Alemania

Klavier-Festival Ruhr

Ivo Pogorelich despedaza a Chopin

Juan Carlos Tellechea
jueves, 9 de junio de 2022
Ivo Pogorelich © 2022 by Klavier Festival Ruhr Ivo Pogorelich © 2022 by Klavier Festival Ruhr
Bochum, jueves, 2 de junio de 2022. Gran sala auditorio Anneliese Brost Musikforum Ruhr. Klavier-Festival Ruhr. Frédéric Chopin, Polonesa-Fantasía en la bemol mayor op 61, Sonata nro 3 en si menor op 58, Fantasía en fa menor op 49, Berceuse en re bemol mayor op 57, Barcarola en fa sostenido mayor op 60. Bises: Frédéric Chopin, Prélude en do sostenido menor op. 45, Nocturno en Re bemol mayor op. 27/2.Klavier-Festival Ruhr 2022. 80% del aforo, bajo medidas mínimas (uso de mascarilla) de prevención e higiene contra la pandemia de coronavirus.
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Cuando en esta soleada tarde del jueves suena en Bochum la Polonesa-Fantasía en la bemol mayor, op 61, de Frédéric Chopin, los sobrios trazos de los acordes se abren en tempo "maestoso", aunque con un patetismo casi amenazante. Así es como el controvertido Ivo Pogorelich demuestra en este concierto del Klavier-Festival Ruhr que hubo una expulsión de los salones decimonónicos.

La mano izquierda debe ser tu Kappelmeister y llevar siempre el compás, decía Chopin a sus alumnos. Pero Pogorelich lanza este consejo al viento, tanto como la métrica marcada por el compositor polaco, que muchas veces subestima generosamente.

¿Es este el Chopin que conocemos de toda la vida? La Polonesa la estira tanto que llega a autoalienarse bajo sus dedos. Los matices, con sentido en una interpretación fluida, parecen huérfanos, y algunas notas se enfatizan de forma flagrante, como si quisieran convertirse en mensajeros de una subjetividad enigmática. A ojos vistas Pogorelich toca a Pogorelich y no a Chopin.

Es dable reconocer, sin embargo, que Chopin, con cuyas obras Pogorelich comenzó su discutida carrera internacional, nunca perteneció realmente a aquellos aposentos. Al igual que Schubert, el cantante de Lied de gusto y estilo Biedermeier, Chopin esconde en sí tanto lo abismal como lo mágico. Se confirma enfáticamente con las escaladas de cambios episódicos en modo de "fantasía" en movimiento hasta el dramático final. Detrás del borde dorado de la aristocrática delicadeza sonora, surgen una y otra vez los inquietos juegos de sombras de un drama apasionado, que desbaratan cualquier ambiente de salón.

En la Sonata en si menor busca menos las melodías que los extremos míticos. En el primer movimiento (Allegro maestoso) intensifica este efecto de disociación de la métrica. Con una insistencia casi despiadada, alarga la ingenua estructura del tiempo de tres cuartos hasta llegar a una significación extravagante. El Largo se hincha y alcanza dimensiones wagnerianas. Su sección central de tipo coral, deja aflorar muy poco del ambiente nocturno que se escucha a menudo, pese a la indicación de “cantabile“, sino que apuesta por una irritación inquieta.

Las ágiles líneas del Scherzo. Molto vivace se desdibujan hasta convertirse en un susurro difuso y chocan con los trillados bajos. Por último, en el Finale transforma el “Presto non tanto“ en "Agitato" en un drama de brillantez virtuosa entre dobles octavas masivas y carreras febriles.

Especialmente, tras el intervalo, en la segunda parte del concierto, hace su trabajo más devastador en la Fantasía op 49. Apenas hay una línea de notas a la que Pogorelich no le aplique su agógica de parada y arranque. Ésta culmina en una “Barcarola“ que se balancea en pesados mares de rubato hacia un estruendoso naufragio. Con la “Canción de cuna“ de la “Berceuse“ en re bemol mayor, y el “Gondellied “ de la Barcarola en fa sostenido mayor, el público del Anneliese Brost Musikforum, de Bochum, pensaba que por fin había llegado a costas más suaves en este programa total de Chopin.

Algo apareció en el sobrio final de esta op 60 sobre el punto pedal en fa sostenido como un presagio de la magia sonora familiar. Pero, no. Los espectadores se equivocaban; no fue hasta los dos bises (Prélude en do sostenido menor op 45, Nocturno en Re bemol mayor op 27/2) cuando Pogorelich evocó a Chopin como el consumado mago del sonido que es. No en último término, es a él a quien Pogorelich debe su asombrosa carrera.

Los espectadores se pusieron de pie espontáneamente y ovacionaron a un pianista que, quiérase o no, pese a sus desplantes, tiene su público fiel que lo aguarda siempre con gran expectación y que todas la veces cae hipnotizado con sus interpretaciones. Fue esta la onceava vez que el artista, nacido en Belgrado en 1958, se presentó en el Klavier-Festival Ruhr. Hay que reconocerlo, sus actuaciones son siempre muy especiales. Pogorelich se esmera mucho en ser una de las personalidades musicales más extravagantes de nuestro tiempo.

Fue en el Concurso Chopin de 1980 donde se hizo famoso de la noche a la mañana. Este hombre es un genio, proclamaba entonces Martha Argerich, pero Pogorelich era eliminado en la tercera ronda, y Argerich abandonaba el jurado furiosa. Tal vez hoy haría lo mismo. Aquel acontecimiento contribuiría a que el pianista, a la sazón de 22 años, recibiera una atención aún mayor de la que habría tenido como ganador del concurso.

Le siguieron muchos triunfos y una carrera sin precedentes que lo llevó por todo el mundo. Hasta nuestros días, su forma de tocar es muy espontánea e imprevisible. En cuanto a la expresión y la intensidad, trasciende una y otra vez los límites, cautivando a las plateas. La espera de lo inaudito en él tampoco se vio defraudada en esta velada del Festival de Piano del Ruhr. Para nada.

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