España - Andalucía
Impecable tragedia
Pedro Coco

Pieza fundamental en la historia del género, la ópera Pelléas y Mélisande de Claude Debussy supone toda una experiencia estética para el espectador, y dado que no es un título que se represente con tanta asiduidad, suele siempre mimarse como merece cada vez que sube a escena; esta vez no fue la excepción, por fortuna.
Después de casi veinte años, el Teatro de la Maestranza la vuelve a programar, y no en versión de concierto como en la anterior ocasión, en la que la personalísima
brilló como protagonista, sino con una producción de r para la Ópera de Hamburgo que cautiva desde la primera vez —de las muchas— en la que se alza el telón.Con un gusto exquisito y una indiscutible sensibilidad a la hora de trabajar con los intérpretes y sus movimientos, aquí retomados gracias a
El apartado musical tuvo como figura central a un inspirado Michel
Desde la escena, respondieron con gran acierto los cantantes principales, muy bien seleccionados por sus diversos timbres y personalidad artística. En primer lugar, se situaría el sólido Golaud de Kyle
, barítono con un instrumento de seductora oscuridad y muy buena técnica que llenaba la sala con gran variedad de acentos. Es un personaje que conoce bien y que ha encarnado en grandes teatros a ambos lados del Atlántico previamente, por lo que la interiorización parece lograda desde la primera escena.También se podría hablar en los mismos términos de interiorización de la delicada Mélisande de Mari
; la suya es una aproximación desde la mayor fragilidad de la heroína, y su timbre claro y cristalino ayudan a potenciarla, dotando a sus intervenciones además de un halo de irrealidad y distancia que solo parece romper con su declaración de amor a Pelléas, reflejado con toda su inestabilidad por Edward Nelson. Debutó este joven barítono en nuestro país precisamente con este rol, en Oviedo, y cuatro años después vuelve a él con esos medios ideales para tan compleja creación.El timbre, atractivo, contrasta en claridad con el de su hermano Ketelsen, y controla la voz para dotarla de todos los matices que el atormentado personaje precisa. Por último, rotundo en cuanto a mimbres y sensible recitante fue Jérôme
Con un equilibrado programa lírico en este primer año de mayor normalidad, se ha revelado todo un acierto la inclusión de este título fundamental del primer siglo XX operístico, cuidándose al detalle tanto el aspecto musical como el escénico. Esto despierta la esperanza del aficionado más inquieto ante futuras propuestas menos habituales, no solo de la música cercana a nosotros, sino de aquella en los albores del género que tanto cuesta vez por estas latitudes con toda su parafernalia.
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