Noruega
Et Carmen s'est rendue à Oslo
Mario Roger Quijano Axle

En un breve artículo que escribió Terenci Moix (1942-2003) sobre la filmografía del actor inglés Dirk Bogarde (1921-1999) mencionó, y parafraseo, que su actuación era como estar frente a la mirada hipnótica de una serpiente. Algo semejante me pasa ante los trabajos de Calixto .
Desde aquel Don Giovanni del Liceu en 2003 y pasando por El barberillo de Lavapiés en la Zarzuela, Wozzeck en el Real y La vida es sueño en el San Martín de Buenos Aires, su dirección de escena me ha deslumbrado ante el discurso inquietante (para algunos chocante) de sus reinterpretaciones de obras clásicas. Y es que en el caso de las obras líricas, como músico, no encuentro contradicción y a mi parecer la música sigue estando ahí, sin menoscabo de sus cualidades expresivas y hasta diría que la potencia por encima de toda proclama teatral.
Recientemente coincidimos en la capital noruega su Carmen y yo. Deseaba conocer el edificio de la ópera de Oslo asistiendo a un Lago de los cisnes que resultó no ser el de Chaikovski y solamente había boletos para la obra de Bizet, que para sorpresa mía, era la de Bieito.
La puesta en escena sigue siendo la misma, a sabiendas que en presentaciones de años anteriores, se hicieron algunos cambios debido a las menciones contemporáneas de ciertos elementos de identidad española que despliega y que causaron polémica. Incluso con estos reajustes, existen momentos que no a todos caería bien. Pero dejando a un lado estas situaciones, o incluso integrándolas en su justa dimensión, contiene ambientes de inteligente deleite.
La presencia de la Legión Española cuyo himno termina legionarios a luchar, legionarios a morir, podría plantear un paralelismo entre las devenires del argumento ampliamente conocido. Pero lo que más (me) llama la atención es el desenfoque hacia el tradicional papel que se le otorga a la protagonista. Si en otras producciones somos testigos del avasallador personaje de la gitana ante el cual todo gira de manera contundente, ahora por fin, y sonará a perogrullada, vemos a los demás personajes integrados en su papel de manera bien definida, sobresaliendo en los actos centrales la complementación de las personalidades de Frasquita, Mercedes, Dancaïre y Remendado con el de Carmen.
Existen contrapuntos en proporción con el elemento de la femme fatale. Valga como ejemplo el intermezzo en el cual en otras ocasiones dejan el lucimiento a la orquesta o bien, (y parece repetitivo a través de un telón translúcido o con una iluminación tenue) se muestra un idilio entre Carmen y Don José o bien la oración de Escamillo, siendo que ahora bajo el toro de Osborne (y también a telón translúcido) un aspirante a torero como Dios lo trajo al mundo, realiza una coreografía taurina. O en la aragonaise donde en lugar de una coreografía folklórica, vemos a los legionarios desmontando la gran valla publicitaria con silueta de toro que por allí y por allá se ve por la carreteras españolas.
En la misma línea de ese desenfoque, los demás personajes y conjuntos corales adquieren otra dimensión y sobresalen como lo que son, los renegados, los que giran alrededor de Carmen y de Don José y que son quienes los definen. Este equilibrio de los diferentes integrantes de la obra, apoyado por el vestuario y el movimiento escénico da una variedad de la acción que fascina y embelesa. Otro giro hacia el pueblo acontece en el cuarto acto, en el ”a deux cuartos”, donde nos imaginamos el arribo de los protagonistas de la fiesta taurina mientras contemplamos las expresiones festivas de la muchedumbre ante el desfile y hasta sentimos que estamos inmersos al otro lado de la calle.
Ante todo esto, la que tiene la tarea de procurar no diluirse es Carmen.
Carmen y Bieito son seductores, donde sea que se les encuentre. Tu crois le tenir, il t'évite. Tu crois l'éviter, il te tient.
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