España - Cataluña

Esto no es una crítica

Jorge Binaghi
jueves, 14 de abril de 2022
Pablo Casals © Dominio público. Pinterest Pablo Casals © Dominio público. Pinterest
Barcelona, miércoles, 30 de marzo de 2022. Auditori. Concert per la pau. Varios autores. Varios intérpretes. Orquesta y Coro per la Pau. Varios directores
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Aparte de robarle la idea del título al célebre cuadro de Magritte con la pipa que no lo es, va de veras. No se trata de un concierto cualquiera, uno muy importante o uno más. No uno al que se va porque está en un abono, porque a uno le dan entrada de prensa, o porque ese día justo ha quedado con amigos o no tiene nada mejor que hacer y se da una vuelta por una sala donde se hace música clásica. Nada de eso.

Un concierto preparado en diez días con sólo una media de quince minutos de ensayo y con la participación de las instituciones musicales de música clásica de relieve y la colaboración de instituciones políticas y académicas, sumando solistas, miembros de las orquestas y corales que participaron por puro espíritu de altruismo y generosidad no puede ser medido con vara alguna, sino por la de lo excepcional de la circunstancia y del acontecimiento (esto es un verdadero ‘evento’, y no los que pasan por tales).

Porque además no fue un concierto en contra de nadie sino sólo antibélico y eso quedó claro en el mensaje que se proyectó al comenzar el concierto seguido de un texto de Casals sobre la función ‘armoniosa’ de la música más un breve video de la acción de la Cruz Roja a quien se le entregó todo lo recaudado en el concierto. Tres días antes se habían agotado las localidades (2200, si hay que recordarlo) y la visión de la cola para entrar y de la sala rebosante para mí fue un impacto. Y para todo el mundo lo fue la entrada de los miembros de coro y orquesta (muchos actuaban juntos por primera vez, integrando también a estudiantes avanzados) como lo dejó claro el enorme aplauso que los recibió. Fueron por un día la orquesta y coro por la Paz, con 88 músicos, 90 coristas, 45 niños de la Escolanía de Montserrat, cinco solistas de importancia y nueve directores. Obviamente no fue largo y se trató de piezas o ‘breves’ o de un fragmento de las mismas. Ahora detallo el programa, pero, por ejemplo, oír la ‘Gran puerta de Kiev’ de los Cuadros de una exposición de Mussorgski a mí me conmovió por autor, ciudad y (de paso) recuerdos históricos que ciertamente no facilitan las cosas pero que ahí están y deben tomarse en consideración independientemente de la responsabilidad y las causas ‘profundas’ de esta guerra que padecen en primera persona muchos pero que de algún modo padecemos todos.

La emoción y la sensación de participación en algo ‘bueno’ (perdóneseme la palabreja) iba y volvía del escenario (casi desbordado) a la sala (donde no sólo había ‘expertos’ o melómanos) y se retroalimentaba. Más que una sensación de orgullo ‘patrio’ cuando el coro dirigido por Mireia Barrera entonó la tradicional El Rosinyol o cuando para clausurar el acto orquesta, Escolanía, Antoni Ros Marbá en la dirección, y el violonchelista Miquel Keenan-Fuentes interpretaron la versión de Xavier Monsalvatge del también tradicional Cant dels ocells, había un profundo silencio conmovido.

El concierto comenzó con una plegaria por Ucrania de Valentín Silvèstrov dirigida por Ernest Martínez Izquierdo. Siguió la mencionada obra de Mussorgski con la dirección de Xavier Puig. Vino luego el hermosísimo Adagio de Samuel Barber dirigido por Jordi Mora, seguido del mencionado Rossinyol.

Hubo luego un anónimo gregoriano, Da pacem domine, seguido de otro del mismo título pero del belga Gilles Binchois, y por un tercero de Arvo Pärt, todos por Jordi Savall y miembros de La Capella Reial de Catalunya (extrañamente vestidos con ropa informal).

Vino luego el maravilloso Morgen de Richard Strauss por Joyce Di Donato, la concertino Vera Martínez Mehner -del Quartet Casals- dirigidas por Pedro Pardo, que también se ocupó (por indisposición del director anunciado) del ‘Nimrod Adagio’ de las Variaciones Enigma de Elgar, y antes del final con el mencionado Cant dels ocells, se escuchó el cuarto movimiento de la Novena de Beethoven (que realmente debería ser siempre la última obra de un concierto de cualquier tipo) con los solistas Katerina Tetryakova, Marina Pinchuk, Airam Hernández y Mattia Olivieri que realmente exaltó al público, como siempre debería ocurrir al oír ya las primeras palabras de la Oda a la alegría ‘O Freunde, nicht diese Töne!’, porque fue algo realmente entre amigos para amigos y destinado a promover la amistad que hoy falta tanto a nivel ‘global’. 

Si me he olvidado de algo o alguien, ahora copio la comunicación sobre las instituciones participantes para no caer en ello: se trata de una iniciativa de la Fundación Victoria de los Ángeles, posibilitada por la cooperación del Ajuntament de Barcelona,, Ajuntament de Sant Cugat, Associació Franz Schubert, Conservatori del Liceu, Coral Carmina, Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals, Creu Roja,, Delegación del Gobierno, Escolania de Montserrat, Escola Superior de Música de Catalunya (ESMUC), Franz Schubert Filharmonia, Fundació CIMA, Fundació Ona Futura, Fundació Pau Casals, Fundació Victoria de los Ángeles, Generalitat de Catalunya- Departament de Cultura, Gran Teatre del Liceu, La Capella Reial de Catalunya, L’Auditori de Barcelona, Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (ONBC), Orquestra Simfònica del Vallès, Orquestra Simfònica Victoria de los Ángeles, Palau de la Música- Orfeó Català, Radio 4, Rtve, Tritó edicions, y Universitat de Barcelona). 

De cualquier modo, todo puede resumirse en un ‘simple’ pero verdadero ‘gracias a todos’. Y que razón y sentimiento se impongan por encima de intereses particulares, egoísmos y megalomanías.  

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