Francia
Homenaje a uno de los más grandes compositores vivos
Francisco Leonarte

Tratándose de músicas del pasado, la información y la oferta en París es apabullante.
Cuando se trata de músicas del presente, de la llamada « música experimental », la oferta es menos abundante y la información hay que encontrarla.
Incluso cuando se trata de compositores más que confirmados, que ya han pasado la venerable edad de 80 años.
Tal es el caso de
Un compositor consagrado pero casi confidencial
Conocido sobre todo por su divertidísima y muy fresca ópera de cámara La ópera de cuatro notas, el catálogo de este discípulo de Morton
Gracias a un amigo pude enterarme con escasa antelación del concierto homenaje a Tom Johnson en los Laboratoire d'Aubervilliers, centro pluridisciplinar – aunque sobre todo teatral – consagrado a las vanguardias en las afueras próximas de París. Un concierto que tomaba como pretexto la salida del libro* en torno a su música escrito por el también compositor Gilbert , tal vez el mayor especialista en la materia. Un libro indispensable para quien quiera conocer a fondo la obra de Tom Johnson.
Matemáticas y sentido del humor
Poder escuchar la música de Johnson es siempre una suerte y un disfrute. Porque su música es a la vez inmediata, fresca y sorprendente. Nada que ver con la imagen aburrida y pretenciosa que a menudo se le supone a la música contemporánea. Personalmente, siempre aprovecho estos conciertos para invitar a amigos que no son especialmente melómanos, y siempre salen gratamente sorprendidos o cuanto menos contentos de haber escuchado algo que no es frecuente. Nunca hastiados ni aburridos. Fue también el caso este sábado 28.
Y es que la obra de Johnson es una mezcla de rigor matemático y de sentido del humor, combinados con la herencia de Cage y un lejano aroma a Satie.
Sus obras pueden estar basadas en principios matemáticos simples, fácilmente discernibles por todo oyente, como sus Músicas para contar – que de hecho fueron objeto de talleres escolares durante este año en los mismos Laboratoires d'Aubervilliers a cargo de Fabrice Villard – o por el contrario pueden emanar de principios matemáticos más complejos ligados a conceptos puramente musicales como el de escalas o acordes.
Este es el caso de las dos obras de Tom presentadas el sábado 28 de mayo, Intervals, presentada en el exterior, y Deep Rhythms, ya en la gran sala.
Una interpretación fresca y rigurosa
En ambos casos estamos ante una búsqueda rítmica de gran complejidad. Es necesario que los intérpretes sean especialmente meticulosos y atentos. Son obras mucho más difíciles de ejecutar de lo que pudiera parecer a simple escucha. Sobre todo por que todo ha de parecer fácil, evidente. Para que a la escucha la obra adquiera toda su belleza natural y desapasionada, la belleza del icono, como le gusta repetir al autor.
Ante éstas, como ante otras obras de Tom Johnson, hay dos posibilidades : 1 – intentar descifrar y seguir el sistema matemático que sustenta el discurso musical (la opción que el compositor prefiere), 2 – dejarse llevar por la música y apreciar (o no, claro está) el resultado. Confieso que, vago como soy, me decanto siempre por la segunda solución. Y siempre quedo fascinado.
Así sucedió una vez más. Y no fui el único que sucumbió a la fascinación.
El Ensemble Dedalus tiene gran experiencia con la obra de Johnson. Tanto es así que uno de sus componentes, el clarinetista Fabrice Villard, ha compuesto una bonita obra Musique logique homenajeándolo y recurriendo también a sistemas matemáticos. Para la obra de Villard el Ensemble Dedalus, que en las primeras obras del programa se había limitado a la percusión, se armó de guitarra, flauta travesera, violín (sin arco), trombón, saxo y clarinete.
Y, de propina, con la misma instrumentación, el Ensemble Dedalus nos ofreció más Tom Johnson.
Aplaudimos a rabiar.
Y salimos con una sonrisa de oreja a oreja – es lo que tiene la música de Tom Johnson – y con la sensación de haber asistido a una de las primeras ejecuciones de varias obras maestras. Un poco como el espectador que en 1820 asistiera a una schubertiada o en 1912 a una de las primeras presentaciones del Pierrot lunaire.
Un lujo.
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