España - Cataluña

El Haendel más popular

Jorge Binaghi
jueves, 17 de marzo de 2022
Zapico, Giulio Cesare © 2022 by A. Bofill Zapico, Giulio Cesare © 2022 by A. Bofill
Barcelona, jueves, 10 de marzo de 2022. Palau de la Música. Giulio Cesare in Egitto (20 de febrero de 1724, King’s Theatre, Londres, libreto de N. F. Haym, música de G. F. Haendel. Intérpretes: Christopher Lowrey (César), Carolyn Sampson (Cleopatra), Konstantin Derri (Tolomeo), Hilary Summers (Cornelia), Maite Beaumont (Sesto), y José Antonio López (Achilla). Ensemble Forma Antiqua. Dirección: Aaron Zapico. Versión de concierto
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Inaugurando un ciclo de tres óperas barrocas en forma de concierto (muy seguidas; no sé si es buena idea -ni yo mismo sé si podré asistir a todas) se presentó en el recinto del Palau el que todavía, pese a la creciente presencia (por suerte) de Haendel en la programación habitual de los teatros, sigue siendo su título más conocido. Me sorprendió por eso que el Palau estuviera a medias lleno. A saber qué ocurrirá con los dos títulos próximos, que son de Purcell, y no Dido and Aeneas.

La versión tuvo muy buen nivel, en algunos momentos sobresalientes. Por empezar, el conjunto sonó muy bien y muy vital, como lo es la batuta de su director, que en su entusiasmo parece dirigir también con los pies de tanto que golpea la tarima. Suprimidos los roles comprimarios de Nireno (o la menos frecuente Nerina) y Curio, el resto fue integralísimo, comprendido algún número solista de Cleopatra y de Achilla que se suelen cortar. Las brevísimas intervenciones del coro (al inicio y al final, y una aun más breve por la mitad) la cubrieron los solistas al unísono.

Visto que yo no lo conocía para nada cito en primer lugar al protagonista de Lowrey, un Cesare que juega en la liga de los grandes. Tal vez no sea su color muy personal o bello, pero sí es igual en los registros con un grave natural interesante; su habilidad para la coloratura y los ornamentos quedó más que sobradamente probada, y su dominio del italiano y la propiedad de los recitativos (‘Alma del gran Pompeo’) fue total. Se mostró, como los otros, muy buen colega, aplaudiendo las intervenciones ajenas, pero destacó por su forma de seguir toda la música de la ópera (en especial ‘Piangerò la sorte mia’ con los ojos cerrados, mientras Hillary Summers -también jovial- la iba diciendo al mismo tiempo que Cleopatra la cantaba. Son cosas ‘nimias’ tal vez, pero que se deben -creo- subrayar).

Sampson ya había debutado aquí y su Cleopatra no decepcionó, ni por canto ni por su convincente interpretación gestual (en particular en los momentos de ‘Lidia’ -su aria inicial ‘Non disperar chissà’ fue chispeante y maliciosa). Tal vez la larga ‘Se pietà’ resultara algo monótona, pero ‘V’adoro pupille’, la mencionadao ‘Piangerò’, y la pirotécnica ‘Da tempesta’ más algún otro momento y sobre todo el dúo final ‘Più amabile beltà’ tuvieron una traducción exacta (uno podría pedir más brillo o personalidad al timbre, pero sería superfluo).

Maite Beaumont estuvo brillante en Sesto (y francamente prefiero una mezzo o un tenor, a un contratenor) y sólo en algún momento (como en ‘L’angue offeso’) pareció llegar al límite de sus notables reservas en una labor que es para mí la mejor de todas las que le he visto hasta el presente.

Summers no me ha convencido nada en anteriores ocasiones. Aquí, pese a que el timbre sigue siendo ingrato y hubo algún engolamiento, no sonó tan destemplado como entonces y fue una digna Cornelia.

Muy bien López en Achilla, perfecta dicción y legitimidad estilística. Sólo era en algunos momentos demasiado grave la tesitura de ‘Dal fulgor di questa spada’, un aria que mucho no se escucha y debería en cambio, porque es notable.

El único lunar que impide decir que fue una versión realmente notable fue la actuación del joven Derri, cuyo Tolomeo habría pasado casi desapercibido (entre otras cosas el volumen es escasísimo) si no hubiese sido porque su registro agudo sí se oía y traía a la mente todas las objeciones que se puedan hacer a la voz de un contratenor. Ciertamente mucho mejor para el personaje que un bajo (como lo fue mi primer Tolomeo en épocas donde la filología estaba en pañales), pero me encontré añorando al Franz Crass de 1968 (que no era ni un estilista ni un gran cantante). El público presente aplaudió con mucho calor casi todas las arias y también al final.

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