Italia
Ambiciones que matan
Jorge Binaghi

"Ambiciones que matan", así se llamaba, en Argentina, la versión cinematográfica de A place in the sun. El magnífico libreto de Romani para la ‘primera’ reina de la ‘trilogía Tudor’ (en la que Donizetti jamás pensó) podría llevar ese subtítulo. Desde el principio la protagonista lo admite … al final lo dice también su hermano. En el medio Enrique VIII acusa a Seymour, la nueva amante y futura reina, de ambicionar, como ella, el trono de otra. La propia Seymour pide, no sólo por decencia, el casamiento, sino que desea ‘honor y fama’. Y eso que la Bolena le ha advertido que no se deje fascinar por un trono sin saber a quién se lo dice. Para más inri, su hija no aparece para nada en la obra, y la soledad y debilidad de la reina es total.
Tengo una debilidad por esta ópera, que me parece la más perfecta de las tres. Claro que es muy difícil, y acudir a la producción que para Parma había ideado el otras veces excelente Antoniozzi no fue buena idea. Todos los cortesanos parecen dipsómanos y Seymour la primera (la aparición de Ganassi en una mesa de bar con una copa me trajo recuerdos de la Garbo en Anna Christie y no a favor de la actual). El vestuario es de una incoherencia total, no siempre bello y para estar en una corte parecían pasar por alguna crisis económica. De escenografía casi ni puede hablarse, porque unas proyecciones y telones abstractos (que servirían, imagino, también para las otras dos reinas) decían poco y nada. Y la decapitación final fue de carcajada. Si además se cuenta con una intérprete como la Meade no me parece buena idea hacerla caer desmayada. Pero bueno, eso fue la escena.
La parte musical fue muy otra cosa. No sé hoy de quién pueda hacer mejor la protagonista que la soprano norteamericana. Su voz es la justa para la parte (Netrebko no la canta más por propia decisión y seguramente era más carismática, pero el timbre -como para la Lady- resultaba demasiado hermoso y las agilidades eran las suyas -que ya las querrían otras presuntas belcantistas, pero no la Meade). Homogénea de arriba abajo, sin cambiar nunca de color, capaz de agudos fulminantes, graves naturales impresionantes, buenas y claras agilidades, messe di voce estratosféricas, y si no es una gran actriz hizo algo que hoy se olvida con bastante ligereza: todo el personaje pasó por la voz, y allí esta Bolena fue insuperable.
Detalle no menor: cancelando las sopranos propuestas para el
segundo reparto (y a alguna no se le debería haber ocurrido jamás, pero al
Teatro tampoco) su proeza fue cantar tres días seguidos la parte. Yo vi la
última, vespertina, y a menos de veinticuatro horas de la anterior. Como si se
hubiera bebido un vaso de agua. Hasta agregó algún sobreagudo no escrito.
Osborn fue un digno ‘amante’ y contrincante. Tampoco he
visto nunca un Percy de esta estatura, con sus dos arias, una de las cabalette (la primera) repetida y con variaciones, y sus intervenciones en
duetos y el gran trío del segundo acto (un momento impactante en el que algunos
cantantes -y cantantas- suelen ser prudentes o jugar a ahorrar energías) a cual
mejor. Una nota dudosa en un filado increíble de ‘Vivi tu’ son de esos momentos
que suceden a cualquiera en cualquier momento y sólo lo menciono por deber de
crónica. El triunfo de ambos fue apoteósico (y eso que la sala distaba de estar
llena, no entiendo por qué).
Ulivieri pasa por un buen momento vocal, y sólo algún
agudo extremo resultó metálico. Interpretó bien aunque fue deslizándose a la
figura convencional del malvado de turno, y creo que es algo más que eso. A tal
respecto la interpretación de Siepi sigue siendo inalcanzable.
Ganassi es una estilista y tiene buena técnica, pero sus
mejores momentos quedan atrás. La voz aparece como escindida en dos: un agudo
delgado, blanquecino y rígido, y un centro y grave buenos que a veces se
ensucian por el esfuerzo o por querer explotarlos al máximo. Su última gran
intervención la puso en aprietos de afinación en particular en la
cabaletta … Bien como intérprete.
Excelente Smeton el de la mezzo Marina Comparato, aunque
sus intervenciones importantes correspondan todas al primero de los dos actos.
Los comprimarios tuvieron algún problema: Hervey no
siempre fue suficiente; Maietta parece ser muy joven y no tener mala voz de
barítono, pero Rochefort fue escrita para un bajo y eso se nota y mucho.
El coro estuvo bien, en particular las voces masculinas.
La orquesta sonó adecuada e idiomática, y la labor de Quatrini no tuvo más
objeción que dirigir la obertura como si tuviera prisa por acabar o por
terminar y pasar a otra cosa. Luego los tiempos -algunos algo vivos, pero
respetables- fueron buenos, la concertación muy adecuada y sólo hubo algún
momento fugaz en el que foso desbordó algo en perjuicio del escenario.
Reposición importante.
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