España - Madrid
Explorando un vergel
Maruxa Baliñas
Con el título de Atalaya divina: música para los castrati de la Real Capilla se ofreció un programa con recuperaciones históricas de obras compuestas por miembros de la Real Capilla de Madrid en el siglo XVIII.
En concreto se ofrecieron los estrenos en tiempos modernos de dos 'cantadas' de Francisco
(1705-1778), Cuando a pique y Venturoso pastor; un aria de José de (1702-1768), Ya rasga la esfera; y una Salve Regina de Antonio Moroti (1709-1771). En los cuatro casos el programa indicaba que se trataba de "Recuperación histórica, estreno en tiempos modernos. Encargo del CNDM" y las partituras fueron editadas por y , de la Asociación Ars Hispana.El concierto incluyó además otra cantata de Antonio de dúo final 'Se placar amor volete' de la obra Amor Priggioniero de Giuseppe La isla deshabitada (1711-1788), un compositor que desarrolló su carrera casi exclusivamente en Viena, pero que compuso para la corte española , una ópera destinada a que se estrenó en Aranjuez.
(1673-1747), Atalaya divina (1731), para tiple, también publicada por Antoni Pons, que dió nombre al concierto, así como dos conciertos para cuerdas de Antonio Vivaldi, los Rv 167 y RV 121. Como bis del concierto aún se ofreció otra joya más, elEra la primera vez que escuchaba en vivo a Concerto 1700 y aunque ya tenía buenas referencias del grupo, me gustó aún más de lo que esperaba, principalmente por la seriedad de su propuesta: creen en lo que hacen y lo hacen muy bien. La afinación -histórica- es impecable (y
es de esos directores 'maniáticos' que hace afinar incluso entre pieza y pieza), pero al mismo tiempo tocan con una animación y falta de complejos que no sé si es 'históricamente informada', pero resulta muy cercana a la sensibilidad del público actual, que somos en último término los que escuchamos esta música.Por empezar con lo menos interesante del concierto, los dos Conciertos para cuerda de Antonio Vivaldi, que tocaron prácticamente uniendo los tres movimientos, y con ligereza, de modo que cumplieran su función de 'divertimento' o descanso entre las cantadas y arias, que por nuevas y debido a los textos, requerían mucha más atención. Personalmente me quedó un poco de pena que no hubieran tocado alguna de las estupendas piezas instrumentales que tienen en repertorio o incluso grabadas, como los Divertimenti de Gaetano (1744-1798), pero creo que son obras que han tocado ya en otros conciertos en Madrid.
Del Concierto Rv 167 destacaría el placer que fue escuchar unos contrastes dinámicos sumamente nítidos pero sin esa sensación de oír todo repetido dos veces, primero en forte y luego en piano (incluso en ff y p), de un modo mecánico, y sobre todo la constante sensación de 'batalla' entre los grupos instrumentales. Del Concierto RV 121 (1717) me gustó especialmente el Adagio central, llevado casi nota a nota, con el riesgo que eso implica, y donde se podía escuchar el silencio; para compensar, el Allegro final fue más rápido de lo habitual.
Pero lo más importante del concierto eran los estrenos modernos y recuperaciones y ahí estuvo lo más apasionante. Cuando a pique, Señor, de Francisco Corselli, que abrió el concierto, mostró ya lo que nos esperaba: una música animada, llena de efectos expresivos aunque no exageradamente ornamentada, con unos textos simbólicos que se hacían un poco pesados para la mentalidad actual, acostumbrada a las sencilleces post-Vaticano II, o directamente ajena a este lenguaje religioso. Mena empezó un poco frío y tuvo incluso algunas indefiniciones tímbricas en el recitativo inicial, pero al llegar al aria mostró ya las características que mantendría durante todo el concierto: voz amplia y afinada, no muy delicada -sobre todo en el registro grave- pero sí expresiva y sobre todo un buen conocimiento del estilo, que ha frecuentado mucho y con diferentes agrupaciones, lo que sin duda le da flexibilidad y capacidad de adaptación.
Para Jone Martínez, su presentación fue Ya rasga la esfera de Nebra, una obra relativamente breve que mostró a una cantante joven pero con ideas. En el haber, una voz bastante potente, que a veces quería escapar de la pequeña sala de cámara, y bellas ornamentaciones. En el debe, algunas desigualdades en los cambios de registro y algún problema de fiato por no administrar bien el aire, que no aparecieron en sus intervenciones posteriores, por lo seguramente eran nervios de comienzo del concierto.
La segunda "cantada" de Corselli, que cerró la primera parte, Venturoso pastor, estaba destinada a ambos cantantes, aunque en ocasiones los dúos de ambos debían ser considerados tríos, dada la importancia de la parte del violín, que competía con ambos. Se trata de una obra extensa, en seis partes, cantada por la Sibila y el Pastor, que van dialogando sobre el nacimiento de Jesús, con un aria independiente para cada uno, y dos recitados y un aria a dúo -francamente extensa y bastante repetitiva- para finalizar la pieza. Tanto Mena como Martínez se lucieron en sus solos pero sobre todo en los dúos, donde consiguieron momentos muy logrados de alternancias e imitaciones bien coordinadas, con un fraseo muy acertado expresivamente. La orquesta, a pesar de no salirse de su función de acompañamiento, fue fundamental y destacó por su capacidad emotiva, que incluso llegó a superar a la de los cantantes.
La pieza que inició la segunda parte del concierto, Atalaya divina (1731) de Literes, fue protagonizada por
, y aunque no era estreno sonó como si lo fuera, ya que sigue siendo una obra totalmente excepcional en concierto. Y no lo merece. Si Literes resulta casi siempre un compositor interesante, esta "cantada al Santísimo" es especialmente bella. Además Martínez se 'soltó' más que en la primera parte del concierto y por momentos parecía estar casi actuando -cuando menos fue muy expresiva- además de lucir voz y agilidad en las ornamentaciones.En un concierto tan 'novedoso' es difícil destacar una obra, pero yo quedé fascinada por la Salve Regina de Corvi Moroti, un compositor que no conocía y que cerró oficialmente el concierto. Dividida en seis partes, y la única pieza que requería órgano, los dos solistas tuvieron nuevamente oportunidad de lucirse. Jone Martínez acusó un poco el cansancio del concierto pero hizo un 'Ad Te suspiramus' impresionante, vocal y sobre todo expresivamente. Mena estaba más a gusto que en otras piezas y además responde bien en los dúos, y esta Salve Regina tenía tres.
En resumen, un concierto 'inteligente', que apelaba a la razón tanto o más que a los sentidos, con un repertorio apasionante que seguí tarareando todavía cuando me iba en el metro, algo que no siempre ocurre en este tipo de conciertos 'musicológicos'.
Comentarios