España - Cataluña
Formidable recital
Jorge Binaghi

Un lleno
absoluto para un concierto en el ciclo ‘Grandes Voces’ que volvía a reunir,
como hace ahora cuatro años, a tres intérpretes hoy fundamentales en la música
de cámara vocal y pianística, Diana Damrau y Jonas Kaufmann en el canto y
Helmut Deutsch en el piano (recién aparecido su libro, émulo del famoso de
Gerald Moore).
No sé si
algún tipo de exclamaciones no resultaban un tanto fuera de lugar (alaridos
beduinos y silbidos de estadio no parecen lo más indicado para la canción de
cámara culta, sobre todo cuando se trató -y casi se consiguió- de que los
aplausos se circunscribieran a las subdivisiones realizadas por los artistas).
Como entonces, pero sin la ‘unidad’ del ciclo de Wolf, se oyeron en solitario
y a dúo diversos lieder de distintos ciclos de Schumann y Brahms, elegidos para
contar -en algunos momentos un tanto forzadamente- historias de amor y desamor.
Es
cierto que una parte del público fue a aplaudir impenitentemente a sus divos
favoritos más que a escuchar un concierto, pero también que casi siempre lo
merecieron.
En
cuatro años, si el magisterio pianístico de Deutsch sigue siendo sobrecogedor
en su intimismo, su falta de intrusión y sin embargo su presencia constante,
las voces de los cantantes han sufrido transformaciones. Digamos, sin fijarnos
en otras cosas, que en este caso la del tenor parece más cambiada que la de la
soprano. Resulta evidente la opacidad del sonido, la tensión en el agudo, el
engolamiento y las medias voces emitidas en falsete. También lo es que en este
repertorio la cosa importa menos que en un rol operístico, y tal vez lo que más
pueda despertar reserva es el mayor empeño en ‘actuar’ con gestos lo que la voz
sola tal vez no puede sugerir.
En el caso de la soprano, una merma del volumen y un agudo más metálico no son óbice para un desempeño admirable, que sólo a veces abusa de su simpatía (como cuando entra tarde en una canción y a fuerza de risas se hace perdonar y vuelve a comenzar sin el menor problema) y que si tiene en la picardía o la coquetería su fuerza mayor no rehúye el elemento lírico o nostálgico. Buena prueba de esto último fue su versión del Nogal de Schumann (en la línea de una De Los Ángeles), mientras que el inicio del concierto con Dedicatoria del mismo autor puso un tanto a prueba a Kaufmann (final de la canción).
En general, hoy parece sentarle más Brahms al tenor, mientras que ella se mueve como pez en el agua en ambos autores. Buena prueba fue la Soledad del bosque del gran Johannes cuya última palabra dio pie a la respuesta de Damrau en el Ruiseñor del mismo en una prueba más de la forma ‘exterior’ de conectar las canciones. Ambos se repartieron las dos voces de la famosa Serenata inútil, al principio de la segunda parte, mientras que casi al final de la primera hicieron un alarde de sabiduría técnica, estilística y expresiva en los tres números de la Tragedia de Schumann, que no es frecuente escuchar y menos en esta forma. De este autor destacaron en la segunda parte canciones como la de Suleika, El y ella y Amor traicionado, mientras que de Brahms se escucharon excelentes versiones, por ejemplo, de Mi amor es verde, Del amor eterno o Teresa.
Naturalmente
en un programa largo uno puede elegir y la lista sería más larga aún, pero para
una idea es (creo) suficiente. Ante los aplausos ofrecieron tres dúos sin
anunciarlos, y nuevamente debo a Sílvia Pujalte la identificación de dos de
ellos: el primero de Schumann (Debajo de la ventana), el último de Brahms
(Allá abajo en el valle, convertido en dúo para la ocasión) y el del medio ... averígüelo
Vargas.
Por cierto, la excelente traducción al catalán de los textos presentaba un gazapo en el título de An den Abendstern de Schumann, que es la estrella vespertina y no la matutina.
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