Ópera y Teatro musical

El músico al que el franquismo condenó a vivir de tres mujeres

Xoán M. Carreira
viernes, 25 de febrero de 2022
Entre Sevilla y Triana © 2022 by Teatro de la Zarzuela Entre Sevilla y Triana © 2022 by Teatro de la Zarzuela
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El estreno de Entre Sevilla y Triana (1950) de Pablo Sorozábal en el Teatro de la Zarzuela vino precedido de una enorme expectación y las representaciones tuvieron un éxito espectacular por parte del público y una tibia recepción desde la crítica musical madrileña que se mostró propensa a considerar la obra una especie de 'perro verde' y/o a 'buscarle tres pies al gato'. Estas consideraciones sobre las rarezas de este sainete fueron alimentadas por el propio Teatro de la Zarzuela, tanto en la promoción de Entre Sevilla y Triana como en los dos artículos publicados en el programa de mano. 

Pero lo cierto es que poco o nada hay de extraño, raro o anómalo en la génesis, el sistema productivo, la difusión y la recepción de Entre Sevilla y Triana, obra que mereció el muy institucional Premio Nacional de Teatro de 1950. Lo cual excluye cualquier hipótesis de que el régimen autárquico y su censura viesen la menor brizna de anomalía en esta obra. 

Entre Sevilla y Triana fue la tercera colaboración entre Sorozábal y Luis Fernández de Sevilla, coautores de una serie de sainetes -Don Manolito (1943), La eterna canción (1945) y Entre Sevilla y Triana- con libretos de marcado carácter social, que seguían la moda de la narrativa y el teatro de la época, cuyos nombres más preclaros son Camilo José Cela, Carmen Laforet y Antonio Buero Vallejo, todos ellos autores premiados en su momento. 

«Entre Sevilla y Triana», régie de Curro Carreres. © 2022 by Javier del Real.«Entre Sevilla y Triana», régie de Curro Carreres. © 2022 by Javier del Real.

Como cabe esperar del género social, el argumento de este sainete transcurre en un barrio popular de una ciudad y abundan los apuntes de la vida cotidiana, presentados a modo de postal. Nada hay en el libreto -por otra parte- ajeno a las temáticas literarias de moda y mucho menos que pudiesen atentar contra la moral establecida en la España de los años 1940. Las madres solteras reivindicativas de su maternidad y de su derecho a la independencia pueblan la narrativa y la dramaturgia española de los cuarenta, sean las novelas 'importantes' o la literatura 'de quiosco', sean los dramas protagonistas de las temporadas teatrales, las radionovelas, las coplas o las novelas 'rosa'. 

Si Entre Sevilla y Triana no parece haber preocupado en nada a la censura teatral, era imposible que preocupase a la censura musical del franquismo, dado que esta nunca existió. Contradiciendo al muy difundido tópico, el régimen franquista nunca se ocupó de los gustos musicales, ni de los estilos compositivos. Durante la autarquía, época áurea de la Falange, tanto en plástica como en música las instituciones públicas propiciaron las estéticas modernas e incluso vanguardistas. El discurso institucional era que la abstracción pictórica era un invento español que se remontaba a las Cuevas de Altamira, y en música las programaciones institucionales mostraban una clara predilección por el estilo impresionista y consecuentes, y por los neoclasicismos, considerando a Hindemith y Stravinsky como las dos figuras máximas de la composición de la época. 

Desde esta perspectiva, Sorozábal era visto como un compositor excelente. Poco de fiar como ciudadano y como funcionario público, pero impecablemente moderno como artista que dominaba su oficio. Y Entre Sevilla y Triana es una muestra deslumbrante de oficio, sabiduría, ingenio, sentido del humor y alegría de vivir (estas últimas cualidades no eran precisamente una virtud para el franquismo, al igual que sucedía con el estalinismo). 

«Entre Sevilla y Triana», régie de Curro Carreres. © 2022 by Javier del Real.«Entre Sevilla y Triana», régie de Curro Carreres. © 2022 by Javier del Real.

Al igual que el resto de los sainetes de Sorozábal, especialmente a partir de La del manojo de rosas (1934), Entre Sevilla y Triana es un riquísimo mosaico en el que conviven fraternalmente los procedimientos de la 'alta' y la 'baja' cultura, que se visibilizan mediante el procedimiento del collage: en el momento más inesperado, a veces más 'inapropiado', surgen citas de Madama Butterfly, La verbena de la Paloma, El Holandés errante, El Barbero de Sevilla, La Revoltosa, La historia del soldado, y desde luego Katiuska, La del manojo de rosas y La tabernera del puerto. 

La jota es utilizada como vehículo de los sentimientos amorosos del protagonista, conforme a las tradiciones estamentarias del teatro lírico español, el pasodoble es interclasista y las música populares de difusión radiofónica son asumidas por los personajes cómicos, unos parias poco dados a distinguir entre los estilos nacionales y foráneos. 

La escritura vocal es primorosa, la orquestación magistral, los cantables exquisitos y la dramaturgia es redonda como no podía ser menos viniendo de D. Pablo Sorozábal. Una obra maestra sin paliativos a pesar de las cortapisas creadas por la deficiente producción de Curro Carreres en esta ocasión, quien ha demostrado que -al menos en esta ocasión- las buenas intenciones las carga el diablo ... 

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