España - Castilla y León
Claroscuros
Samuel González Casado
Más que digna Traviata en el Teatro Calderón de Valladolid; de hecho la producción operística más lograda en lustros en este teatro. Tanto puesta en escena como director y cantantes aportaron aspectos valiosos a la última de las tres funciones, que es la que se comenta, aunque por supuesto hubo algunos altibajos, sobre todo debidos a la variedad de mecanismos vocales que la obra pide a los protagonistas, que no suelen dominarse con la misma prestancia.
Así, el acto que más sufrió fue el primero, que digamos fue el que puso en evidencia los puntos débiles de varios elementos sonoros de la representación: tras un cuidadoso preludio al acto I de
El brindis no fue memorable:
Todo fue arreglándose paulatinamente, y en el segundo acto hubo mejoras evidentes: el dúo salió bien. El barítono
, pese a un sonido que no le permite hacer demasiado musicalmente y cierta falta de ortodoxia en la posición por ejemplo en finales de frase, tuvo una actuación intencionada dentro de la sobriedad. Claudia Pavone mostró sus puntos fuertes: capacidad para matizar las partes líricas, buen legato y apreciable trabajo de planificación, con un paso agudo casi siempre bien resuelto y un paso grave algo abrupto (poca mixtura) aunque con un registro de pecho nada forzado.En la segunda fiesta Airam Hernández, quizá más Otelo que Germont, “sonó” continuamente en el centro; esta utilización provoca escenas muy lucidas, como en "Ogni suo aver tal femmina", pero también incluye las dificultades en el paso apuntadas en el acto I, fijeza en la posición y falta de posibilidades para el matiz y para el fluido dominio de toda la tesitura. Por supuesto, el tenor lleva el personaje a su terreno con éxito, y como típico papel de amante arrojado y obsesionado no hay nada que objetar: su generosidad, dentro de las características apuntadas, se agradece mucho y, por lo escuchado a la salida, provocó gran efecto en el público.
La concepción escénica de McVicar, sencilla pero exhaustiva en su perfeccionismo, juega continuamente con los claroscuros. Existe algún aspecto discutiblemente resuelto (la escena en la habitación aparte del acto III) y las entradas y salidas por el fondo resultan un poco aparatosas, aunque las sutiles transparencias de ese mismo fondo otorgan un subtexto de mucha delicadeza. La iluminación es potente, pero muchos de los objetos de la escena son negros, incluidos (en la mayoría de las ocasiones) unos cortinajes que sirven para centrar o expandir las acciones.
El último acto fue el más refinado, con unos elementos perfectamente aprovechados (gran cama principal y colchón en el suelo donde Annina duerme a los pies de su señora). Pavone estuvo realmente bien: combinó equilibrio con arrojo siempre desde unos cánones muy ortodoxos que favorecieron la concentración en la música y en lo que estaba ocurriendo. En toda la representación la orquesta, dentro del sonido que provoca un foso ingrato, sonó muy aceptablemente, y Salado mostró personalidad por ejemplo en la variación de los tempi y en cierta exacerbación pasional en momentos culminantes que siempre pareció justificada. La parte coreográfica y las intervenciones del coro fueron discretas (lo del coro sigue siendo una asignatura pendiente) y entre los secundarios no hubo grandes intervenciones, aunque la buena disposición vocal de Javier
Como aspecto secundario de la representación, se agradece que el programa de mano tenga mayor entidad y cuidado que en otras ocasiones, pero cabe lamentar las espantosas dos páginas de las notas al programa, no tanto por el contenido como por la cantidad de errores de redacción, erratas y faltas de ortografía, inadmisibles siempre, pero vergonzosas desde la responsabilidad que implica la publicación de un texto sostenido por arcas públicas, que desaniman a intentar comprender lo que se nos cuenta y que hubieran sido sencillas de corregir. Y otro punto negativo es el envío a la prensa de dos únicas fotos, que, como puede apreciarse, para nada son ilustrativas de la escena; algo muy lejos del estándar de un teatro que quiera llamarse así.
En cualquier caso, esta vez la experiencia operística en el Teatro Calderón de Barca fue positiva, y espero que vayan puliéndose esos detalles para conseguir unas veladas aún más redondas.
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