España - Cataluña
El sombrío juego de la vida
Jorge Binaghi

Volvió la conocida e hiperclásica producción de , muy vistosa y del agrado del público, y también del mío aunque reconozco que es puro decorado, pero lo que se hace pesado es el cambio de escenas en el último acto y los dos intervalos (necesarios, pero no tan largos). Los cantantes quedan librados a sí mismos. Agréguese que ha habido algunos cambios de importancia (inevitables en la situación actual) y que en mi caso algún elemento de un reparto pasó a otro, así que lo importante es que se haya podido respetar el calendario.
Aunque los pisos superiores no parecían muy
concurridos, hubo bastante buena asistencia para una ópera que si bien es
reconocida como una de las obras maestras del género no tiene el ‘gancho’ de
otros títulos (no es, lamentablemente, el repertorio ruso y en general eslavo
una prioridad del público del Liceo ni de sus programadores, salvo raras
excepciones).
El coro sonó inexplicablemente débil en el primer acto,
pero más aún el coro de niños ’Veus’ de Granollers (dirigido por Josep Vila i
Jover) que ha actuado otras veces en el Liceu. Por suerte a partir del segundo
acto las cosas mejoraron para el primero.
La orquesta tuvo una buena actuación y la labor de
Las dos Condesas fueron, de lejos, lo mejor de ambos
repartos. Distintas entre sí, más ‘estatuaria’
Lisa es un gran personaje (cualquier día nos cambian el texto de su parte porque hoy puede parecer sumamente machista). Aunque la voz de sigue sin convencerme por su vibrato, también debo decir que en su caso es la vez que la he visto mejor, y también es una correcta actriz. Tal vez no lo sea por falta de tablas , que en cambio la supera vocalmente, aunque hacia el final de la función tendía al grito.
Hay mucha voz masculina y las partes menores (pero no
fáciles) cumplieron con solvencia. Los dos barítonos (o sea cuatro) estuvieron
bien con algunas diferencias. El Tomski de Golinski resultó más elegante en
canto y escena que el de Hakobyan, incluso en el personaje de la pastoral (que
por suerte sigue siendo eso). Si el joven Zhilikhovsky fue un príncipe ideal
por figura y buen canto (obtuvo un ‘bravo’ no muy sonoro de Anna
En la pastora Prilepa ambas intérpretes estuvieron bien:
más ligera e ‘ingenua’ Sáenz, de mayor densidad Gancedo. El pastor respectivo,
que se notó más en la parte de Polina, estuvo encarnado por una Faus de color
más oscuro que Belkina, quien sin embargo demostró mayor frescura en toda su
interpretación. Mucho aplauso del público, en especial al final.
Comentarios