Estados Unidos

Director, solista e instrumento

Roberto San Juan
viernes, 11 de marzo de 2022
Joshua Bell y The Academy of Saint Martin in the Fields © 2022 by Daniel Azoulay Joshua Bell y The Academy of Saint Martin in the Fields © 2022 by Daniel Azoulay
Miami, sábado, 26 de febrero de 2022. Adrienne Arsht Center. G. Rossini: Obertura de El Barbero de Sevilla; A. Dvořák: Concierto para violín y orquesta en La menor, Op.53, B.96; L. van Beethoven: Sinfonía nº 3 en Mi b mayor, Op. 55. Academy of Saint Martin in the Fields. Dirección y solista: Joshua Bell
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En la charla previa a este concierto, la pianista Marina Radiushina, directora artística de la Sociedad de Música de Cámara de Miami, explicó las actividades previstas durante los 9 días de estancia en Miami de la Academia, con Joshua Bell al frente. Hay programados talleres orquestales y de música de cámara, clases magistrales con alumnos de distintas instituciones musicales de la región y varios conciertos, hasta un total de 12 eventos y actividades educativas en los que participarán Bell y músicos de la Academia.  

La velada se inició con la Obertura de El Barbero de Sevilla en una versión cargada de frescura y energía. Desde su puesto de concertino, Bell dirigió a la agrupación con gestos claros y amplios movimientos de todo su cuerpo -casi levantándose de su asiento mientras tocaba- señalando con nitidez cadencias, fraseos, respiraciones y arcos. La primera intervención de las trompas estuvo ligeramente desajustada, pero en su conjunto la interpretación destacó por su cuidada dinámica y la claridad de las frases melódicas, así como por el empaste y sincronismo de la cuerda.

Al término de la Obertura las puertas de la sala se abrieron y un grupo realmente numeroso de público que había llegado tarde pudo acceder a la sala, justo a tiempo para escuchar una magnífica interpretación del Concierto para violín de Dvořák. De nuevo sin otro director más que el propio solista, ayudado por el concertino de la orquesta, Harvey de Souza, Bell dirigió la obra al tiempo que demostró todo su virtuosismo y maestría al violín, su violín, el Stradivarius Gibson ex-Huberman fabricado en 1713. El ‘Allegro ma non troppo’ se inicia con dos intervenciones del solista que culminan en el registro agudo, unos pasajes en los que el famoso instrumento sonó con una pureza cristalina difícilmente igualable. La brillantez del timbre y la limpieza del sonido en los rápidos pasajes solísticos recorriendo todo el registro del instrumento fueron otros de los rasgos destacables de la ejecución. 

En una agrupación instrumental como ésta, cuyos miembros poseen una consagrada madurez artística y amplísima experiencia, la figura del director pasa a ser prescindible y ello se traduce en una comunicación directa entre solista y orquesta, sin pasar, por así decir, por la intermediación del director. Siguiendo únicamente las indicaciones del solista y del concertino, la orquesta se autorreguló en su volumen sonoro y, gracias a la comunicación visual entre todos los miembros y a un oído muy entrenado, dio una respuesta única en términos de fraseo, matices y planos sonoros, con un resultado realmente espectacular.  Tan solo al comienzo del ‘Finale’ se percibió un leve desajuste en el ritmo sincopado, que rápidamente fue solventado. Tras una coda de gran despliegue virtuosístico el público, puesto en pie, mostró su entusiasmo aplaudiendo y silbando, como si hubiera acudido a un concierto de música pop. Parecía que la propina estaba asegurada, pero Bell hizo enseguida un gesto al concertino para que la orquesta se retirara del escenario. 

Una única pieza, la Tercera Sinfonía de Beethoven, ocupó la segunda parte del concierto. Desde su puesto de concertino, Joshua Bell se empleó de nuevo a fondo dirigiendo el conjunto con una amplia gestualidad, llevando a la orquesta con total sincronismo en un tempo preciso y con un excelente empaste a lo largo de todo el primer movimiento. La Marcha fúnebre del segundo fue expuesta con gran nobleza, con crescendi muy bien graduados desde pianissimi casi inaudibles. El tan beethoveniano rasgo de la “energía latente” se escuchó en la agitación subyacente del acompañamiento de la cuerda en el ‘Scherzo’, mientras breves motivos temáticos recorrían otros instrumentos y la propia cuerda. Por último, el ‘Finale: Allegro molto’ fue interpretado con gran cuidado en sus pizzicati y ritmos a contratiempo, con amplios contrastes dinámicos y recurrentes explosiones de energía. Tras una amplia respiración orquestal marcada con toda intención por Bell, la rapidísima coda condujo a un brillante final. 

El público, parte del cual había intentado, sorprendentemente, tímidos aplausos al final de cada uno de los tres movimientos previos, aplaudió -ahora sí- con total beneplácito de la orquesta. Los intensos aplausos – y silbidos de entusiasmo – no arrancaron de Bell ni de la Academia ninguna obra fuera de programa.

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