Reino Unido
Bodas de Figaro frescas y sin virus
Agustín Blanco Bazán
Las bodas de Figaro es una ópera tan sólidamente confeccionada que las innovaciones propuestas por regisseurs con pretensiones de coautoría y originalidad están normalmente de más. Es por ello que producciones estrictamente tradicionales como las de Giorgio
o la de Jean Pierre resisten el paso del tiempo con solo una buena rutina de reposición a cargo de algún director de escena medianamente dotado de sentido común.A mi me gusta más la de Strehler por su rigor, que condice con la tendencia imperante al momento de su estreno (1973) de presentar un Mozart límpido y al grano, sin caer en la tentación de tratar de reproducir compás por compás el frenético y variado calidoscopio de sentimientos encontrados, equívocos y contradicciones psicológicas de la obra.
La puesta de Ponelle (1975) cae un poco en este vicio de no dejar siquiera una fracción de segundo sin gesticular y algo parecido ha ocurrido con la producción de David
estrenada en el Covent Garden en el 2006 bajo la batuta de Antonio Pappano. Siguieron varias reposiciones, algunas de ellas desafortunadas por el error de confundir una obra más afín con la tradición de commedia dell´arte con una opera bufa rossiniana. Este defecto desgraciadamente bastante común priva a la obra de una característica esencial a su genio y su perdurabilidad, a saber, la evasividad y el distanciamiento con que la ironía y el sarcasmo se abren paso para parodizar la hipocresía.Hace algunos años la producción de McVicar fue repuesta con un Conde que atropellaba a todo el mundo en aparente estado de perpetua erección, un Cherubino ramplonamente a punto de eyacular, una Marcellina demasiado calentona y una Susana que parecía una langosta porque no paraba de dar saltitos.
Pero por suerte la nueva reposición de este año, aún cuando algo sobreactuada, se mantuvo dentro del control y la moderación. Del resto se encargaron, como debe ser, Mozart y Da Ponte. Perdón: , y también que guió a la excelente orquesta de la casa y a un ensemble de cantantes jóvenes en una versión que recuerdo como una de las mejores que he visto, incluidas las de , , , , y (tal vez la mejor), la de István Kertsetz.
Los tiempos fueron siempre pulsados con vivacidad pero sin apuros o atropellos en una obertura más bien rápida y en contraste, el cantábile de Voi che sapete fue apoyado en un tranquilo pero palpitante sostenuto que permitió al excelentemente timbrado Cherubino de
frasear con un tímida e intensa ansiedad. Hubo aquí un momento mágico una pausa de fracción de segundo entre “torno” y “a gelar” y la construcción del final del segundo acto fue genial en su variación de tiempo y color, pero siempre sólida en la afirmativa expresión de cantantes y orquesta.El apoyo y guía del director a los cantantes permitió un sublime sexteto en el tercer acto, sin esas bufonerías que al provocar risas del público malogran la línea musical. Aquí los solistas se entregaron al “dolce contento” con una espontaneidad trascendente, casi un abandono a la melodía y la poesía de ese momento en sus propias palabras “irresistible.”
Secreto importante detrás de la admirable unidad de esta versión es el hecho que Pappano añadió un exquisito y sensible acompañamiento de fortepiano, nunca exhibicionista, pero siempre lo suficientemente imaginativo para concatenar recitativos y números cantados en aras de una narrativa sin fisuras.
Entre los cantantes brilló primera e indiscutidamente Federica
, una condesa que a su calidez de color y segura impostación unió un fiato que le permitió cantar un Porgi amor sin fisuras, y un Dove sono similarmente seguro en su articulación. Su conde fue , también un treintañero, robusto en su densidad y de un fraseo claro y soberanamente intencionado.Y también hubo un joven Figaro, Riccardo
, similarmente expresivo y seguro, aún cuando, lo mismo que en el caso de Gianluca (Bartolo), su poderosa proyección vocal precisa algo más de squillo. Giulia cantó una Susana de crispado e irresistiblemente irónico fraseo en los recitativos y, como Lombardi, brillante expansión de fiato en las dificilísimas frases ascendientes de Deh vieni.Completaron las voces principales la segura Marcellina de Monica
Junto a la entrada principal a la platea, una enorme foto de Bernard
y un libro abierto invitaban al público a escribir sus condolencias. Durante su asociación con la Royal Opera, Haitink dirigió más de 350 funciones de ópera y ballet. Su interpretación de Bodas de Figaro es evocada en el programa de mano por Thomas Allen:En nuestras noches de Figaro con Bernard, me sentía atrapado por una obertura que era como una descarga eléctrica, de la misma forma en que el a veces quedaba atrapado por el dram de los recitativos hasta el punto de olvidarse de levantar la batuta para el número musical siguiente. ¡Esto por supuesto, solo en los ensayos!
Pero en mis condolencias preferí evocar aquella noche mágica en que, como culminación de las conmemoraciones por el cincuenta aniversario del bombardeo de Dresden dirigió en la Semperoper la segunda de Mahler. ¡Gracias Bernard!
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