Reino Unido
Transópera
Agustín Blanco Bazán

The Warehouse es uno de los tantos depósitos
industriales remodelados en Londres para contener espectáculos artísticos
diversos. En este caso se trató del octavo Festival of American Music
organizado por la talentosa Odaline de la Martinez. al cual acudí movido por el
interés en una novedad, nada menos que una transópera. Y sí, “transópera” es un
término que acabo de inventar para As one. Se trata de un experimento
escénico de una hora y quince minutos de duración en el cual “Hanna antes”, el
chico que debía ser perfecto en machismos varios, intercambia reflexiones con “Hanna
después”, la chica que salió de este varón cuando él se decidió a cambiar de
sexo… ¡pero qué digo!, a transformarse
en trans, adquiriendo con ello una
entidad independiente del conflictivo dualismo hombre-mujer al que nos tienen
acostumbrados.
Trans es en esta ópera algo así como todo en uno, y de allí el título en inglés con que la compositora Laura Kamisky y sus libretistas afirman una propuesta tan ardua como bien desarrollada: la naturaleza humana es un neutro que supera dualidades para trascender a una vitalidad tan plena como solitaria: “La naturaleza no son nuestros deseos. La naturaleza es como es”, concluye Hanna después al refugiarse en la soledad de una cabaña de Noruega luego de haber recorrido con el público las estaciones de una vida difícil de varón que quiere dejar de serlo, pero no necesariamente para ser hembra. En realidad no sabe qué va a ser, pero, de esto estamos seguros, será el mismo ser humano, antes con voz barítono y ahora con voz de mezzo.
Las estaciones del tránsito de Hanna comienzan con el joven deportista que poco a poco va descubriendo su incomodidad entre los hombres. En su exploración, el momento más doloroso es el de una carta que el barítono escribe a sus padres excusándose de acompañarlos para la navidad, mientras comienza a ingerir pastillas y darse inyecciones. También hay momentos de peligro en esta evocación, por ejemplo la confrontación del trans con otro ser humano que busca un sexo que él/ella no sabe como brindar.
Esta versión londinense soluciona el mayor dilema dramatúrgico de la obra al incluir un solista de ballet encargado de representar el cambio de hombre a trans con una mímica que talentosamente llega más allá del texto. Sólo la danza y la música hacen de puente en una transformación que va más allá de la palabra cantada. El resto son excelentes videos, entre los cuales el más sugestivo es el de la naturaleza que acompaña la soledad del trans con la de fiordos, bosques y noches de aurora boreal. Finalmente Hanna después decide terminar con su soledad enviando postales con un nombre de mujer. Nunca hemos sabido como se llamaba cuando era hombre o algo por el estilo, porque, repito el libreto solo habla de Hanna antes y Hanna después.
Hanna antes fue interpretado
por Simon Wallfisch, un joven bariton
martin de voz firme y redonda. Similarmente convincente fue la mezzo Arlene
Rolph con su Hanna después.
Estos dos artistas desafiaron una escena casi vacía (solo dos sillas y algunos utensilios) con formidable talento actoral y pericia interpretativa de una partitura atractiva pero difícil, plagada de disonancias y con solo un cuarteto de cuerdas algo frágil para ofrecer un apoyo seguro a las líneas cantadas. De cualquier manera, la excelente Odaline de la Martinez se encargó de hacer resaltar con nitidez un pulso rítmico de convincente expresividad y transiciones a veces abruptas como por ejemplo algunos pasajes de intensos pizzicatos de violín seguidos de expansivas melodías de chelo. La obra progresa con crecientes obstinato hasta ese final maravilloso en que la naturaleza exterior de los fiordos noruegos consigue reflejar y a la vez influir en una naturaleza humana solitaria, más allá de cualquier género o prejuicio, pero siempre íntegra, en esa unidad a toda prueba aludida en el título de la obra.
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