Discos

Afirmación y contrastes de la materia sonora

Paco Yáñez
lunes, 14 de marzo de 2022
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Rebecca Saunders: Still; Aether; Alba. Carolin Widmann, violín. Richard Haynes y Carl Rosman, clarinetes bajos. Marco Blaauw, trompeta. Symphonieorchester des Bayerischen Rundfunks. Péter Eötvös y Ilan Volkov, directores. Pia Steigerwald, producción ejecutiva. Klemens Kamp, Peter Urban y Christiane Voitz, ingenieros de sonido. Un CD DDD de 66:54 minutos de duración grabado en la Herkulessaal der Residenz, Múnich (Alemania), los días 20 de febrero de 2915, 15 de diciembre de 2017, y 19 de octubre de 2018. BR-Klassik 900635.
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La posición de prestigio que en esta tercera década del siglo XXI ostenta la compositora británica Rebecca Saunders (Londres, 1967) me parece no sólo incuestionable, sino del todo consecuente con su altísimo nivel técnico y artístico: una excelencia compositiva que volvemos a encontrar en las tres partituras de las que hoy les damos cuenta; todas ellas, parte de una nueva entrega de la colección dedicada al festival musica viva por el sello bávaro BR-Klassik: compacto que se suma a los que de este festival muniqués, en las ediciones de BR-Klassik, ya han pasado por las páginas de nuestro diario, como los protagonizados por Enno Poppe y Mark Andre

Como compositora culta e inteligente que es, Rebecca Saunders sabe que los géneros históricos dan, todavía, mucho de sí, y, al igual que la novela o la sinfonía distan de estar agotadas, el género concertante alberga incontables posibilidades merecedoras de ser explotadas hasta llegar a algunos de los logros que la propia Saunders ha compartido con nosotros a lo largo de los últimos años, con excelentes partituras para solista(s) y orquesta como el tríptico formado por Still (2011), Void (2013-14) y Alba (2014). 

Mientras que de Void disponíamos de un soberbio registro de su estreno, con Peter Rundel comandando a los solistas Christian Dierstein y Dirk Rothbrust junto con la WDR Sinfonieorchester, en las Wittener Tage für neue Kammermusik 2014, de las dos restantes partes del tríptico estaba pendiente su lanzamiento discográfico, algo que subsana ahora BR-Klassik, y en unas condiciones interpretativas óptimas. Desde luego, tal es el caso de Still, pieza en la que la presencia de la violinista alemana Carolin Widmann es crucial, pues fue ella quien creó, mano a mano con Rebecca Saunders, esta partitura que nace de un trino que, desde su pequeña concentración de materia musical, se acaba convirtiendo en toda una floración acústica de una calidad deslumbrante, en una pieza cargada de energía y atractivo. 

En Still asistimos a un enorme contraste entre diversos estados de la materia sonora: con una primera parte rabiosamente furiosa y percusiva, mientras que su segunda parte devine «oscura, frágil y cálida», en palabras de la propia compositora, aunque el material sea básicamente el mismo en ambas partes, lo que confiere a esta partitura su gran coherencia. Ello no quiere decir que, como es habitual en Rebecca Saunders, no asistimos a enrarecimientos continuos de dichos materiales, ya a través de la scordatura del violín solista, ya por medio de las muchas técnicas extendidas desplegadas aquí por una deslumbrante Symphonieorchester des Bayerischen Rundfunks con Ilan Volkov al frente, revelando los sólidos vínculos que unen a Rebecca Saunders con quien se ha visto habitualmente como su principal influencia estilística: Helmut Lachenmann. 

Sin embargo, la presencia lachenmanniana en Still es, más bien, comedida, incidiendo Rebecca Saunders en aspectos armónicos, más que en el ruido: una armonía a la que se somete a muchas vueltas de tuerca, además de forzarla hasta sus límites, por medio de la violencia física en los instrumentos y de las inestabilidades que provocan los contrastes extremos que entre las familias orquestales se van produciendo en paralelo. De acuerdo con Martina Seeber, las reacciones van en dicha línea a lo largo de todo el concierto y, así, tras escuchar la delicadísima línea ensimismada del violín en sus trinos en pianissimo, podemos ser golpeados por arrebatos de percusiones y contrabajos creando bloques de una energía apabullante. En su interesantísimo ensayo, nos comunica Martina Seeber, asimismo, que la percusión se dispone en Still formando dos grandes grupos a izquierda y derecha de la orquesta, al modo del teatro tradicional del Lejano Oriente: filiación cultural que se extendería a la relación entre violín solista y cuerdas orquestales, por cómo el primero florece a través de los organismos rizomáticos de las segundas. Estos sucesivos contrastes entre la delicadeza y la violencia se van resolviendo en oscuridad, llegando a girar el violín sobre sí mismo —tal apunta Seeber— como un derviche huido al silencio.

En estas interesantísimas y densas relaciones entre lo agudo y lo grave (que volveremos a escuchar en el segundo concierto recogido en este disco), entre la delicadeza de la solista y la violencia de lo orquestal (especialmente, en la percusión), otro instrumento resultará crucial para ejercer de puente armónico entre ambos mundos: el acordeón, con una presencia que nos recordará a otra partitura, casi coetánea, de Rebecca Saunders para dicho instrumento: ...of waters making moan (2013). El acordeón se agrupará en Still con diversos pares instrumentales formando dúos y tríos que trazan diagonales y espacios propios para que el violín vaya abandonando la escena acústica hacia esos márgenes de oscuridad y silencio: final quietud y ascesis que pondrá sobre la mesa el universo de Samuel Beckett en el que esta partitura (como tantas otras de la compositora británica) se inspira; en concreto, en Still (1972), séptima parte (o efervescencia literaria) de las ocho prosas cortas que componen Fizzles (1976). Como antes apuntamos, este universo beckettiano-musical es servido, aquí, de forma magistral, uniendo el refinamiento habitual de Carolin Widmann con la contundencia de la Symphonieorchester des Bayerischen Rundfunks. 

La tercera parte del tríptico concertístico de Rebecca Saunders es Alba, partitura para trompeta y orquesta que aquí escuchamos en una grabación de su estreno mundial, con Marco Blaauw como solista y Péter Eötvös al frente, nuevamente, de la Symphonieorchester des Bayerischen Rundfunks: binomio de trompetista y director que bien se conoce, pues ambos trabajaron juntos en la composición y estreno de Snatches of a conversation (2001), partitura del propio Eötvös. En el caso de Alba, nos volvemos a encontrar con líneas maestras muy próximas a las que articulaban Still, como su comienzo tan silente y concentrado en la trompeta solista o el amplio recorrido de tensiones enfrentadas en pos de una resolución final tan enrarecida en lo armónico y transida de ruidos derivados de técnicas extendidas. 

De este modo, dal niente se va conformando el sonido de la trompeta, restringido a un material mínimo, que se modula por medio del ataque, las dinámicas y los registros. En esa constante modulación del sonido del solista, la trompeta se encuentra con pares orquestales que la doblan, creando puentes sonoros dentro del organismo instrumental; destacadamente, con el oboe principal y con la sección de trompetas, que juegan a gusto con las sordinas para crear perfiles que diferencien al solista de estos dualismos tejidos al modo de un doppelgänger —afirma Tobias Schick en sus notas—. Esa larga afirmación del sonido a la que la trompeta solista y sus dobles nos conducen, puede ser vista como el primer gran trazo del blanco, si tiramos del título de este concierto: con sus albares reminiscencias. Blancos dentro del blanco que, cual si Rebecca Saunders dominase el lenguaje de los esquimales, se pueblan de matices y de precisión semántica para encontrar el tono exacto de cada cromatismo. 

Avanzado este concierto, el blanco es contrastado con el negro; de nuevo, en los múltiples matices y gradaciones cromáticas que nos ofrecen los instrumentos de registro grave, con una especial mención, como en Still, para las secciones de percusión y contrabajos. El choque de ambos extremos en la paleta cromática se esfuma, a lo largo de Alba, en toda una escala de grises de gran belleza. Junto con el color blanco, la segunda referencia a la que se vincula este concierto es, de nuevo, Samuel Beckett; en concreto, su poema homónimo Alba, parte del poemario Echo’s Bones and Other Precipitates (1935). Del genio irlandés bebe Saunders su carácter y concisión «esquelética», así como la asociación del blanco como color de la furia, por su brillo y fulgor; aquí, especialmente en la trompeta solista, cuando ésta acaba de compactar su sonido tras la larga introducción. Esa tensión entre la ligereza y el peso, entre la transparencia y la opacidad, caracterizará el desarrollo de este concierto, alcanzando un final de una belleza subyugante, trascendida la armonía más depurada de los minutos previos, para alcanzar unos paisajes de recobrada serenidad en otra dimensión. Como en Still, la lectura aquí recogida se antoja de verdadero lujo, destacando el virtuosismo de un Marco Blaauw que extrae sonoridades insospechadas de su trompeta. 

Aunque emplazada en este compacto en segundo lugar, entre ambos conciertos, cerramos nuestro viaje por este lanzamiento discográfico con Aether (2015-16), partitura para dos clarinetes bajos de la que aquí se recoge su estreno alemán, dentro del festival musica viva, con Carl Rosman y Richard Haynes en los clarinetes. Estamos ante otra partitura marcada por muy largos procesos de conformación del sonido, así como por los sutiles contrastes entre el ataque y su sombra, a modo de reverberaciones, ya en el silencio, ya en la voz del otro clarinete. Y es que, como su título nos sugiere, es Aether una partitura que nos transporta al éter, a su ingravidez y nimias transformaciones, marcadas, en lo musical, por una sonoridad sinusoidal producto de pequeñas ondulaciones sintetizadas a través de lo microtonal y de un vibrato que modula y vivifica materiales armónicos mínimos. 

Es, éste, el modo en que Rebecca Saunders pretende crear un estado de suspensión temporal, de serena tranquilidad, combinando la gravedad de ambos clarinetes para construir una suerte de macroinstrumento: un «mega clarinete bajo», como Martina Seeber lo define. Es la propia Seeber quien compara Aether con las pinturas monocromáticas y cómo en éstas se define la vida del cuadro por las modulaciones de un solo color; aquí, de un tono sometido a manipulaciones del ataque, de la microtonalidad o de los acordes de multifónicos en los que dicho tono se va desdoblando, entre ambos clarinetes: auténticos prismas por medio de los cuales ponemos a cada altura en relación con las que lindan con ellas y resplandecen en sus escalas de referencia. De este modo, la tensión entre la unidad y la diferencia alcanza en Aether paisajes que, con este mismo par instrumental, sólo habíamos conocido, a semejante nivel de excelencia, en partituras como la inmensa y tarkovskiana 1+1=1 (2006), del italiano Pierluigi Billone. De la mano, en esta grabación, de los clarinetistas que estrenaron la obra, Carl Rosman y Richard Haynes, Aether suena aquí con esa tranquilidad a la que aspira Rebecca Saunders, si bien en sus microvariaciones no deja de palpitar algo inquietante: la evidencia de que cualquier estado de equilibrio puede, en un momento dado, venirse debajo de forma precipitada. Que se lo digan, en estos mismos y aciagos días, a la propia Europa. 

Las tomas de sonido son, en los tres casos, excelentes, con grabaciones de la Bayerischer Rundfunks a la altura de lo habitual en esta radio bávara. También habitual en la serie musica viva de BR-Klassik es la edición del libreto: muy completa y con sustanciosos ensayos a cargo de Maryina Seeber y Tobias Schick, a los que se unen comentarios a modo de introducción de la propia Rebecca Saunders para cada una de sus partituras. Biografías de compositora e intérpretes redondean un disco que se recomienda por sí solo y que nos abre nuevas ventanas a una de las voces más importantes de la composición en el siglo XXI.

Este disco ha sido enviado para su recensión por BR-Klassik.

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