España - Asturias

Intertemporal Adriana

Samuel González Casado
viernes, 4 de febrero de 2022
Ermonela Jaho y Alejandro Roy © 2022 by Ópera de Oviedo Ermonela Jaho y Alejandro Roy © 2022 by Ópera de Oviedo
Oviedo, domingo, 30 de enero de 2022. Ópera de Oviedo. Cilea: Adriana Lecouvreur. Ópera en cuatro actos con música de Francesco Cilea y libreto en italiano de Arturo Colautti, sobre el drama homónimo de Eugène Scribe y Ernest Legouvé. Estrenada en el Teatro Lírico de Milán, el 6 de noviembre de 1902. Dirección de escena, Rosetta Curzi. Escenografía, Tiziano Santi. Figurinista, Claudia Pernigotti. Luminotecnia, Daniele Naldi. Coreografía, Luisa Baldinetti. Video, Roberto Recchia. Coproducción entre la Ópera de Oviedo, el Teatro Comunale di Bologna y Sydney Opera House. Elenco: Ermonela Jaho (Adriana), Nancy Fabiola Herrera (Princesa de Buillon), Alejandro Roy (Maurizio), Luis Cansino (Michonnet), Felipe Bou (Príncipe de Buillon), Josep Fadó (Abate di Chazeuil), Carlos Daza (Quinault), Albert Casals (Poisson), César Baragaño, Senén Menéndez (un mayordomo), Cristina Toledo (Mademoiselle Jouvenot), Marifé Nogales (Mademoiselle Dangeville), Luisa Baldinetti (bailarina), Davide Riminucci (acróbata). Dirección de coro: Pablo Moras. Coro Titular de la Ópera de Oviedo. Orquesta Oviedo Filarmonía. Dirección musical: Daniele Callegari. Ocupación: 95 %.
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La tercera función de Adriana Lecouvreur en la Ópera de Oviedo fue una ocasión estupenda para reencontrarse con esta ópera, un perfecto ejemplo de estilo verista cuya elaboración e inspiración muestran un talento poco común para conmover desde elementos perfectamente previsibles por cualquier aficionado. Casi toda la música de esta ópera recicla variadas fuentes y se recicla a sí misma con admirable habilidad, y esta probablemente es la clave de su éxito.

Esta versión se movió en unos términos en los que predominó una medianía más que loable, tanto en lo visual como en lo vocal. 

Nada me pareció completamente redondo, perfecto o brillantísimo en su conjunto; y sin embargo, mucho de lo que se puede analizar aquí mostró determinados momentos de mucha calidad, que se sumaron a unas bases funcionales que fueron superándose según la representación avanzó. 

La historia se desarrolló en cuatro épocas diferentes, y cada acto mostró elementos típicos de los siglos xviii y xix y de los años 20 y 70 del siglo xx.

Adriana Lecouvreur, producción de Rosetta Curzi. © 2022 by Ópera de Oviedo.Adriana Lecouvreur, producción de Rosetta Curzi. © 2022 by Ópera de Oviedo.

Esto ocurrió desde un proceso de estilización y simplificación: de los elementos mecánicos de los dos primeros siglos a la desnudez escénica, con silla y focos, del último, pasando por un club en el que la protagonista iba ataviada como Sarah Bernhardt, que incluía proyecciones de los principios cinematográficos.

Adriana Lecouvreur, producción de Rosetta Curzi. © 2022 by Ópera de Oviedo.Adriana Lecouvreur, producción de Rosetta Curzi. © 2022 by Ópera de Oviedo.

Todo esto sirvió de homenaje al mundo de la interpretación a través de los siglos, y fue aportando modernidad al personaje principal, hasta el punto de que el último acto dio a entender que toda la historia pudo haber sido un ensayo, o quizás un delirio, de una actriz contemporánea. De hecho, Adriana canta su dúo final con Maurizio sin que este aparezca en escena y mientras interactúa con Michonnet, lo cual traslada la visceralidad del evento a un plano intelectual que pienso no termina de funcionar, pese a la indiscutible entrega de Ermonela Jaho.

Vocalmente el asunto llegó a buen puerto con matices: las posibilidades de Jaho no pasan por la inmediatez o potencia en el centro y el grave, que es algo que exige el papel. La soprano, sin embargo, pudo superarlo más o menos gracias a su experiencia y al sacrificio de la ortodoxia en la posición en ciertos momentos, lo cual implicó cierto peligro vocal. No creo que Ermonela Jaho deba frecuentar este repertorio, aunque imagino que siente esa necesidad.

Por otro lado, es evidente que, en esta ópera, los lugares donde ella puede destacar son muchos: su capacidad para elaborar artísticamente el discurso musical es evidente, y la organización del centro-agudo, impecable, lo que le permite unos pianos canónicos que regaló con generosidad, pero no desordenadamente. Sus arias sonaron rigurosamente planificadas, sobre todo Poveri fiori (le va mejor). 

Ermonela Jaho. © 2022 by ópera de Oviedo.Ermonela Jaho. © 2022 by ópera de Oviedo.

Su capacidad dramática en la extensa agonía de su personaje fue digna de encomio, ya que sacrificó lo justo para poder remarcar algún efecto (afinación en alguna frase desesperada); todo lo demás se transmitió desde su capacidad musical y desde una impresionante labor de actriz, lo que conectaba con las ideas principales de la directora de escena. Cantar un dúo sin el partenaire cerca y echarse sobre los hombros todo el asunto es una labor muy dura que la soprano albanesa realizó con absoluto convencimiento.

Destacó el Michonnet repleto de matices de Luis Cansino, en el que en mi opinión fue el mejor desempeño global de todo el reparto, ya que fue capaz de transmitir la tristeza y desesperación del personaje desde la elaboración del propio canto, sin salirse de un guion que da para mucho en artistas creativos como él. 

Alejandro Roy exhibió un estupendo sonido que es su gloria y a la vez probablemente parte de su desdicha, ya que el hieratismo con que llevó a cabo su desempeño llegó al punto de crearme problemas para disfrutar de ese poder vocal, lo que demuestra una vez más que la técnica está en la flexibilidad que a uno le permita recrear artísticamente algo. La seguridad que exhibe Roy en un papel que —cierto es— resulta algo monolítico vocalmente debería empujarlo para ir consiguiendo otros logros igualmente necesarios en su profesión.

Nancy Fabiola Herrera no me convenció como Princesa de Buillon, esencialmente porque es una mezzo con los típicos desequilibrios en la tesitura (la zona más útil está claramente restringida), lo que provoca lo de siempre: problemas para preparar los pasos, desigualdad en el volumen, falta de proyección, y graves y agudos poco útiles. Fuerza en muchos momentos dramáticos y da la sensación de que eso va a pasar factura, si no lo está haciendo ya. Sí debe reconocerse el partido que saca a lo que tiene, y que es una cantante entregada hasta el punto de crear un personaje convincente en sus contradicciones.

Adriana Lecouvreur, producción de Rosetta Curzi. © 2022 by ópera de Oviedo.Adriana Lecouvreur, producción de Rosetta Curzi. © 2022 by ópera de Oviedo.

Entre el resto del reparto, siempre suficiente, me gustó especialmente el abate de Josep Fadó, cantado con buena técnica. Acróbatas (para el ballet del tercer acto), orquesta, coro y director desempañaron su labor loablemente, en una versión puntillosa en cuanto al acompañamiento a los cantantes en la que se consiguió más colorido que contundencia dramática. La orquesta siempre sonó bien equilibrada y caracterizada, y su transparencia hizo que el público pudiera disfrutar con muchos detalles a veces no muy presentes en otras versiones más rotundas

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