Francia
Repostería de altos vuelos
Francisco Leonarte

¿Alguna vez han soñado ustedes con atracar una pastelería -no por el dinero, claro está, sino por darse precisamente «un atracón» de pasteles-? ¿Han entrado ya en una de esas confiterías «de toda la vida» llenas de dulces antiguos y casi olvidados que se revelan absolutamente deliciosos y familiares cuando uno los prueba ? O, para aquellos a quienes no les motive el dulce, ¿han hecho alguna vez un festín todo a base de cositas de picar, aceitunas, frivolidades saladas, banderillas, anchoas, zarajos, choricitos... ?
Esta noche yo he tenido esa sensación, la sensación de disfrutar de miles pequeños manjares, («divierte-boca» lo llaman los franceses), nueces confitadas, frutas de aragón, yemas de Ávila y Almazán, bombones, pastitas de té, miguelitos de la Roda, arrop y tallaetes, calissones de Aix, alguna que otra pastilla juanola, confites monjiles elaborados con mucha paciencia que se comen en un abrir y cerrar de ojos...
Y es que bajo el título bastante equívoco de Mélodies du bonheur (que en Francia inevitablemente recuerda a la película de Wise The sound of music [Sonrisas y lágrimas]), los intérpretes citados en la ficha nos han servido un florilegio de canciones (mélodies) con orquesta y otras miniaturas de la segunda mitad del diecinueve francés.
Este repertorio de la mélodie francesa (el equivalente del « lied » en Alemania o de la « canción » en España) está bastante inexplorado. Es verdad que Las noches de estío de
¿Pero quién se acuerda de las restantes melodías ? ¿Quién programa melodías con orquesta francesas aparte de las citadas ? ¿Quién sabe de las melodías de
Pues el Palazzeto
Y hay tesoros.
Tesoritos de gracia y de frescura. Muchos de ellos, disfrazados con guitarra eléctrica y percusión machacona, podrían triunfar como canciones pop...
Y una interpretación de altísimo nivel
Y cuando están servidos por intérpretes de muy alto nivel (¡Menudo ramillete ! exclama espontáneamente el dicharachero director de orquesta ante la excelencia de todos sus solistas), pues es un disfrute de cabo a rabo.
Quien la ha escuchado sabe de sobra que Véronique
Tassis Christoyannis, barítono griego de perfecta dicción francesa, tal vez sea menos conocido, pero qué elegancia también la suya. Y qué sentido del texto. Consigue emocionarnos.
Julien
Bonita voz también la de Hélène
El arpista Emmanuel Ceysson muy ágil, potente, sabe hacer escuchar su instrumento sin avasallar. Y lo mismo podríamos decir del pianista Cédric
La Orquesta de Cámara de París no es la mejor orquesta parisina – ni la peor tampoco, y poco a poco va ganando enteros. No tiene un sonido especialmente bonito, pero es relativamente ágil, con pupitres de buen nivel. Y por su propia configuración de cámara tiene el mérito de no ahogar a los solistas. Se le escucha muy a gusto dirigida por Niquet, que tiene la coquetería de dejarles tocar solos, sin nadie en el podium, la muy bonita Pequeños sueños de niños de Théodore Dubois. Hay veces en que uno no es indispensable », lanza Hervé Niquet al público divertido antes de volverse a subir al podio cuando termina la obrita de Dubois.
A Hervé Niquet (de quien siempre admiro, como en el caso presente, su tesón por recuperar repertorio olvidado) a menudo le reprocho su falta de delicadeza. Bueno, pues en este caso Niquet brilló precisamente por su delicadeza. Frecuentemente le hacía signos a la orquesta para que apianara, dirigiendo con suavidad, con calma no exenta de pasión. De forma que los solistas podían ser sutiles, matizar, sin jamás forzar su instrumento, «hablando-cantando» (¿acaso no es ése el principio del canto y de la ópera desde sus inicios?). Su interpretación de la Danza profana de Debussy, dirigiendo casi con desmayo a la orquesta, con un Emmanuel Ceysson impecable en las mil dificultades de su partitura, fue realmente modélica. Un verdadero placer sonoro.
¿Y después qué?
Un único pero voy a ponerle al concierto y a sus organizadores e intérpretes : Nos han re-descubierto ustedes un buen puñado de hermosuras, vale. Pero ¿cuándo tendremos ocasión de volverlas a escuchar? ¿Se van a quedar en puro recuerdo de una noche?
Queremos volver a escuchar el muy bonito Petits rêves d'enfants y el cuarto movimiento de la preciosa Suite pour piano et cordes (prestissimo de infarto) de Dubois ; queremos volver a escuchar el encantador On dit (Se dice) de Massenet, o la Canción del pescador de Fauré (su versión del Ma belle amie est morte de Téophile
Para alguna de estas obras nos queda la solución del disco (Bru-Zane acaba de sacar un disco con melodías para orquesta de Massenet que sin duda estará muy bien).
Esperemos también que intérpretes y programadores se encaprichen de todos estos tesoritos y nos los sirvan como quien no quiere la cosa entre una sinfonía de Schumann y un concierto de Chaikovski. Los programas de concierto ganarán en frescura. Y el público en disfrute.
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