Francia
El nacimiento de la comedia lírica en Francia
Francisco Leonarte

En el repertorio operístico parece que la tragedia nació antes que la comedia. La cosa era una cuestión de aristócratas e intelectuales y – al menos para la fundación oficial de la ópera - tenía que ser seria. Otra cosa son los intentos a pequeña escala que tal vez vieran la luz incluso antes del nacimiento oficial.
Pero la Historia no los ha retenido oficialmente ... Y aunque pronto la comedia se entremezclaría con el drama ya en la ópera veneciana, oficialmente hay que esperar más de un siglo (1733) para que un título, La Serva Padrona, nacido como un simple intermezzo, pueda ser reconocido oficialmente, como una comedia lírica, como una ópera cómica, lo que los italianos denominarán opera buffa.
Tratándose del repertorio operístico francés, ustedes imaginarán bien que un autócrata como Luis XIV, bajo cuyo reinado se importó el género a Francia gracias a Mazarino, favoreció la visión trágica del espectáculo.
Y así como reunificó teatros (para controlarlos mejor) y expulsó a los italianos por haber tenido la osadía de presentar un título que lejanamente podía hacer pensar en Madame de Maintenon, su esposa secreta y morganática (La falsa puritana), de igual manera no se registra entre las obras maestras del género lírico francés de la época,
Hay que esperar pues a 1714, un año antes de la muerte de Luis XIV, para que, bajo los auspicios de la mujer del hijo predilecto del monarca, la muy activa y risueña Duchesse du Maine y sus caballeros de la mosca de miel, nazca la primera ópera cómica conocida en Francia, Les amours de Ragonde, libreto de
Pero al parecer la obra no sale del círculo privado y aristocrático, y su compositor, Mouret, muere loco en 1738...
Muchos años después del estreno,
Rameau (que, no lo olvidemos ya había escrito mucha música cómica para los teatros de feria) toma buena nota del éxito público y privado de Los amores de Ragonda y, con ocasión del matrimonio del Delfín de Francia con la infanta María Teresa, compone Platée.
Platée es una joya
El libreto está bien construido y tiene momentos de auténtica comicidad. La música sabe aunar aspectos populares con instrumentación sabia, melodías pegadizas con refinamiento armónico, pasajes de lucimiento orquestal con momentos de lucimiento vocal, sensibilidad con sentido del humor, siguiendo las sugestiones del libreto. Por su variedad, por su teatralidad, por la originalidad de sus planteamientos musicales, sí, Platée es una obra maestra.
Una puesta en escena mítica
La Ópera de París ha tenido la buena idea no sólo de volver a programar Platée, sino también de recuperar su producción de 1999, considerada ya mítica por buena parte de los melómanos.
Estamos ante una de las puestas en escena de
El decorado, remedando la propia sala en que se representa, la Ópera
Obra maestra de Laura Scozzi
Pero lo que la producción de Carsen no tenía, lo que para mí es el gran acierto de esta producción de la Ópera de París, es la coreografía de la fantástica Laura
Francia asoció el ballet al espectáculo operístico desde sus inicios. A Luis XIV le chiflaba el ballet, entre otras cosas porque al parecer era buen bailarín, y todo lo que fuera pretexto para hinchar su ego le gustaba. Así que la tradición luisquatorcesca pervivió en la ópera francesa yo diría que hasta nuestros días, porque en hoy en día en Francia el ballet es disciplina mimada por público y autoridades - al menos si lo comparamos con España, Italia o incluso Alemania...
Platée cumple con esta tradición. Y con creces. Tanto es así que también ha recibido la denominación de Ballet bouffon. Tal vez un tercio de su música esté dedicada a entradas de ballet. O sea que si la coreografía no es buena, uno puede aburrirse durante un buen rato en Platée. Pero es que la coreografía de Scozzi es jubilatoria. No tiene desperdicio. Aunando el vocabulario del hip-hop (¡cosa que en 1999 tenía mucho más mérito que ahora !), de la revista a lo Moulin Rouge, de la danza clásica, de la danza contemporánea, e incluso de los gestos cotidianos, Scozzi consigue sorprendernos constantemente. Con un sentido del humor parangonable al del propio Rameau. En particular, su última y extensa entrée se convierte en una suerte de catálogo sobre el amor y el matrimonio que llega a ser hilarante.
Pero bueno, todo esto los melómanos más recalcitrantes lo conocéis porque lo habéis visto en directo o en dvd...
La reposición actual plantea el desafío de estar a la altura musical del estreno en 1999, que contaba con intérpretes bastante excepcionales.
Misma orquesta, mismo director
Para empezar, la misma orquesta y el mismo director, Les musiciens du Louvre y Marc
Minkowski sigue sabiendo dar energía a la partitura, intensidad, variedad de acentos y sentido del humor. Y la orquesta sigue todas sus indicaciones con celeridad, luciéndose a menudo. Tal vez eché a faltar más diversidad en los colores orquestales y ahí no pude evitar las odiosas comparaciones, pensando en , en o en Daucé. Pero en conjunto, una estupenda prestación de orquesta y director.
El coro, el de la propia casa, me pareció en buen estado. Sigo echando a faltar mayor inteligibilidad, pero en conjunto fue dinámico, bastante empastado, eficaz. No noté los problemas en las voces femeninas que últimamente había constatado.
Un buen ramillete de cantantes-actores
Indispensable, en la Platée, que los intérpretes lo sean tanto vocalmente como actoralmente. Pelly se vuelve a mostrar como un estupendo director de actores, y el conjunto de cantantes se muestran actoralmente a muy buena altura, destacando el muy expresivo y sabroso
Bonita la voz de Tamara Bonazou, pequeñita todavía pero bonita y bien proyectada ; bien Nahuel
Cada vez que escucho a
Otro fenómeno – no sé si poco o muy conocido allende las fronteras francesas – es Marc
Queda quien era el gran interrogante de la distribución : ¿Podrá un tenor rossiniano asumir un papel cómico barroco como el de la protagonista de Platée? En mente teníamos a los excelentes
Políticamente incorrecto
Eso sí, en esta Madame Butterfly versión cómica, en esta versión bruta de Calle Mayor de Bardem o de La señorita de Trévelez de Arniches, lo que podía hacer reír en 1745 –burlarse de la persona que cree en una imposible ascensión social, en un imposible amor, en la posibilidad imposible de cambiar de mundo, burlarse de la fea, de la tonta, de la que no es normal y acabará para vestir santos– inspira al revés compasión, y uno no puede evitar un cierto regusto amargo al final al ver a la pobre ranita engañada y vilipendiada
Pelly tiene el buen gusto de no inventarse argucias escénicas que hagan políticamente correcta la obra de Rameau-Le Valois d'Orville – Autreau, pero la desesperación de Brownlee, su rabia tan humana y comprensible, bastan para que, al terminar la obra, uno se haya puesto definitivamente del lado de la rana.
Y es que a las obras maestras, quieras que no, no les hacen falta muchas explicaciones. Cada uno sale con lo que quiere, y siempre hay para que cada persona y cada época, extraiga lo que le interesa.
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