntos culminantes de la velada.
Gaetano Donizetti
Tras el intermedio el coro preparado por Maria Benyumova y dirigido por Ziavras sobre el escenario volvió a ofrecer una excelente interpretación en el bien contrastado “Che interminabile andirivieni!“ (el coro de los criados) de Don Pasquale (Donizetti). En estos tiempos pandémicos, el coro profesional de esta comunidad de teatros está integrado por 32 intérpretes (voces femeninas y masculinas por partes iguales) de 11 países.
Solo los buenos artistas, los intérpretes correctos se implican aquí como es el caso del tenor Woongyi Lee en el aria de Ernesto “Com'e gentil la notte a mezzo april“, acompañado por el coro (a la guitarra el barítono Rafael Bruck).
El timbre de Lee es hermoso, sus pianissimi y diminuendo son impresionantes. Esto se advierte sobre todo en el diminuendo que emplea para el si natural alto en esta aria. Siempre surgen signos de fatiga antes de la entrega y la mayoría de los tenores dan en este punto una resonancia de forte; pero el tenor surcoreano, con la nota alta más suave, logra un efecto glorioso.
Anna, Marie, Leonora, Norina, Adina, Lucia, Elvira, Amina, Lucrezia, Linda.... El gran belcantista Donizetti, pese a su corta vida (50 años) escribió obras con estos personajes femeninos. Las historias a las que le puso música giran en su mayoría en torno al destino, en su mayoría trágico, de las mujeres. La propia vida de Donizetti, que terminó en última instancia en una enajenación mental, fue también una sucesión de golpes trágicos del destino.
Sus turbadoras miradas fijas
Sin embargo, hay una anécdota curiosa y divertida del maestro del belcantismo que Michael Grosse quería relatarle a toda costa al público.
Donizetti tenía la costumbre de mirar muy fijamente un objeto cuando componía, al punto de no percibir más lo que ocurría a su alrededor, explica el director. Una vez se paró durante largos minutos delante del escaparate de una casa de moda en París hasta que la propietaria de la tienda, extrañada y pareciéndole todo muy sospechoso, abrió la puerta y le preguntó enérgicamente al desconocido: ¿qué busca usted señor? Donizetti, sacado abruptamente de sus profundos pensamientos, le contestó: “busco el final de La hija del regimiento“.
Lo que siguió a continuación no fue el final pero sí el aria de María de esa misma ópera, “Chacun le sait, chacun je dit“ (la única en francés de este velada), uno de sus números más famosos, maravillosamente interpretada, vocal e histriónicamente, por Maya Blaustein y acompañada por el coro masculino (de soldados).
Vendrían después el aria de Giovanna Seymour, “Per questa fiamma...Ah! Pensate che rivolti“, de Anna Bolena, entonada con gran dramatismo por Eva Maria Günschmann, el coro “Vedeste? - Vedemmo. Oh truce apparato!“, de Maria Stuarda, así como el aria de Leonora, “O mio Fernando“, de La favorita, que hace peculiarmente suya con exquisita voz la mezzosoprano Boshana Milkov.
Figaro
Rafael Bruck, por su parte, echó también mano a sus excelentes dotes como barítono en el aria de Fígaro, “Largo al factotum“, de El barbero, de Rossini, antes de que David Esteban y el coro masculino le sacaran muy buena punta al aria de Corrado, “Tutto parea sorridere – Si: de' Corsari il fulmine“, de la ópera Il Corsaro, de Giuseppe Verdi.
El cierre lo protagonizaron la glamorosa presencia de la soprano Sophie Witte, cuyos agudos llevan al delirio al público, así como el tenor Woongyi Lee y el coro en el aria de Amina, “Ah! Non credea mirarti...- Ah! Non giunge...“, de La sonnambula, de Vincenzo Bellini.
Ninguna escuela consigue entusiasmar más al público de la ópera que la virtuosa técnica de coloratura del bel canto. Cascadas en las alturas más elevadas, tempi fulminantemente rápidos y guirnaldas de ornamentación demenciales muestran lo que una voz operística puede lograr: estremecer y extasiar al público de irrefrenable emoción. Este bell'arte del canto, ágil y muy emotivo, que vivió su apogeo a principios del siglo XIX, tampoco deja frío al público de esta centuria. Lo más destacado del bel canto estuvo en el centro de esta gala de ópera aclamada de pie durante prolongados minutos por los numerosos asistentes.
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