Reportajes

Perspectivas sobre Donald Trump

El sutil derrocamiento de la democracia de los Estados Unidos

Juan Carlos Tellechea
sábado, 8 de enero de 2022
Asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021 © by Dominio público Asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021 © by Dominio público
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La ciudadanía de los Estados Unidos no ha evocado unida el asalto al Capitolio en Washington hace un año como lo haría un pueblo hermanado. El aniversario conmemorado el pasado jueves 6 de enero ha dejado al descubierto a una nación de dos pueblos. Aunque, también hay que reconocerlo, uno de ellos no ha respondido al ruin llamamiento a alzarse de nuevo formulado por el avieso ex presidente Donald Trump con mensajes plagados de falsedades recalentadas desde su derrota en los comicios de 2020.

Hace un año sus partidarios luchaban como demonios por él y arremetían contra el santuario de la democracia estadounidense, sede de la Cámara de Representantes y del Senado. Sin embargo, hasta ahora no ha habido una condena clara de esta acción en ese país. Varios grupos y también representantes políticos cuestionan la legitimidad de la comisión parlamentaria investigadora de estos gravísimos hechos, lo que pone en serio peligro el sistema democrático estadounidense. Y lo que es peor aún, éste ya no es un modelo referente para nadie.

Enorme riesgo

Pieza enlazada

El silencio de muchos republicanos es un veneno para la democracia de los Estados Unidos. Al rehuir una ruptura con Donald Trump, están asumiendo un gran riesgo, afirma el Dr. Volker Depkat, profesor de historia estadounidense de la Universidad de Regensburg, y autor de Geschichte der USA (Historia de los Estados Unidos), una obra monumental publicada por la editorial Kohlhammer, de Stuttgart.

Los amotinados que irrumpieron en el Capitolio no pertenecían a la clase más humilde y necesitada del pueblo norteamericano. Todo lo contrario. La mafia que clamaba por colgar de la horca al vicepresidente Mike Pence y a la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, estaba compuesta entre otros, por empresarios, gerentes, oficinistas, abogados, arquitectos, agentes inmobiliarios y asesores financieros. Es decir, ciudadanos de clase media que actuaban no por desesperación económica, sino porque creían tener el derecho a imponer sus razones personales, según un estudio realizado por el politólogo Robert Pape, profesor de la Universidad de Chicago. La cátedra de ciencias políticas de la citada universidad ha estudiado quiénes eran estos insurgentes, especialmente los más de 700 acusados de numerosos delitos, incluidos los violentos:

Solo el 7% estaba desempleado en el momento de los disturbios, más o menos la media nacional. Esto es muy diferente de lo que solemos ver en la violencia de los extremistas de derecha.

Muchos ciudadanos de a pie

No fueron solo milicias de extrema derecha, sino ciudadanos de a pie los que se movilizaron instigados por Trump. Según el profesor Pape, la última vez que ocurrió algo así fue en la década de 1920, cuando el Ku Klux Klan marchó sobre Washington.

Al igual que los racistas de entonces, los autores del 6 de enero se dejaron llevar por el miedo. Muchos blancos en los Estados Unidos procuran por todos los medios a su alcance evitar la pérdida de su supremacía. La Universidad de Chicago ha explorado repetidamente en encuestas de opinión durante el año 2021 hasta dónde llegarían para conseguirlo.

Preparados para la violencia

Alrededor del ocho por ciento de los estadounidenses, según el estudio, están dispuestos a usar la violencia. 

Encontramos que 21 millones de adultos piensan que Joe Biden es un presidente ilegítimo y que el uso de la violencia está justificado para poner a Trump de nuevo en su presidencia. Eso es muy peligroso. Significa que nuestra democracia está siendo puesta a prueba como nunca antes en nuestra vida. (Pape)

El futuro

¿Hacia dónde se dirigen los Estados Unidos un año después de los graves disturbios en Washington? El profesor Depkat no ve el final de la era Trump e incluso pronostica que ésta podría continuar sin él. Las últimas semanas del entonces presidente de los Estados Unidos, derrotado en las elecciones de 2020, culminaron con un día negro para la democracia estadounidense. Incitados por Trump, que habló repetidamente de fraude en las elecciones presidenciales, numerosos de sus partidarios entraron violentamente en el Capitolio de Washington. Cinco personas murieron en relación con las protestas, sin contar a los cuatro policías que se suicidaron poco después.

Es cierto que ya se han abierto causas contra numerosos participantes en el asalto al Capitolio. Pero hasta la fecha, ninguno de los instigadores de esta revuelta ha sido llevado ante la justicia, es decir, aquellos hombres y mujeres, algunos en cargos públicos, que inventaron y difundieron la mentira del fraude electoral. Esto representa una omisión flagrante, y peligrosa. Si ninguno de los responsables del desaguisado rinde cuentas, el gobierno está fracasando en una de sus tareas más importantes: protegerse a sí mismo.

Vergüenza nacional

El Partido Republicano es una vergüenza nacional. El expresidente Donald Trump, junto con sus colaboradores en la Casa Blanca, el Congreso y más allá, han tratado de subvertir la democracia para mantenerse en el poder. También debe haber consecuencias para ellos, 

Pieza enlazada

sostiene por su parte la Dra. Jill Lepore, profesora de historia de los Estados Unidos de la Universidad de Harvard y autora de otra obra magistral Diese Wahrheiten. Geschichte der Vereigniten Staaten von Amerika (Esas verdades. Historia de los Estados Unidos de América), de la editorial C. H. Beck, de Múnich. Todas estas circunstancias pueden calificarse de desafortunadas, pero no son para nada inusuales dado que 

El curso de la historia es imprevisible, tan errático como el clima, tan cambiante como las sensaciones. Las naciones surgen y caen por capricho y azar, acosadas por la violencia, corrompidas por la codicia, conquistadas por tiranos, invadidas por villanos,desconcertadas por los demagogos.

Un año después del asalto al Capitolio, las divisiones en la sociedad estadounidense se han profundizado. Según las encuestas de opinión, solo seis de cada diez ciudadanos creen que el presidente Joe Biden llegó al cargo legalmente, y casi el 40% ha perdido la fe en la democracia. Solo algunos republicanos como Liz Cheney han condenado posteriormente el intento de golpe de Estado. La mayoría, en cambio, ha optado por callar o apoyar la mentira de una elección robada.

Crisis de identidad

En la historia de los Estados Unidos, a veces -como en casi todas las historias nacionales- el villano de unos es el héroe de otros. Pero este argumento también está relacionado con cuestiones de ideología: los Estados Unidos se fundaron sobre un conjunto básico de ideas y concepciones, pero los estadounidenses están ahora tan divididos que ya no están de acuerdo, si es que alguna vez lo estuvieron, sobre cuáles son o fueron esas ideas y concepciones.
Escribí este libro porque hace tiempo que no se realiza un relato global de la historia de Estados Unidos desde sus inicios hasta la actualidad y a través de esta división, porque es importante y me pareció que valía la pena intentarlo. Una de las razones por las que es importante es que considerar la historia como una forma de prueba -no como algo fácil o cómodo, sino como algo exigente y agotador- fue fundamental para la fundación de la nación. Esto también era nuevo. (Jill Lepore)

Sutil derrocamiento de la democracia

Barb Byrum, concejala demócrata del condado de Ingham (Michigan) advierte asimismo contra un paulatina perturbación en el sistema democrático de los Estados Unidos. Byrum observa cómo los partidarios de Trump se presentan a puestos en los que podrían manipular fácilmente el curso y el resultado de las elecciones: Esto es ni más ni menos que un golpe de estado en cámara lenta, subraya Byrum.

Donald Trump tiene un control de culto sobre su partido. Él y sus cómplices tienen tiempo para fraguar planes para las elecciones presidenciales de 2024, se dedican a aupar a otras personas leales a puestos decisivos y a ajustar las normas electorales con el pretexto de luchar contra el fraude. Esto es para crear las condiciones para que el próximo intento tenga éxito y los legisladores de varios estados están en proceso de construir una maquinaria que les ayude a robar las elecciones.

Movimientos de masas con rasgos fascistas

Estamos presenciando un movimiento de base, de creyentes en la conspiración, de partidarios de la mentira electoral, que a su vez quieren ocupar cargos de supervisores electorales y luego cambiar las reglas que protegen nuestro sistema electoral, manifiesta Barb Byrum.

Los candidatos están respaldados en su mayoría por Donald Trump. En Estados Unidos está formándose un movimiento de masas violento y político con rasgos fascistas, como ocurrió en su día en Italia y Alemania. El asalto al Capitolio fue nada más que un ensayo general. El 6 de enero no fue un final, sino un principio. Si el derrocamiento progresivo de la democracia no ayuda a los extremistas a ganar las próximas elecciones, la violencia se intensificará.

Fake news

No hay ninguna prueba convincente de que Biden haya amañado las elecciones para llegar a la presidencia. Estados Unidos, debilitado internamente por las amenazas a su unidad, está pagando un alto precio por la pura incapacidad de Trump de admitir su derrota, mientras sigue calumniando de día y durmiendo tranquilo por la noche, sin ningún remordimiento de conciencia.

Los demócratas y los medios de comunicación deberían dejar de calificar erróneamente lo ocurrido solo como un atentado. Lo que ocurrió el 6 de enero de 2021 fue una insurrección que estalló como culminación de semanas de frustración. Cientos de estadounidenses manipulados por Trump y sus secuaces creían haber perdido su voz y que su país habían llegado a un punto de inflexión interno. Insistieron en ser escuchados, y lo hicieron de la manera menos efectiva y más incivilizada posible: violando la ley.

Un año después, las secuelas de la violenta protesta siguen siendo palpables: las fisuras en la sociedad estadounidense aún no han sido reparadas por el nuevo presidente Joe Biden; Donald Trump está más que presente a pesar de su derrota.

Trumpismo aún sin Trump

Para el profesor Volker Depkat, director del Instituto de Estudios Ingleses y Americanos de la Universidad de Regensburg, la influencia de Trump en el Partido Republicano ha aumentado incluso desde entonces. El historiador ha explicado en recientes entrevistas de prensa por qué los republicanos siguen apoyando a Trump, por qué Joe Biden también lucha por el reconocimiento dentro de su propio partido y por qué el estilo de Trump podría seguir teniendo impacto incluso sin él.

Cuando sus partidarios irrumpieron en el Capitolio hace un año, hubo después un gran deseo de sanar la sociedad y la democracia de Estados Unidos, pero el esfuerzo no ha dado resultados. Quizás este deseo no era tan grande, apunta el académico:

En cualquier caso, no hubo una condena clara del asalto al Capitolio entre los republicanos: Algunos políticos sí se distanciaron de Trump después. Pero la inmensa mayoría sigue apoyándolo hoy. Sabemos por las encuestas que tres cuartas partes de los republicanos siguen apoyándole, no tienen mayor problema con los sucesos del 6 de enero de 2021, y en algunos casos siguen creyendo hoy que a Trump le fueron robadas las elecciones.

Refortalecido

Las esperanzas estaban puestas en el sucesor de Trump, Joe Biden, pero hasta ahora éste no ha podido cumplir con estas expectativas. Prometió unir al país. Sin embargo la división en la sociedad estadounidense se ha acumulado durante décadas. Esto va más allá del poder de un solo presidente.

El clima es también tan tóxico en la política que, en mi opinión, apenas hay voluntad de entablar siquiera una conversación con la otra parte. La tormenta en el Capitolio podría haber sido una tormenta de limpieza: Los demócratas y los republicanos podrían y deberían haberse acercado de nuevo después. Pero, en cambio, la crisis se ha agravado, y Donald Trump es hoy más fuerte que antes. (Volker Depkat)

La división también continúa dentro de los partidos: Biden es demasiado moderado para el campo de la izquierda de los demócratas, y en el Senado, el demócrata conservador e influyente hombre de negocios Joe Manchin bloqueó recientemente su importante paquete social y climático. Así que el presidente solo puede perder en esta contienda interna.

Sin embargo, Biden debería saber cómo negociar acuerdos en Washington. Tiene suficiente experiencia, ya que ha pasado toda su carrera política allí y en el Capitolio. Probablemente no tenga suficiente apoyo entre su gente: Los demócratas fueron capaces de ponerse de acuerdo con él para vencer a Trump antes de las elecciones. Pero Biden aún no ha sido capaz de resolver los conflictos internos de su propio partido.

Agitación

Donald Trump, en cambio, es objeto de una comisión de investigación: Allí debería aclararse la cuestión de si ha tenido parte de la culpa en los sucesos del 6 de enero de 2021. El Partido Republicano podría haber trazado una línea bajo la tormenta, pero Trump sigue agitándola y continúa siendo todavía una incógnita a qué se debe que esa disociación no se haya producido.

Trump toca el corazón de muchos republicanos. Ha tocado la fibra sensible de muchos votantes, por ejemplo con la desregulación de la economía o con sus políticas de reducción de impuestos. Muchos de sus votantes tienen miedo de un mundo que cambia constantemente. Anhelan a alguien que diga: América es anglosajona-europea, protestante y blanca en su esencia.

Así que, a pesar de su derrota en las elecciones, los republicanos siguen creyendo que el rumbo de Trump les promete el éxito. Para muchos, Trump sigue siendo el salvador. Los evangélicos, por ejemplo, lo celebran como enviado de Dios. Este grupo lo apoya más que cualquier otro presidente anterior. Otros también lo votan por su estricto rumbo nacionalista o por su lucha contra el establishment y la corrección política o por su política económica y fiscal. Trump tiene votantes en todos los estratos que lo siguen por razones muy diferentes.

Sin valores

Mas, lo que menos interesa a Trump son los valores o las costumbres democráticas. La cuestión es si los republicanos se volverán cada vez más populistas de derecha y antidemocráticos en el futuro, con tal de ser elegidos. Hasta ahora, el estilo político de Trump es una receta para el éxito: en 2016, fue capaz de movilizar a muchos no votantes por primera vez. En 2020, ganó millones más.

Así que, desde el punto de vista de muchos republicanos, Trump sigue siendo un experimento exitoso. Por eso, a los republicanos les sigue resultando difícil posicionarse contra él. Su voluntad sigue decidiendo las carreras políticas...y ¡cuidado de que alguien se salga de esta línea!, porque quedaría políticamente arruinado de inmediato.

Nadie más a la derecha

No hay ningún político que pueda adelantarle por la derecha. Recientemente fue abucheado uno de ellos por parte de algunos de sus seguidores en actos políticos, porque promovía la vacunación contra el coronavirus. Por el momento, los republicanos se las están apañando. 

Sin embargo, creo que es posible que su estilo político continúe con otras personas, verbigracia con otras cabezas coronadas por Trump.
En este sentido, creo que el estilo político del "trumpismo" que el Partido Republicano encarna también es posible sin Trump. (Volker Depkat) 

Con él o sin él: las próximas elecciones presidenciales serán en 2024. Es posible que pueda verse entonces una repetición aún más violenta de la tormenta si los demócratas defienden la Casa Blanca.

A pesar de estas horribles imágenes, las pasadas elecciones demostraron que los procedimientos políticos y legales de la democracia, de la separación de poderes, tal y como determinan la Constitución de Estados Unidos y las leyes del país, han funcionado hasta ahora. Los padres constitucionales habían diseñado el sistema político de tal manera que ni siquiera los políticos de alto nivel más incompetentes pudieran arruinarlo. Trump ha tratado de dañar la Constitución, especialmente hablando de fraude electoral. Esto culminó con el asalto al Capitolio. Pero ni los tribunales ni los estados individuales, ni siquiera los gobernados por los republicanos, le siguieron el juego sucio, y con Joe Biden, el legítimo ganador se sienta ahora en la Casa Blanca(Volker Depkat)

Capitalismo extremo y extraterrestre

En tal contexto, la historiadora estadounidense Jill Lepore previno recientemente además contra lo que denomina el muskismo, que tiene al propio Elon Musk como su más conspicuo representante. Se trata de un capitalismo extremo y extraterrestre en el que las cotizaciones bursátiles dependen menos de los ingresos que de las ideas fantásticas de la ciencia ficción.

Los oligarcas de este muskismo se ven a sí mismos como salvadores del mundo. Pero para esta misión, desgraciadamente, necesitan todo su dinero y, por tanto, prefieren no pagar impuestos. La solidaridad o la tolerancia no son tan importantes en esta ideología, todo es espectáculo y atención (y por supuesto siempre las cotizaciones bursátiles).

Negocios en una guerra civil

Formular un llamamiento para que los principales empresarios de los Estados Unidos le den la espalda a Trump es como predicar en el desierto. Dos grandes asociaciones que representan a unas 200 empresas que emplean a más de 20 millones de personas serían la única fuerza que puede aún ejercer alguna influencia real sobre el ex presidente y los legisladores republicanos que lo obedecen. De ahí a que dejen de donar dinero a cualquier candidato local, estatal o nacional que haya votado a favor de desmantelar la policía o la Constitución hay una gran distancia. También las guerras civiles ofrecen oportunidades para continuar haciendo negocios.

Desprecio por la democracia

Si observamos el comportamiento del Partido Republicano en los Estados Unidos, aquí no ha pasado nada; no ha ocurrido realmente nada dramático el 6 de enero de 2021. Casi ninguno de sus representantes asistió a la conmemoración que tuvo lugar el jueves 6 de enero de 2022 en el Congreso.

Las preguntas sobre la responsabilidad de su expresidente Donald Trump en el intento de sabotear unas elecciones democráticas con violencia son esquivadas por los diputados y senadores conservadores. Los medios de comunicación de la derecha ridiculizan el revuelo causado por los disturbios.

Y el propio Trump cancelaba una conferencia de prensa contraria prevista para el aniversario el miércoles por la noche. Al hacerlo, respaldaba, aunque a regañadientes, la lectura de que el silencio sería la mejor táctica, al menos en ese día.

Amenaza de guerra civil

Si la situación no fuera tan grave, se podría comparar a los representantes electos republicanos con los niños que se tapan los ojos para hacer desaparecer algo. Pero la violencia, de la que se distancian insuficientemente, no se desvanece en el aire solo porque se la ignore.

Por el contrario, existe un enorme peligro de que su silencio, su incapacidad para distanciarse de la leyenda de la puñalada por la espalda estadounidense del siglo XXI, refuerce aún más las fuerzas delirantes dentro de sus propias filas. A esto hay que añadir los preocupantes intentos de dificultar el voto en los estados encargados de celebrar las elecciones.

El 6 de enero fue en resumidas cuentas un presagio de tiempos nuevos y violentos, incluso de una guerra civil, como predicen algunos observadores. Las próximas elecciones no se decidirán en las urnas, sino tirando de los hilos colocados específica y estratégicamente en los estados. Y Trump -si se presenta- podrá llevar a cabo su plan golpista la próxima vez.

Aunque el optimismo sea especialmente difícil algunos días, y nada parezca realmente impensable en el gran país de las posibilidades ilimitadas, a más tardar desde la era Trump cabe destacar que los estadounidenses han conseguido deshacerse en unas elecciones limpias de un peligroso populista.

Dos de cada tres republicanos creen en la narrativa de las "elecciones robadas"

Además, a pesar de todas las encuestas que muestran que más de dos tercios de los republicanos creen en la narrativa de la "Gran Mentira" de Trump sobre las elecciones amañadas, la mayoría de los estadounidenses simplemente no lo hacen. Además, en algunos lugares ya se ve que a los republicanos les va mejor en las elecciones cuando ya no hay un Trump en las papeletas, aunque sea indirectamente.

Nada de esto es una razón para dar el visto bueno; y, desde luego, ninguna razón para eximir a los republicanos de su responsabilidad por dejar pasar la oportunidad de romper con Trump después del 6 de enero. Pero los demócratas también tienen una responsabilidad. También ellos no deberían debilitar aún más la confianza en las estructuras democráticas del país cuando hablan, por ejemplo, del Tribunal Supremo como un "tribunal de Trump", porque se ha vuelto más conservador bajo el mandato del anterior presidente.

Confianza perdida

Estaría por verse también si el Partido Demócrata seguiría aceptando hoy un resultado electoral igual de reñido y disputado, decidido en última instancia por el Tribunal Supremo, como lo hizo en 2000 en la disputa entre George W. Bush y Al Gore. Probablemente no, y esto es también motivo de preocupación.

Recuperar la confianza perdida es difícil, aunque no imposible. El mejor remedio contra los populistas es y sigue siendo el buen gobierno, pero también hay que hablar bien de él.

De la recuperación no se habla

Como arma más fuerte contra el regreso de Trump y la repetición del 6 de enero, el destacado periodista Thomas Friedman recomienda en el New York Times centrarse más en las noticias positivas. Y su colega, el economista Paul Krugman, hace hincapié en la recuperación económica, de la que no se habla hoy lo suficiente, según dice.

Al mismo tiempo, todos los funcionarios electos republicanos más capaces -y hay algunos entre ellos- deberían hablar abiertamente sobre el peligro que representa Donald Trump. El silencio en este tema no es oro, sino veneno.

El país está metido hasta el cuello en una guerra cultural y eso me asusta, afirma a su vez el ahora ex oficial de la policía metropolitana Michael Fanone, quien el 6 de enero de 2021 trató de contener junto con sus colegas a los insurrectos que asaltaban el Capitolio, mientras era golpeado por los amotinados y sufría un infarto de miocardio en el incidente. 

Pero el peligro no se ha conjurado, porque los verdaderos autores intelectuales -en primer lugar Donald Trump- siguen atizando la oposición a la democracia, concluye con lucidez Michael Fanone.

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