Reportajes
UcraniaGuerra en Ucrania
Juan Carlos Tellechea
La pérfida guerra de Rusia contra Ucrania retrotrae a Europa a la era de la Guerra Fría, que se creía ya superada, y ha dejado obsoleto el orden de seguridad europeo, con consecuencias económico-financieras aún imprevisibles. El canciller alemán Olaf Scholz habla de un "día terrible para Ucrania y un día oscuro para Europa" y achaca al presidente ruso Vladimir Putin de estar “cometiendo un grave error con esta agresión suya -solo de él, no del pueblo ruso- que pagará muy caro“. “Esta es una guerra de Putin“, subraya Scholz.
Con los ataques de artillería y la invasión de las tropas y los carros de combate rusos a Ucrania en la mañana de este jueves 24 de febrero de 2022 “nos hemos despertado en un mundo diferente“, afirma la ministra alemana de Relaciones Exteriores, Annalena Baerbock, y es inevitable evocar los tiempos en que soldados y tanques soviéticos aplastaban los levantamientos populares en Berlín Oriental (1953), Poznan (1956), Budapest (1956) y Praga (1968). A decir verdad, la guerra contra Ucrania comenzó en 2014 cuando Rusia se apoderó de la península de Crimea. El lapso transcurrido hasta hoy ha sido solo un interregno de esa conflagración bélica que ahora se expandirá con nuevas oleadas de agresivas operaciones.
Por otra parte, se aguarda asimismo un aumento descontrolado de la inflación en la Unión Europea, la caída de las bolsas, el rápido aumento de los precios de las materias primas -que ya se están registrando- así como la posibilidad de que Rusia quede excluida del sistema internacional de comunicaciones financieras (SWIFT), todo lo cual puede tener serias consecuencias para la economía internacional.
Antes de la prohibición a informar que pesa sobre todos los medios de comunicación no oficiales rusos, el corresponsal en Moscú de la emisora de radio Deutschlandfunk, anunciaba en despachos urgentes que Rusia había comenzado a atacar a Ucrania desde varias direcciones en la madrugada del jueves y que la brutal agresión se extendía a todo el país.
Si bien la invasión ya estaba en el horizonte desde hacía semanas (y tal vez planeada desde hace más de un año), en la propia Rusia, la población no tenía noticia de la gravedad de los hechos que se estaban precipitando. El presidente de Ucrania Volodimir Zelenski declaraba pocas horas después el estado de guerra en todo el territorio nacional ante la agresión rusa.
Las primeras manifestaciones contra la decisión de
El inescrupuloso mensaje del presidente ruso de la pasada noche, en el que daba razones absurdas e irracionales para el ataque (habla de la desnazificación de Ucrania, a sabiendas de que el presidente Zelenski es descendiente de una familia de fe judía y que uno de sus antepasados sirvió en el Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial), se repite constantemente como una letanía en la televisión. Las amenazas más o menos veladas de que estaría dispuesto a utilizar armas atómicas, tratándose de defender a ultranza los intereses de Rusia, desenmascaran por fin su peligrosa y trastornada personalidad.
El problema radica en que hasta ahora nadie tomaba en serio a Putin y todo el mundo pensaba que no iba a adoptar una determinación como la presente. Incluso su amigo personal, el ex canciller alemán Gerhard Schröder, presidente de los consejos de administración de varias compañías de hidrocarburos rusas, le ha pedido encarecidamente poner fin a la guerra.
“En los últimos años, ha habido muchos errores por ambas partes en la relación entre Occidente y Rusia. Pero los intereses de seguridad de Rusia tampoco justifican el uso de medios militares“, le expresa
Observadores que han analizado detenidamente el semblante, el aspecto, la mímica y la gestualidad del jefe de Estado ruso en sus apariciones en televisión en los últimos días -como es el caso del destacado experto en comunicación y retórica Tilman Billing- se inclinan a pensar que Putin está enfermo y que probablemente esto influya muy negativamente en sus decisiones (léase no está del todo en su sano juicio; y por otra parte no sería el primer loco que desata una guerra mundial). En tal sentido, por ejemplo, ha asombrado mucho la manera desaprensiva como Putin humilló ante las cámaras de televisión el pasado miércoles al jefe de los servicios secretos externos de Rusia, Serguei Naryshkin, en un acto sin precedentes.
Cómo puede responder Occidente
¿Cómo puede el gobierno de Alemania apoyar ahora a Ucrania? ¿Cómo responderá Occidente? “Con su ataque a Ucrania, Rusia está cambiando fundamentalmente el orden de seguridad europeo“, afirma el experto en seguridad de la Fundación Ciencia y Política (Stiftung Wissenschaft und Politik, SWP) Markus Kaim, en un análisis urgente, publicado pocas horas después de la invasión.
“Primero fueron solo maniobras militares, ahora Rusia envía tropas al otro lado de la frontera con Ucrania: Moscú quiere un orden de seguridad diferente al de Occidente“, afirma Kaim. “Esto es una encrucijada. Alemania debe reconsiderar su posición de no suministrar armas a las zonas de crisis“, agrega el especialista. La fundación SWP, el mayor laboratorio de ideas de la Unión Europea, es el gabinete de estudios estratégicos que asesora de forma permanente al gobierno y al parlamento federal alemán en Berlín.
El ataque de Rusia a Ucrania fue ordenado personalmente por el presidente ruso Vladimir Putin quien pidió al ejército ucraniano que depusiera las armas. Primero se suponía que la operación se desarrollaba en las llamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Luhansk, en Donbás. Los líderes separatistas ya habían pedido ayuda militar a Rusia. Pero poco después se sucedían los informes de ataques más allá de estas áreas del este de Ucrania en lo que se había convertido en una guerra de agresión.
Orden de seguridad europeo ha quedado “obsoleto“
Las consecuencias para la arquitectura de seguridad europea son graves: "Esto es realmente un punto de inflexión", sostiene Markus Kaim de la fundación SWP. El orden de seguridad europeo, tal y como se desarrolló tras el final del conflicto Este-Oeste, ha quedado "obsoleto". Por ejemplo, la Carta de París, un “modus operandi cooperativo“ y una actitud común, según la cual la fuerza militar es una cosa del pasado.
Este orden sigue siendo válido para Europa Occidental, para la zona de la OTAN, pero ya no se comparte para toda la zona de la OSCE, sostiene Kaim: "Tenemos que aceptar el hecho, por difícil que sea, de que Rusia, con su actual liderazgo, defiende un orden completamente diferente. Vemos sus contornos emergiendo ahora mismo".
El conflicto se intensificó incluso sin armas alemanas
En cuanto a la posición de Alemania sobre el suministro de armas, el especialista en seguridad de la SWP acota que “el argumento alemán nunca ha sido cierto de que no entregamos armas a las zonas de crisis. Lo hemos hecho a menudo en diversas circunstancias". El "frente argumentativo" contra la entrega de armas es cada vez más débil: incluso sin la entrega de armas alemanas, el conflicto se ha intensificado.
La crisis rusa dominó la reciente Conferencia de Seguridad de Múnich (MSC), eclipsando otros asuntos como las relaciones con China. El gobierno alemán debe tenerlo muy en cuenta en su Estrategia de Seguridad Nacional, afirman los politólogos Laura von Daniels, Stefan Mair y Claudia Major, de la misma fundación SWP.
La agenda de la reunión, el programa principal y los actos paralelos abarcaron un amplio abanico de temas desde la Resolución 1325 de la ONU hasta la disuasión nuclear, pasando por el espacio, el cambio climático y la inteligencia artificial.
Pero a diferencia de cualquiera MSC de años anteriores, la edición de 2022 estuvo dominada por un tema. La crisis impulsada por Rusia sobre Ucrania planteó la vieja cuestión de la política de poder: ¿Hay guerra o paz en Europa? Es cierto que los medios han cambiado: Rusia también quiere poner a Ucrania de rodillas en la esfera cibernética con noticias falsas y presión económica.
Por el contrario, Estados Unidos, los demás Estados de la OTAN y la Comisión Europea amenazaban con aislar la economía rusa de los mercados mundiales si se producía una nueva escalada (y ahora están dando pasos concretos en tal sentido). En última instancia, sin embargo, lo que estaba en juego en Múnich eran los medios militares tradicionales: los hasta 190.000 soldados que Rusia ha concentrado en un semicírculo alrededor de Ucrania.
Mediante esta clásica maniobra de amenaza militar, Moscú ha conseguido forzar un debate sobre su orden de seguridad suficientemente definido en Europa. Sin embargo, si el principal objetivo de Putin era dividir a la comunidad transatlántica, ha fracasado. Mientras que la MSC de 2020 evocó la "falta de Occidente", esta vez todos los oradores del Occidente "perdido" se esforzaron por subrayar la unidad, la fuerza y la determinación de la Alianza Atlántica. Se trataba de una cuestión de principios: si el orden liberal, la democracia, la libertad y la autodeterminación podían preservarse como los principios más importantes en el continente europeo e irradiarse desde allí al resto del mundo.
Por un lado, parece un anacronismo que temas tan antiguos como la fuerza militar y la unidad de Occidente (invocada o puesta en duda) hayan vuelto a ser el leitmotiv de la MSC. Por otro lado, este reto también parece contrarrestar la sensación de "impotencia" en la que se centró la MSC este año. Desde la nueva escalada en torno a Ucrania, los europeos y la alianza occidental en su conjunto han demostrado que pueden esprintar cuando sea necesario. La toma de decisiones, la coordinación y la aplicación de medidas: todo ello se logró en muy poco tiempo. Pero, ¿cómo se ven las dudas a largo plazo cuando Putin sigue llevando el conflicto hacia arriba y hacia abajo y desgastando a Occidente?
Viejas políticas de poder, nuevas amenazas
La aguda amenaza de guerra en Europa ha desplazado a muchas otras cuestiones igualmente importantes: desde el cambio climático a las nuevas tecnologías o la política exterior feminista. Por ello, la actual crisis rusa también dio forma a otras tres impresiones duraderas de la conferencia:
En primer lugar, de Múnich surgió una clara señal de la formación de un bloque entre las democracias liberales y las autocracias. La delegación rusa se ausentó demostrativamente por primera vez desde 1991. Los altos funcionarios chinos también asistieron solo virtualmente. Esto fue aún más notable después de que Putin acabara de celebrar la alianza con China en la inauguración de los Juegos Olímpicos y de que Pekín le respaldara demostrativamente en sus demandas contra Europa y Estados Unidos.
Así, en la MSC, Occidente se mantuvo en gran medida al margen, con un número notablemente elevado de representantes políticos de alto nivel: la vicrepresidenta de los Estados Unidos Kamala Harris, el primer ministro británico Boris Johnson, el canciller alemán Olaf Scholz, la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen, el secretario general de la OTAn Jens Stoltenberg y muchos más. El peligro de alienación entre la alianza occidental, por un lado, y China y Rusia, por otro, ha aumentado. Sin embargo, también hay que señalar que el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, subrayó la importancia del derecho internacional y la soberanía nacional en su enlace virtual, lo que sin duda podría entenderse (o malinterpretarse) como una advertencia a Rusia.
Con este posicionamiento poco claro, China reforzó, en segundo lugar, la impresión de seguir siendo el "elefante en la habitación", que como reto central de la política exterior de Estados Unidos y también de Europa codetermina todos los demás ámbitos políticos, pero cuyos movimientos y vocalizaciones no dejan claro a muchos cuáles son sus verdaderas intenciones.
¿Está dispuesta China a poner en peligro las relaciones económicas con Occidente por una alianza con Rusia? ¿Se siente lo suficientemente fuerte como para desafiar abiertamente a Estados Unidos? ¿Aspira a un orden mundial bipolar en el que domine uno de los bloques, o sigue sintiéndose comprometido con el concepto de multipolaridad? ¿Y qué significa esto para las estrategias de China de Estados Unidos y Europa?
En la MSC hubo relativamente poco tiempo para debatir estas cuestiones. Sin embargo, Estados Unidos sabe que China está observando muy de cerca hasta qué punto Occidente está dispuesto a defender sus principios con respecto a Ucrania. De ello se pueden extraer conclusiones sobre cómo podría actuar Estados Unidos también en otras cuestiones conflictivas internacionales, como Taiwán. La actual crisis de Ucrania está apartando a China de la lista de prioridades de seguridad de la administración Biden, pero el tema volverá con toda su fuerza.
En tercer lugar, Europa y Occidente no pueden permitirse el lujo de elegir sus retos: no solo se producen en paralelo, sino que a veces requieren marcos analíticos diferentes para reconocerlos y enfoques distintos para dominarlos. Dependiendo de la amenaza, se requiere una "gramática del poder" diferente.
La actual crisis rusa y los posibles conflictos en la región Indo-Pacífico requieren una rápida gestión de la crisis y una acción decisiva, incluyendo opciones militares. Cuando se trata de superar la crisis climática, mantenerse en la competencia internacional por la innovación o acordar normas éticas para el uso de las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial, los enfoques clásicos ya no son suficientes.
En este sentido, Europa y Estados Unidos deben utilizar su redescubierta unidad e influencia para persuadir a China y a otros países de que cooperen en formatos multilaterales. Y ellos mismos deben seguir siendo innovadores: tanto en las tecnologías de vanguardia como en los mecanismos de regulación en los ámbitos técnico, militar y político.
Derivaciones para la nueva Estrategia alemana de Seguridad Nacional
Alemania se enfrenta a tres retos diferentes en este nuevo mundo: En primer lugar, seguir desarrollando las capacidades en las que se basan su atractivo e influencia internacional: una densa red de relaciones económicas globales, el cultivo de interdependencias, una voluntad constante de diálogo, el compromiso en las instituciones multilaterales y la disposición a estabilizar la Unión Europea mediante la ayuda financiera, así como a promover el desarrollo sostenible.
En segundo lugar, prepararse más ampliamente para un mundo en el que domina la política de poder clásica, pero este poder se aplica con medios nuevos y diversos: van desde las medidas coercitivas económicas hasta los ciberataques y las fake news, (léase las falsas noticias, las calumnias, la difamación, la denigración) pasando por la amenaza o el uso de la fuerza militar.
Y, en tercer lugar, desarrollar redes e instrumentos analíticos que ayuden a determinar el curso internacional en el que los límites entre guerra y paz, interior y exterior, civil y militar, estatal y privado son cada vez más difusos.
Cumplir con estos tres requisitos, equilibrarlos y priorizarlos será la tarea central de la Estrategia de Seguridad Nacional de Alemania, que aún está por redactar (cuando estallan las bombas y las granadas rusas en Ucrania).
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