España - Madrid
Jugando con las texturas
Germán García Tomás
Programa ciertamente original el que nos proponían la Orquesta y el Coro de la Comunidad de Madrid en su noveno concierto de temporada bajo la batuta de su directora titular Marzena
De entrada, una primera mitad con la música francesa como protagonista, tanto en sus más puras esencias como en su influencia en España y Bohemia. Claude de Falla, al margen de su singular carácter concertante, que no le lleva a ser un concierto para piano al uso, es un tríptico eminentemente sinfónico à la manière de la Iberia de Debussy, con la ventaja respecto a éste de la voluntad de su creador de identificarse con la esencia y la sustancia de las músicas populares andaluzas, y no por aproximación de carácter exótico -inspiradisima, por cierto- como en el caso del genio de Saint-Germain-en-Laye.
, punto de partida, y Manuel de y Bohuslav como dos maneras de asimilación de los modelos franceses desde perspectivas territoriales muy diversas. Noches en los jardines de EspañaQuiso resaltar el colorismo de la escritura pianística Elena
Comenzaba entonces la parte dedicada a la música checa, con dos universos enteramente opuestos: de un lado Antonín Vítězslav Hálek (1883) nada tiene que ver con la obertura de concierto V přírodě, koncertní [En el reino de la naturaleza] op 91 B. 168 (1891), la pieza que analiza el crítico Daniel Quirós Rosado en sus notas al programa, no sabemos si por error propio o ajeno.
con sus canciones corales a capella, y Bohuslav Martinů con uno de sus capítulos sinfónicos más importantes. Pareciera que esta cita se había convertido de repente en uno de los conciertos que periódicamente ofrece en solitario el Coro de la Comunidad de Madrid, pues la interpretación de En la naturaleza op 63, un delicioso ciclo de cinco canciones tradicionales del autor de la Sinfonía del Nuevo Mundo sirvió para evidenciar en su más pura desnudez el cincelado resultado de la coral madrileña obtenido por su actual director, Krastin Nastev, y supusieron un verdadero soplo de aire fresco esas armonizaciones sencillas y eminentemente cantabiles diseñadas por Dvořák, con líneas horizontales y casi en su mayoría homofónicas, muy bien delineadas por Diakun, de un sustrato folclórico que el compositor checo vierte por doquier en toda su obra sinfónica. Un recorrido por bucólicas situaciones y detalles cinegéticos que se traducen en imágenes musicales, como en la tercera canción, donde, gracias a la prosodia de la propia lengua checa, el coro emite sonidos que simulan zumbidos. Esta pequeña incursión vocal de Dvořák como colección sobre poemas deY como colofón, siguiendo con ese halo bohemio desgajado de todo apego a las raíces folclóricas, la Sinfonía nº 3 del exiliado Martinů, una obra hija de su tiempo como lo son la Séptima de Shostakovich, la Quinta de Prokofiev o la Sexta de Vaughan Williams, y que es lo más alejado a una sinfonía de repertorio a la hora de cerrar un concierto, una osadía a la hora de programarla que hay que agradecer a esta inquieta directora experta en las lides del siglo XX que es Marzena Diakun. De esta bartokiana partitura, ambigua, ecléctica y sumamente original en su planteamiento tripartito, con su dispersión del material temático como una naturaleza viva, la polaca brindó una lectura de grandísima altura, resaltando todo su trabajo contrapuntístico, su carácter obsesivo y cuasi maquinista y, por qué no decirlo, hasta expresionista, extrayendo un sobresaliente rendimiento de una orquesta fiera en los movimientos extremos, con un buen trabajo en las maderas, que igualmente brillaron en el muy bien balanceado Preludio a la siesta de un fauno con que había dado inicio el concierto. Imposible quedar indiferente ante los secos acordes finales, con un ambiente relativamente esperanzador, de la Tercera de Martinů, que sigue interpelando al oyente de hoy así como al del año 1944 en que fue escrita frente a la barbarie de la guerra.
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