Discos
Muriel Chemin: Las 32 Sonatas para piano de Beethoven
Juan Carlos Tellechea

Al igual que sus 17 cuartetos de cuerda, las 32 sonatas para piano de Ludwig van Beethoven ocupan un lugar considerable en la obra del genial maestro de Bonn. La mayor parte de este extraordinario edificio instrumental fue compuesta en un periodo de tiempo relativamente corto, ya que la composición de gran parte de estas sonatas tuvo lugar entre 1793 y 1805.
Una profunda investigación musical es audible en cada uno de los pasajes de la integral de Sonatas para piano de Beethoven grabada por la laureada pianista Muriel Chemin (Odradek Records). Desde los momentos aplastantemente conmovedores hasta los de gloria estremecedora: todos están en este álbum (caja con 10 CD) que sigue al aclamado lanzamiento de las Variaciones de Diabelli, de Beethoven, grabado también para este sello.
La extraordinaria impresión de estas placas es un verdadero trabajo de amor, en el que Muriel Chemin aporta su claridad, precisión, dinamismo y autoridad artística, así como esa maravillosa combinación de rigor, riqueza y conciencia analítica.
La oportunidad de escalar una cima de esta importancia es un enorme privilegio para una pianista, tanto como intérprete y como ejecutante,
afirma ella misma en el prefacio del folleto que acompaña al álbum.
Beethoven ha sido una presencia constante en la vida de Muriel Chemin desde que, a los siete años, escuchó por primera vez su música y empezó a asimilarla con frecuencia y con total absorción. Este amor por Beethoven se ha ido profundizando a medida que su carrera ha ido avanzando y dando frutos, culminando en las interpretaciones profundamente personales de esta colección. Muriel Chemin aporta su pasión e integridad a esta música centelleante, ofreciendo una visión muy íntima de las sonatas para piano de Beethoven, que trazan la trayectoria de su extraordinaria evolución musical.
La pianista se ha dedicado incansablemente al ciclo completo de las 32 sonatas para piano de Beethoven. Él es mi estrella polar afirma Muriel Chemin, profesora del Conservatorio di Musica Benedetto Marcello, de Venecia, desde 2014, y jurado en varias competiciones internacionales de piano. Muchos de sus estudiantes han sido galardonados ya en múltiples oportunidades y en importantes certámenes de nivel mundial.
Muriel Chemin toca de forma controlada. Llega a los límites del piano, pero nunca va más allá, mantiene la compostura. Esta gran artista demuestra aquí magistralmente la calidez de sus interpretaciones grabadas entre 2017 y 2021 y se revela como una gran artífice de las Sonatas beethoveniana, extrayendo de ellas su intensa poesía y su fuerza vital.
En el siglo XIX, las sonatas, junto con el Clave bien temperado de Bach, fueron glorificadas como la cúspide de la cultura musical, al margen de toda crítica. Joachim Kaiser volvió a evocar esta tradición, que implosionó después de 1945, en su libro de 1975 Beethovens 32 Klaviersonaten und ihre Interpreten (editorial S. Fischer/Fráncfort del Meno).
Pero no todos los pianistas compartían y comparten esta exaltación. Artur Rubinstein y Vladimir Horowitz eran ajenos a la idea de una grabación completa, Glenn Gould tuvo problemas con las sonatas, y nadie asociaría necesariamente a la mayoría de los grandes pianistas más jóvenes con el nombre de Beethoven.
Hoy podría definir a Beethoven como el último compositor barroco y, al mismo tiempo, el primero del siglo XX. Lo que siempre me ha fascinado de Beethoven, a medida que desarrollaba mis conocimientos musicales y los ampliaba, es el hecho de que abarca en cierto modo, él solo, tres siglos de música.
Esta afirmación puede parecer exagerada. Pero, por un lado, ha retomado la forma de la fuga, llevándola a dimensiones inimaginables (me refiero especialmente a los Opp. 106 y 133), y por otro, ha influido en los músicos del siglo XX, especialmente en Arnold Schönberg, e incluso fue fuente de inspiración para Pierre Boulez. De hecho, encontramos puntos de encuentro entre la Sonata nº 2 de este compositor francés y la Sonata Hammeklavier op 106 de Beethoven, tanto desde el punto de vista estructural como en el hecho de que ambas, aunque de forma muy diferente, crearon una oposición, una violenta colisión entre el material horizontal y el vertical. Beethoven construyó en una forma que se había vuelto demasiado estrecha; Boulez la demolió, pero dejó visibles los cimientos expuestos de un edificio sumergido. (Muriel Chemin)
Estas treinta y dos sonatas para piano abarcan las tres fases de Beethoven y comienzan con una serie de tres sonatas de la op 2, todas ellas construidas en cuatro movimientos. Incluso en estas primeras Sonatas, Beethoven innova con respecto a Joseph Haydn sustituyendo el Minueto (todavía presente en la Sonata op 2 nº 1) por la introducción del Scherzo en las dos siguientes Sonatas op 2 (nº 2 y nº 3). Es con su Sonata op 13, conocida como la Patética, publicada en 1799, cuando Beethoven se establece como un compositor que ha dado definitivamente la espalda al siglo XVIII, inventando un mundo sonoro totalmente nuevo.
La siguiente Sonata (op 26) va aún más lejos en su ruptura con la época clásica ya que Beethoven, anticipando la marcha fúnebre que aparecerá en su Sinfonía nº 3 "Eroica", utiliza una "Marcia funebre sulla morte d'un Eroe" como tercer movimiento. La Sonata op 53 "Waldstein", contemporánea de esta tercera Sinfonía "Eroica", comienza con un enérgico Allegro con brio, al que sigue un movimiento que se desarrolla en una especie de atmósfera nocturna. El Rondo final está construido sobre un tema de canto de gran fuerza interior.
Con la Sonata nº 23 "Appassionata", Beethoven vuelve a abrir nuevos caminos con su violencia y la extraordinaria animación que inyecta en el primer movimiento Allegro assai. En marcado contraste con este volcánico primer movimiento, el Andante con moto que le sigue devuelve temporalmente la serenidad. El último movimiento reintroduce la agitación y la fiebre, en una especie de delirio instrumental irresistible.
Fue en 1806 cuando Beethoven compuso su Sonata más monumental, volviendo a los cuatro movimientos. Su Sonata op 106 "Hammerklavier" es de proporciones gigantescas, ya que la obra se acerca a los cuarenta y cinco minutos. El Adagio sostenuto, que constituye el tercer movimiento de esta Sonata "Hammerklavier", dura casi veinte minutos y sorprende por su expresión conmovedora, casi dolorosa, que lo acerca al sublime movimiento lento del Cuarteto de cuerda nº 15.
Finalmente, con las tres últimas Sonatas op 109, op 110, op 111, entramos en un extraño mundo totalmente volcado hacia la interioridad, el que Beethoven nos hace descubrir dentro de sus últimos cuartetos de cuerda. En conjunto, el ciclo de Muriel Chemin, grabado en el Studio Odradek The Spheres, de Pescara, Italia, es ejemplar en su equilibrio armónico entre intelecto, intensidad emocional, precisión pianística y atención al detalle, unido a un tono muy propio, magro, fresco y claramente inspirado en el sonido de los instrumentos históricos, restaurado en una imagen acústica tan íntima.
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