España - Cataluña
Apetecible, pero en ciertas condiciones
Jorge Binaghi
Una trilogía de Mozart y Da Ponte por Minkowski es un plato apetecible, pero en ciertas condiciones. Por ejemplo, que forme parte de una especie de minifestival porque con la cantidad de títulos de la temporada y la de autores ausentes o representados por un solo título o en forma de concierto, el desequilibrio es evidente. Sobre todo si se tiene en cuenta que todas, y en particular Don Giovanni, se han visto hace poco aunque en versiones no del todo logradas. Entonces la empresa se justificaría con un gran reparto. Pero no.
Sabido es que en algunos casos (como la desdichada elección de protagonista para Iphigénie en Tauride y la que se promete para Alcina en concierto) el maestro, capaz de hacer una distribución ideal para una ópera como Mitridate de Mozart repite la de muchos directores famosos: cantantes modestos, correctos, disciplinados y buenos actores o con buenas figuras, que estarían bien en un teatro pequeño (¿para cuándo el segundo teatro para obras de este tipo como en una época fugaz lo fue el Principal?) pero que en el Liceu no es que se oigan mucho que digamos.
Lo mismo para la puesta en escena común, simpática (salvo la obsesión por desnudar a Leporello en Don Giovanni, pero ya hablaremos en su momento), con un eficaz cierre del escenario (pero no suficiente) con la tarima de un teatro y abajo los camerinos y una trampa con cortinados y algún panel móvil.
Y los tiempos toscaninianos del maestro que con su velocidad si por un
lado comunica vigor y agilidad a la acción no siempre ayuda a los cantantes. Por cierto, la orquesta suena bien. Y
el coro, en estas Bodas, aunque está
anunciado son los propios cantantes, cosa que puede ser en una versión de
concierto, pero en forma escénica suena disparatado.
Lo mejor vocalmente viene de Brower en Susana, quien tiene más voz que la correcta pero anónima Condesa de Labin, algo metálica y con más volumen en recitativos que arias (no sé si la veré en Così como Dorabella, pero con esto ya hemos superado a la misma Bartoli en acumulación de roles vocalmente contradictorios). Desandre ha sido anunciada -y aplaudida, como prácticamente todos- como un descubrimiento sensacional: se trate de una mezzosoprano ‘lírica’ o de una soprano corta, el timbre es absolutamente impersonal, canta bien y es vivaracha, pero habría que empezar a diferenciar entre los fragmentos que nos gustan y cómo se los interpreta; su volumen es exiguo, pero en esto no es la sola.
García es un buen don Curzio, pero Basilio lo excede aunque se pase
la obra dirigiendo (ya; es el maestro de música… vaya noticia); lo mismo, y más
grave, pasa con Patzke, correcto Antonio pero terrible Don Bartolo, para colmo
con un italiano de extramuros. De paso, visto que se trata en gran parte de
artistas franceses que encuentran siempre mal todo lo que hacen artistas
extranjeros en su lengua materna, podrían aprender a pronunciar ‘t’, ‘r’ y
consonantes dobles del italiano como se debe.
Bien la Barbarina de Gancedo, insoportable por todo concepto la Marcelina de Le Saux (al menos se nos hizo gracia de su aria y de la de Basilio en el cuarto acto). Dolié es una de las voces más feas y engoladas que he escuchado en mi vida y si no tiene el trino del aria del Conde en eso no está solo. Gleadow es simpático y se mueve bien; la voz no es mucha, tiene problemas con el ‘sì’ de ‘Se vuol ballare’ y cuando lo repite lo hace en falsete.
De paso, tanto criticar a las viejas producciones, y aquí volvemos a las risitas, los tartamudeos, las bufonerías y morisquetas de todo tipo, y el abuso del falsete que como siempre hace reír al respetable, pero si nos ponemos serios e intentamos seguir, por ejemplo, ‘Aprite un po’’ los errores, desde la respiración, se van sumando.
Teatro repleto y gran éxito. Al salir me encuentro con una conocida que un tanto perpleja me dice ‘en el Liceu se entiende cada vez menos de voces’. Le comento la gala del aniversario, en la que las voces, con o sin bemoles, eran de muy otra entidad y se va algo más tranquila.
Y finalmente, qué pretensión, Mozart no es ni Wagner ni Verdi ni el
belcanto ni el verismo ni mucho menos Strauss: ¿y si miramos nombres de
cantantes del pasado o muy reciente que han cantado esta ópera, incluso en el
Liceu? Para no irme a 1945 y al debut absoluto en ópera de De los Ángeles como
Condesa diré que hace poco tuvimos a Tézier como Conde… ¿Lo cantó mal? ¿Es
‘mucha voz’ para Mozart? ¿Lo eran la Nilsson, la Price, Siepi, Taddei, London y
la Della Casa (cito los primeros nombres que me vienen a la mente)? ¿La
‘pequeña’ pero fabulosamente emitida voz de Berganza se escuchaba hasta el
último rincón del Colón porteño (de tamaño similar al Liceu) y sus recitativos
eran una lección de estilo y musicalidad? ¿A cuántos de estos cantantes volverá
a contratar el Liceu por su cuenta y para cantar qué?
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