Recensiones bibliográficas

Políticamente indeseable

Asensos, disensos, reflexiones (1)

J.G. Messerschmidt
martes, 1 de febrero de 2022
Políticamente indeseable © 2021 by Ediciones B Políticamente indeseable © 2021 by Ediciones B
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Era seco en carnes y frisaba los cincuenta, escribe Cervantes de don Quijote. Tal descripción, gramo y año más o menos, vale igualmente para Cayetana Álvarez de Toledo, quien como el hidalgo manchego cabalga un rocín flaco y debilucho: un acta de diputada popular (herética y disidente) por la provincia de Barcelona... 

También ella, a falta de mejor contrincante, debe contentarse con batallar contra borregos, en su caso los que forman un rebaño estabulado en la carrera de San Jerónimo, en la calle de Génova, en el parque de la Ciudadela o en la plaza de San Jaime; empeñados todos en hacerse cada uno con su propia Ínsula Barataria a costa de lo que haga falta y, si puede ser, en quedarse también con los escudos de oro escondidos en el báculo de caña. Como don Quijote, doña Cayetana es una gran lectora que se toma demasiado en serio lo que lee. Sus Amadises y Palmerines son Isaiah Berlin, Karl Popper, Raymond Aron o Michel Ignatieff, en cuyos asertos ella cree con igual fantasiosa candidez e idéntico combativo empeño con los que don Quijote creía en las andanzas de sus novelescos caballeros. 

Doña Cayetana declara ser atea o agnóstica, pero lo es mucho menos de lo que parece. En vez de ser adepta de una religión en sentido propio, es feligresa de un liberalismo "platónico" (con perdón de Platón) y celestial, en el fondo tan mesiánico y utópico como los totalitarismos que combate; y como dice el hidalgo: 

La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. 

Y así, aunque no de Cristo, nuestra amazona es igual de devota que el católico caballero que fue don Quijote, con quien también comparte nobleza de ánimo, desprecio por lo vil y arrojo casi suicida. Tal vez las únicas diferencias relevantes entre ambos sean el sexo (¿o debería decir el "género"?), los caballerescos desvelos de don Quijote en favor de los desvalidos (compasiva generosidad que como liberal a doña Cayetana le está vedada) y el hecho de que ningún Cide Hamete Benengeli, y menos aún un Cervantes, se haya tomado la molestia de poner por escrito las hazañas de esta heroica dama; por lo cual ella misma ha debido tomar la pluma para narrarnos sus andanzas.

En general, los libros de "candente actualidad" y más aún los escritos por políticos constituyen una clase de "literatura" de la que lo único sensato es huir. Políticamente indeseable* es una rara excepción. La primera dificultad al intentar definir la naturaleza de este libro es la de determinar su género. A la vez es autobiografía, reportaje, crónica, panfleto, ensayo; pero también pieza oratoria y como tal, según el pasaje, es arenga, invectiva, exhortación, alegato, vindicación, panegírico... Pero por encima de todo es una apologia sui, sostenida por ejemplos, argumentos e ideas redactados bajo las mencionadas formas literarias.

Es evidente que Cayetana Álvarez de Toledo redactó su libro en relativamente poco tiempo, si tenemos en cuenta que consta de unas 500 páginas. Su misma extensión es un indicio de ello: la autora no ha llegado a "podar" la obra eliminando pasajes superfluos y repeticiones que aparecen en forma apenas variada. La premura también se advierte en la falta de claridad de algunos pasajes. Por ejemplo, la autora inserta, en un momento de la "acción principal", una anécdota recordada en ese contexto o relacionada con él, para volver luego al relato principal, pero de modo poco claro, obligando al lector a retroceder unas líneas para saber exactamente dónde se encuentra. La propia estructura es poco ordenada, los temas entrelazados, los frecuentes excursos, la interpolación de recuerdos de familia y de aspectos biográficos son un recurso en parte buscado, en parte seguramente involuntario, que da al libro la vivacidad del pensamiento subjetivo y espontáneo, pero que al cabo de tantas páginas, fatiga y carga el libro de material superfluo y a veces incongruente. Igualmente está claro que no se ha dejado "reposar" el texto durante un tiempo, para en una posterior lectura crítica corregirlo, mejorarlo, etc. Prueba de ello es alguna falta de ortografía, como hervívoro, o la confusión de términos diferentes pero fonéticamente idénticos, como deshecho y desecho.

Sin duda, del texto lo que mayor interés puede despertar en la gran mayoría de lectores son, en primer lugar, las interioridades más o menos escabrosas de la política en general y del Partido Popular en particular; en segundo lugar, la radical crítica del nacionalismo (especialmente del catalán) y del gobierno de Sánchez y sus adláteres; y por último el análisis de la crisis existencial que padece España. No se trata de temas baladíes, pero no son los únicos; quizá, si analizamos la obra a fondo, ni siquiera los más interesantes.

Retrato de una casta

La crónica de las experiencias acumuladas por la autora como diputada del Partido Popular desde 2019 es la materia que ocupa más espacio. En la medida en que podemos juzgarlo desde fuera, se trata de un relato sincero y honesto, veraz en cuanto lo permite una inevitable y muy vigorosa subjetividad. El retrato de la política española y occidental en general que surge de estas páginas es descorazonador. La Sra. Álvarez de Toledo habla de una declinación de España, elegante término del Siglo de Oro piadosamente empleado por no decir algo peor. La autora se centra en España, pero sin hacerse ilusiones sobre las circunstancias en otros países: 

Brutal o estúpido son adjetivos precisos para este momento político español. Y no sólo español. La política a nivel mundial se ha degradado. Se ha hecho tosca, zafia y pueril. Los partidos no son los únicos culpables, por supuesto. Para comprobarlo basta encender la televisión, cualquier canal, público o privado. 
A los que teniendo el mandato democrático han hecho de la brutalidad y la estupidez una consigna. La brutalidad polariza: indigna, calienta y moviliza. La estupidez facilita la tarea de transmitir mensajes en un ecosistema dominado por el emoticono y el tuit. 

Es decir, la decadencia no es sólo española, es occidental: en este aspecto la visión de la autora es casi sprengleriana. España aparece como caso ejemplar y particularmente agudo (por lo tanto también especialmente inquietante) de un fenómeno universal que desborda el ámbito estrictamente político y afecta a la totalidad de la vida pública. De hecho, Cayetana Álvarez de Toledo ve en la crisis política una crisis moral. La crónica de sus desventuras ilustra esta situación. Frases como todo el proceso conspira contra el mérito y a favor de la mediocridad o son políticos de los que no se recuerda ninguna idea original o valiosa, pero que acaban imponiéndose por la pura fuerza de su ambición referida a sujetos irresponsables y tiránicos, dan una imagen tan áspera como desnuda de los partidos y la vida política españoles. 

Albert Rivera. © 2006 by Ciutadans.Albert Rivera. © 2006 by Ciutadans.

Los personajes que desfilan por el libro son concreciones paradigmáticas de este estado de cosas. Se trata de sujetos sin verdadera relevancia personal, su interés reside en su ejemplaridad. Con punzante lucidez, pero sin animadversión y reconociendo siempre sus virtudes si tienen alguna, aparecen retratados políticos de diversos partidos e ideologías, la mayor parte de los cuales se asemeja en lo fundamental: su ineptitud, su pequeñez y sus pocos escrúpulos. Frente a ello la posición política aparece como secundaria, a menudo sólo como pretexto. Aunque la Sra. Álvarez de Toledo ni siquiera lo insinúa, la conclusión a la que llega el lector es que en este contexto individuos y posiciones políticas son intercambiables.

Albert Rivera no era un intelectual, desde luego. Y ya jugaba a muchacho de barrio, yerno ideal. Y más adelante: Quería ser un líder nacional, incluso presidente del Gobierno

tenía grandes cualidades para el liderazgo -carisma, retórica, valentía- pero era un mal estratega y tenía una querencia por la política pequeña. El tiqui-taca de los tácticos.

Es difícil definir a este personaje de modo tan acertado en tan pocas palabras y con tanta ironía. Estilísticamente es notable el modo en que se da por acabada la carrera política del mentado refiriéndose a él sólo en pretérito. Retratos como éste hay más de uno. Especialmente escalofriante es la referencia a Fran Hervías, en la que se cita como fuente un texto de Xavier Pericay. Hervías, primero en Ciudadanos y ahora en el Partido Popular, se jacta de no leer libros y sabotea por peligrosos a políticos que los lean o, todavía peor, los escriban. 

Pablo Casado es uno de los personajes centrales en este recorrido por el panorama político español. Definido como camaleón sentimental, es presentado tanto con rasgos poco halagadores como con otros muy favorables. Al final lo que queda es la decepción de la autora respecto al dirigente popular. El lector tiene ante sí a un hombre simpático pero inconsecuente, quizá bienintencionado pero por encima de ello oportunista, débil, poco inteligente, inconsistente, errático, en una posición y con unas ambiciones que le quedan muy grandes. 

Teodoro García Egea. © 2019 by El Mundo.Teodoro García Egea. © 2019 by El Mundo.

Pero tal vez el personaje del Partido Popular que sale peor parado sea Teodoro García Egea, que hace el papel de una vanidosa y ramplona eminencia gris, intrigante, déspota y muy poco inteligente. También hay, desde luego, figuras menos nefastas e incluso algunas muy positivas, pero éstas últimas siempre en posiciones secundarias y poco influyentes. La consecuencia de la mediocridad y mezquindad en el centro-derecha es una política acomplejada, ineficaz, amoral, difuminada y cobarde, abocada al fracaso.

También el comportamiento de los medios de comunicación, que la autora conoce doblemente como periodista y como activista política, es objeto de análisis y de severa crítica por su papel en la degradación de la vida pública. Sin embargo, la Sra. Álvarez de Toledo cae aquí en una gruesa contradicción cuando por una parte condena prácticas irrespetuosas, intrigantes, sensacionalistas y, por otra, defiende un supuesto derecho democrático a insultar y a ofender públicamente. Este doble rasero llega a un límite insoportable cuando reclama el derecho democrático a ofender e inmediatamente después recrimina a Donald Trump un discurso ofensivo

Rodrigo Rato. © by EFE.Rodrigo Rato. © by EFE.

En el mismo contexto también llama mucho la atención lo puntillosa que se muestra la autora en relación a las acusaciones contra políticos del Partido Popular implicados en casos de corrupción. Aquí la Sra. Álvarez de Toledo exige una tan estricta observancia del principio de presunción de inocencia, que prácticamente restringe en exceso la libertad de expresión e información. Desde luego no se puede tolerar la calumnia o el linchamiento mediático, pero tampoco caer en el formalismo algo fariseo de la autora. Su blandura y apenas disimulada simpatía por un personaje como Rodrigo Rato perjudica seriamente la credibilidad del enfático discurso ético que recorre todo el libro.

Populismo e identitarismo

No sólo la degradación de los mecanismos de la vida política y la mezquindad y mediocridad de sus actores aparecen como causa de la declinación deplorada por la autora. También los contenidos de la vida política están corruptos. Una corriente de identitarismo contamina buena parte de la política y halla su expresión en el populismo izquierdista y en el nacionalismo. El identitarismo que la Sra. Álvarez de Toledo reconoce en las políticas de los partidos españoles de izquierda choca frontalmente con sus propios principios ideológicos. En realidad, la actitud de Cayetana Álvarez de Toledo no es contraria a la izquierda en general, sino a una izquierda determinada: la que nosotros, para hacernos entender, llamaríamos "neoizquierda" (la autora no emplea este término), corriente cada vez más hegemónica en su segmento ideológico desde el final de la Guerra Fría. Para Cayetana Álvarez de Toledo esta "neoizquierda" traiciona los principios de la izquierda tradicional no totalitaria. Tácitamente muestra aprecio por esta última y reconoce la necesidad de su existencia. 

La que nosotros denominamos "neoizquierda", en cambio, asume los peores vicios del totalitarismo marxista, pero renunciando a sus principios sociales, suplidos por un identitarismo de género, de raza, etc. que en el fondo no sería más que una hoja de parra para tapar la vergüenza de una desnudez de todo programa consistente. En lo fundamentalmente político su diagnóstico de las deformaciones de la izquierda no se diferencia demasiado del que hace de la derecha: el mismo mal en dos variantes. Ahora bien, en la neoizquierda española aparece un factor que falta en la derecha representada por el Partido Popular y que la pervierte de modo más grave: el populismo. Frente a este fenómeno, que Cayetana Álvarez de Toledo considera tal vez como el mayor mal político posible (fracaso de la democracia lo llama), su actitud es irreductible. Los responsables de este populismo son figuras como Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Pablo Echenique, Irene Montero, José Luis Rodríguez Zapatero, etc. La crónica de sus dislates ejemplifica y define su posición ideológica. Tanto ellos como quienes facilitan por medio de estratagemas sus abusos de poder (p. ej. Meritxell Batet), comparten un rasgo fundamental: un uso sistemático de la mentira como recurso político.

Cataluña y el nacionalismo

El otro gran problema que la autora señala como intensamente destructivo es el nacionalismo y muy especialmente el nacionalismo catalán. Pese a haber pasado en Cataluña solamente algunos intervalos de tiempo no excesivamente largos, Cayetana Álvarez de Toledo ha sabido captar la naturaleza del nacionalismo catalán, los mecanismos que lo articulan, las fuerzas que lo mueven, las facetas y matices que lo configuran. 

Sin duda sus páginas sobre el nacionalismo en general y particularmente en Cataluña son las más esclarecedoras y acertadas del libro, y no sólo de él: estamos ante un retrato extraordinariamente lúcido y también ante un urgente toque de alarma que llama la atención sobre los inmensos peligros que todo nacionalismo conlleva. En este sentido, el texto resulta "revolucionario" y heterodoxo en el ámbito de los partidos Popular y Socialista, un medio en el que respecto al nacionalismo el consenso del que surgió la Constitución ha derivado en una praxis mitad oportunismo complaciente y mitad estrategia del avestruz. Este híbrido ha permitido que cáncer de la democracia, como llamó al nacionalismo Aleix Vidal-Quadras, se hipertrofie libremente y dé lugar a un conjunto de metástasis sociales y políticas, desde el nacionalismo españolista de Vox hasta delirantes formas de racismo catalanista. 

La Sra. Álvarez de Toledo presenta esta situación por medio de ejemplos y de la crónica de su actividad política en Cataluña. Muy inquietante es el modo en que el ideario nacionalista se infiltra en las actitudes incluso de aquéllos que, en teoría, se oponen a él, como en el episodio en el que la diputada popular Dolors Montserrat manda a callar a la autora cuando ésta opina sobre el primer "referéndum" independentista de 2014 aduciendo que no es catalana. O la crítica de Josep Bou, concejal popular de Barcelona, a la candidatura de Álvarez de Toledo al Congreso por esa provincia:

Los catalanes queremos gente de casa y ella no era la mejor persona para hacer proselitismo entre los electores de Cataluña. 
El PP tiene que tener gente de aquí, que sea catalana, que tenga apellidos catalanes y que hable en catalán.
Podía servir para Madrid, Ciudad Real o Toledo. 

A lo que la autora comenta: Lo de Toledo sería por mi apellido, olé.

Consecuencia de su profundo entendimiento del nacionalismo y su peligrosidad, es la empatía que Álvarez de Toledo muestra hacia el amplio sector de ciudadanía no nacionalista en Cataluña. También aquí evidencia unas dotes de observación y una comprensión de las desventuras del ciudadano anónimo desgraciadamente nada habituales en los grandes partidos tradicionales.

Una de las consecuencias más nefastas de la evolución política en Cataluña es, según la autora, el contagio del identitarismo y del separatismo, originariamente nacionalista, a otros campos sociopolíticos, así como la propagación a otras corrientes ideológicas de su hostilidad contra el orden democrático constitucional establecido por medio del consenso cívico tras la muerte de Franco. Esto es, en realidad, un desarrollo lógico a partir del hecho de que en Cataluña 

del nacionalismo franquista se pasó, prácticamente sin solución de continuidad, al nacionalismo de Pujol. 

Esta observación, del todo exacta, implica indirectamente una conclusión muy inquietante que la autora, curiosamente, no considera: en Cataluña la Transición sufrió una atrofia que con el paso del tiempo se ha ido agravando continuamente.

Irreal, en cambio, es su afirmación de que 

hubo un paréntesis, unos años de efervescencia durante la Transición, cuando Cataluña se convirtió en centro de la libertad en España y referencia cultural de toda Iberoamérica

 o la mención de una Barcelona efervescente y libérrima en los últimos años del franquismo. Se trata de asertos tan extendidos como poco fundamentados y que requieren una rectificación: tal auge existió, pero se limitó a muy poco más que la ciudad de Barcelona y allí a círculos minoritarios, mientras la masa de la población permanecía ajena y el extendidísimo nacionalismo españolista iba siendo reemplazado por el catalanista.

En todo caso, el nacionalismo pierde su sentido por su propia acción paralizadora, autodestructiva, su tendencia a la irrelevancia, al suicidio. En una sensata observación acerca del idioma, Cayetana Álvarez de Toledo formula un principio en el que, de modo positivo, resalta la superioridad ética de la unión frente a la disgregación nacionalista y, de manera implícita, la existencia de una jerarquía cultural: 

Una koiné —sea la que sea, y la española podría haber sido otra pero es el castellano— tiene un valor del que carece una lengua minoritaria. El valor moral de facilitar el contacto, la comunicación, la comprensión mutua entre los hombres. De hacer de muchas tribus una comunidad.

"Guerracivilismo", totalitarismo y constitución

Las distintas formas de identitarismo y separatismo tanto social (idea tomada de Emmanuel Macron) como nacionalista tienen su efecto más perverso en el guerracivilismo. Éste es presentado, por una parte, como reedición artificial, anacrónica y falaz de un enfrentamiento ideológico y civil desarrollado en un contexto totalmente ajeno a la realidad contemporánea y, por lo tanto, obsoleto; y por otra, como una falsificación de la historia para negar la autenticidad de la Transición como proceso en el que tal conflicto quedó definitivamente superado por la libre voluntad de la ciudadanía, plasmada legítimamente en la Constitución vigente. Estamos pues ante una maniobra que, mediante acciones como la redacción de la ley de memoria democrática, (lo más franquista que se ha visto en España desde Franco), la exhumación del cadáver de Franco 

en plena campaña electoral, Sánchez se dio el gusto ideológico y, sobre todo, propagandístico de retirar los huesos de Franco del Valle. Se los llevó en helicóptero, ante cientos de cámaras, y yo sólo podía pensar en Berlanga,

etc. busca provocar una discordia que sitúe a la "neoizquierda" y los nacionalistas-separatistas en una falsa posición de superioridad moral.

Para Cayetana Álvarez de Toledo esta cesura sólo puede superarse tomando consciencia del significado histórico de la Transición y de su carácter irreversible. Es necesario recuperar el espíritu de la Transición, crear un centro político y lograr en torno a él un consenso constitucionalista. El concepto de centro no es empleado en el libro en su sentido convencional como punto medio en un eje que va de izquierda a derecha o viceversa, sino como núcleo de aquellas fuerzas políticas y, aún más, de ciudadanos que, desde diferentes posiciones ideológicas reconocen en la Constitución la expresión de unos valores políticos que deben ser defendidos para garantizar un marco fundamental, sin el cual la nación y la ciudadanía están abocadas al fracaso colectivo, con los efectos sobre el individuo que ello implica. El guerracivilismo, el identitarismo, el nacionalismo, en cambio, aparecen como sendas hacia el totalitarismo y la destrucción.

Notas

Cayetana Álvarez de Toledo, «Políticamente indeseable», Barcelona: Ediciones B, 2021, 520 páginas. ISBN 978-8466669993

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