Entrevistas
José Manuel Montero: "mi carrera es parte de mi vida, pero mi vida no es mi carrera"
Ruth Prieto

El tenor madrileño José Manuel Montero estudió canto en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid con Pedro Lavirgen. En 1992 fue becado por la Musikhochschule y la Opernschule de Múnich, tras lo cual ha desarrollado gran parte de su carrera en Alemania como miembro de los elencos de la Bayerische Staatsoper de la capital bávara, la Staatsoper de Hannover y las óperas de Kiel, Wuppertal y Gelsenkirchen. Su repertorio ha abarcado los roles de Belmonte de Die Entführung aus dem Serail, Don Ottavio de Don Giovanni, Tamino de Die Zauberflöte, Don José de Carmen, Rodolfo de La bohème, Pinkerton de Madama Butterfly, Narraboth de Salome, el cantante italiano de Der Rosenkavalier, el Barón Tzupanen de Die Gräfin Mariza, Tom Rakewell de The Rake’s Progress, así como Fernando de Doña Francisquita, Gustavo de Los gavilanes y Miguel de La del soto del parral. Recientemente ha incorporado los roles de Herod de Salome, Aegisth de Elektra y Mime de Siegfried.
Ha participado en Parsifal (2001) y The little sweep (2008) en en el Teatro Real de Madrid al que regresa el próximo miércoles 16 de febrero de 2022 para participar en el estreno de El abrecartas, la ópera póstuma de Luis de Pablo (1930-2021), bajo la dirección de Fabián Panisello. Basada en la novela homónima de Vicente Molina Foix y ambientada en la España de comienzos del siglo XX, la obra sube al escenario a personajes históricos como Federico García Lorca, Vicente Aleixandre y Miguel Hernández, entre otros. El tenor José Manuel Montero encarna a Rafael González Sanahuja, testigo y memoria de la historia, que narra este relato. Hay programadas seis funciones de esta obra coral que representa la última etapa compositiva del desaparecido compositor bilbaíno.
Ruth Prieto. ¿Qué puede comentarnos sobre el estreno de El abrecartas y de su papel en la obra?
José Manuel Montero. Es la última ópera del compositor quien lamentablemente falleció antes de ver el estreno. Está basada en la novela homónima de Vicente
Yo interpreto a Rafael González Sanahuja, un amigo de la niñez de Lorca. La obra da comienzo evocando los juegos que durante la niñez compartieron en Fuentevaqueros, “el juego de los lobicos”; con posterioridad, Rafael, que sueña con emular a Federico como poeta, se va distanciando cada vez más, reclamando un lugar propio en ese mundo de la Generación del 27 que aparece en las primeras escenas de la obra, y al que, en realidad, se siente completamente ajeno. Rafael muere, finalmente, en el frente de Teruel, durante la guerra.
En la concepción que hace de la obra Xavier Albertí, Rafael imagina todo lo que sucede en el escenario hasta su muerte. Es una recreación de lo que fue. Toda la acción que vemos ocurre dentro de su cabeza, la realidad que se nos presenta no es tal, sino que es la interpretación que de dicha realidad queda en su recuerdo.
El personaje es muy atormentado, el principio es muy evocador, pero el final de la primera escena desvela la tormenta que anida en su interior: él se siente alejado del mundo del que procede, ha frustrado, de alguna manera, las expectativas de su padre, todo lo cual le causa una amargura indisimulable. Se siente ninguneado por Federico, que ni lo reconoce cuando pasa a su lado, y a la vez frustrado porque no logra el reconocimiento deseado como poeta.
Todo esto se refleja en la escritura vocal y en la expresividad, donde se alternan momentos de reflexión íntima con desahogos exacerbados, pasajes que van del pp al ff en una misma palabra.
Es exigente, sobre todo por el expresionismo de la línea vocal, de mucho dramatismo, con la que me siento, he de decir, muy a gusto.
Muchas veces la gente me dice que la música actual no es accesible para el público, ¿qué piensa usted de esto?
Bueno, creo modestamente, que este tema es extensible al conjunto de todas las manifestaciones artísticas, a excepción de la literatura, y es por la sencilla razón que la creación de lenguajes cada vez más personalizados, desde las vanguardias, ha llevado a una incomprensión de la obra por parte del público en general. En la literatura eso no se ha producido por el simple hecho de que una obra que se escribiese en un lenguaje ininteligible sencillamente no se leería.
Con la música ocurre otro tanto: aunque podemos pensar que la música produce una impresión que recibimos pasivamente, si queremos aceptar este aserto, no deja de hacerlo en función de unos códigos a los que estamos acostumbrados, o educados, si lo prefiere, y en tanto la música se aleja de esos códigos, deviene más incomprensible, lo cual produce un alejamiento del gran público. Eso es así, me temo.
El reto del compositor es, como el de otros creadores, de qué forma manifestar su originalidad sin que el que escucha decida que aquello no tiene sentido. No es fácil.
En febrero interpreta música contemporánea de De Pablo y en marzo estará usted en el Gran Teatro de Córdoba con Arturo de Lucia di Lammermoor. ¿Qué puede comentarnos de este papel en una ópera tan diferente?
(Risas) Sí, es un poco como el día y la noche. No solo por el lenguaje musical, sino por los requerimientos vocales de ambos personajes: Rafael es un registro muy central, de tenor dramático, Arturo es un tenor lírico que canta en el pasaje todo el tiempo, si bien es un papel breve. Evidentemente requiere de un proceso de gimnasia vocal para poder afrontarlo con garantías. Es un poco el juego de equilibrios al que uno se enfrenta cuando se posee una voz que no se encuadra en los esquemas al uso: tienes muchas posibilidades expresivas, pero requiere de una disciplina de trabajo muy severa.
Tiene usted un repertorio inmenso que va desde el barroco, a la música contemporánea pasando por el lied, la opereta y la zarzuela, ¿dónde se encuentra más a gusto?, ¿qué prefiere?
Sí, el repertorio por el que ha transcurrido mi carrera es rico y variado, fruto de una voluntad de trabajo incansable, de una evolución vocal sin sobresaltos y de la fortuna, que ha puesto en mi camino a lo largo de los años a personas que han sabido orientarme y animarme a afrontar retos vocales que, lejos de perjudicar las cualidades del instrumento, han conseguido el desarrollo vocal e interpretativo que se requiere para enfrentarse a esta diversidad de estilos.
Hoy reconozco que la voz se encuentra “en su salsa” en el repertorio de lied y en los roles de carácter de las obras de finales del XIX y principios del XX… es en donde puedo jugar con más matices y colores vocales, con recursos interpretativos acumulados a lo largo de 32 años encima de los escenarios…
¿Qué papel o proyecto todavía no le han ofrecido que le gustaría?
No lo he pensado. Hay personajes como el Loge, en Rheingold, de Wagner, que, después de prepararlos, se quedaron en el tintero, como se suele decir, por circunstancias que todos conocemos. O algunos ciclos de lied que me gustaría poder interpretar, de Loewe, Mahler, Wolf. Pero el repertorio es inmenso y a la postre, los programadores, si salimos de los grandes ciclos, dejan poco espacio para programas menos conocidos.
En España hay una tendencia a programar siempre a los mismos autores, pasa lo mismo con los cantantes, ¿se llama siempre a los mismos?
Es cierto que existe una reticencia a salirse del “repertorio”, como se suele decir, por miedo a que el público no vaya a los teatros, a las salas. Creo que los espectadores están más abiertos a otros repertorios, al menos una parte, de lo que se piensa.
Yo tuve la fortuna, por ejemplo, de participar durante años en las temporadas del Maestranza, en Sevilla, en obras de Wagner, Zemlinsky, Janáček, que se consideraban apuestas “arriesgadas”, y fueron verdaderos éxitos, aunque es cierto que el teatro no estaba lleno en todas las funciones. Creo que debiera haber una voluntad “educativa” por parte de los programadores a la hora de ofrecer un repertorio más amplio.
De los cantantes, supongo que el mercado funciona como funciona, y eso no hay quien lo cambie (risas). Seguimos sintiendo, a mi modo de ver, una fascinación excesiva por todo lo que viene de fuera, y a veces, no se presta la debida atención a la valía de los profesionales españoles.
Después de tantos años en Alemania, ¿cómo se le ocurrió volver a España?, ¿echa de menos Alemania?
Bueno, fue una decisión familiar. Mi mujer y yo decidimos que nuestros hijos tuviesen raíces aquí, y eso condicionó llegado el momento nuestra vida y mi devenir profesional. Yo tuve que renunciar en un momento dado a dar un salto mayor en mi carrera, como lo había hecho mi mujer también al decidir tener hijos, pero a cambio disfruto de una situación emocional muy estable y una riquísima vida privada, que me permiten estar un poco blindado contra los altibajos de la vida de artista.
Como me gusta decir, “mi carrera es parte de mi vida, pero mi vida no es mi carrera”.
¿Qué si echo de menos Alemania? ¡Cada día! No solo la vida musical, que es completamente diferente, empezando por el hecho de que la música forma parte de la cotidianeidad, algo impensable en estos lares, pero también por la vida cultural en general, en la que nosotros vivíamos inmersos, los amigos, las costumbres, ihr seid total verdeutsch, como nos decían, “estáis completamente germanizados”, pero no se puede tener todo en esta vida! (risas)
Aun así, mantengo un pie allí todavía, lo cual me permite poder mantener saciada una cierta sentimentalidad.
¿Está siendo difícil mantener una carrera de freelance con la pandemia?
Sí, sin duda. Yo comencé la temporada con la cancelación de mi participación como Truffaldino en El amor de las tres naranjas, en Kiel, y luego he tenido cancelaciones en Estrasburgo, Lyon, Ginebra, Munich… El tema de recitales y conciertos, sobre todo en el ámbito de la promoción privada está todavía bastante en coma, y sin visos de resurrección pronta y con criterio, si bien, es cierto que mi situación personal, mi doble vida como agrotenor, (risas), me permite afrontar las malas rachas con bastante tranquilidad.
¿Cómo compatibiliza su vida de agricultor con la de tenor?
Con mucho trabajo, esfuerzo, ilusión y disciplina, todo en su justa proporción, (risas).
Es una actividad que, de alguna manera, me reconcilia con la vida, cuando me bajo del escenario. La vida de artista está sujeta a muchas tensiones, presiones, estrés, etc…y para mí la agricultura es una válvula de escape, soy una persona muy unida a la naturaleza, a la tierra, y el campo me permite encontrarme conmigo mismo todos los días.
Luego, además, una vez que te metes de lleno, te proporciona también un mínimo colchón de estabilidad, que te hace ver el futuro con una cierta perspectiva.
¿Cuáles son sus próximos proyectos?
Pues en marzo cantaré el Arturo de Lucia di Lammermoor en el Gran Teatro de Córdoba, hay un Poulenc por ahí por confirmar, y proyectos pedagógicos como un curso de Interpretación de Lied, en el Conservatorio Profesional Teresa Berganza, aquí en Madrid, en abril, otro en el Conservatorio Profesional de Córdoba sobre repertorio alemán, también en abril, y algunos conciertos aún por confirmar, si Dios y el covid lo permiten.
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