España - Madrid

Nabucco en el paredón

Germán García Tomás
martes, 26 de julio de 2022
Homoki, Nabucco © 2022 by Javier del Real Homoki, Nabucco © 2022 by Javier del Real
Madrid, lunes, 11 de julio de 2022. Teatro Real. Nabucco. Dramma lirico en cuatro actos. Música de Giuseppe Verdi y libreto de Temistocle Solera. Producción de la Opernhaus Zurich, en coproducción con el Teatro Real. Dirección de escena: Andreas Homoki. Escenografía: Wolfgang Gussmann. Reparto: Gabriele Viviani (Nabucco), Anna Pirozzi (Abigaille), Dmitry Belosselskiy (Zaccaria), Michael Fabiano (Ismaele), Silvia Tro Santafé (Fenena), Simon Lim (Gran Sacerdote de Baal), Fabián Lara (Abdallo), Maribel Ortega (Anna). Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Dirección musical: Nicola Luisotti. Ocupación: 90%
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A la hora de revisitar un clásico de la ópera hay puestas en escena desacertadas y que no tienen sentido por más que se las explique y justifique, además de que crean problemas de entendimiento en el espectador, porque le es imposible descodificar la situación o el mensaje que se le está presentando en escena. Nabucco, que no se representaba en el Teatro Real desde hace siglo y medio, ha venido a cerrar la temporada con ese golpe de efecto que siempre genera en el público madrileño un título de Giuseppe Verdi, máxime con una de las óperas tan icónicas, no sólo de la historia del teatro cantado, sino de la propia historia y devenir de la nación italiana. La simbología radica en el propio argumento de la obra estrenada en 1842 en la Scala milanesa, y por encima de todo, en el “Va pensiero”, el coro que con toda su nobleza patriótica consiguió impulsar el proceso de unificación italiana y el amplio movimiento cultural que genera el Risorgimento y el VIVA V.E.R.D.I., un grito de guerra que exhorta a liberarse de las cadenas austriacas, y que se convertido en todo un hit operístico susceptible de ser bisado.

Esa analogía y paralelismo entre la trama original ambientada en Jerusalén y la Babilonia del rey Nabucodonosor II, y el contexto de la época de Verdi, o sea, la situación opresiva del pueblo italiano frente al invasor Imperio Austrohúngaro, es la que el director de escena Andreas Homoki ha querido vendernos sin éxito en esta coproducción con la Ópera de Zurich. Homoki yerra el tiro en su extrapolación temporal, pues la ambientación decimonónica que plantea no resulta eficaz a la hora de establecer relaciones entre ambos actores en liza, italianos y austriacos. La propuesta tiende al galimatías y a la confusión. Se identifica como campesinos del país transalpino al coro que desde el inicio puebla la escena en esa protagónica colectividad, para cuyo movimiento errático se apoya el regista alemán en un gran muro móvil de color verde esmeralda como único elemento escenográfico durante los cuatro actos de la ópera, lo que deslocaliza las ubicaciones originales y priva a la ópera de toda su magnificencia, generando el problema de no saber dónde nos encontramos en cada momento.

En la gran escena de Abigaille el Gran Sacerdote y sus secuaces del templo de Baal -que como el de Jerusalén, aquí no existen- son una especie de funcionarios o burgueses con chistera y los levitas pasan por amigos de Ismaele. El profeta Zacarías es un personaje de apariencia rústica como sus compañeros, desprendido de todo su carisma de líder religioso. La ridícula aura monárquica del coronado Nabucco podría pasar por la de cualquier rey de cuento para niños, y lo mismo podría decirse de la pompa noble de Abigaille, que hace difícil creer que sea una esclava enfundada en ese elegante vestido largo. 

Anna Pirozzi (Abigaille), Luca Salsi (Nabucco), Silvia Tro Santafé (Fenena), Michael Fabiano (Ismaele) y Coro en ‘Nabucco’ de Verdi. Dirección musical: Nicola Luisotti. Dirección de escena: Andreas Homoki. Madrid, Teatro Real, julio de 2022. © 2022 by Javier del Real.Anna Pirozzi (Abigaille), Luca Salsi (Nabucco), Silvia Tro Santafé (Fenena), Michael Fabiano (Ismaele) y Coro en ‘Nabucco’ de Verdi. Dirección musical: Nicola Luisotti. Dirección de escena: Andreas Homoki. Madrid, Teatro Real, julio de 2022. © 2022 by Javier del Real.

El caótico movimiento en base a la funcionalidad de la pared dificulta la comprensión de la acción dramática. Póngase como ejemplo el final del acto primero, llevado a un ritmo militar por la batuta de Nicola Luisotti y en el que sobre el escenario no se distingue quiénes son las hordas del rey babilonio o ejército austriaco y quiénes los hebreos/italianos. No hay empaque ni solemnidad en la marcial entrada de Nabucco, pues aparece en escena como si fuera un mago o hipnotizador, congelando y haciendo caer al suelo al grupo que le recibe, y la marcia funebre de la cuarta parte (como sería más correcto calificar a cada acto) tiene nula plasmación escénica, por lo que uno se tiene que imaginar el cortejo.

Al margen de la imagen asociada a Nabucco, que para rescatar a Fenena al final de la obra -de un sacrificio inexistente en un altar inexistente con un ídolo inexistente- no duda en disparar en la cabeza al Gran Sacerdote, uno de los ámbitos que definen a Nabucco es el religioso, el elemento trascendental asociado al pueblo judío y su profeta Zacarías, y no hay ni un ápice de ello en esta puesta en escena. Sí hay en cambio un trasfondo familiar del personaje titular, a la manera de un sueño en la corte, con sus hijas pequeñas Abigaille y Fenena, que se nos narra durante la obertura y va apareciendo a lo largo de la representación, un aderezo que se antoja sentimentalista y pueril, pues la verdadera fuerza de la trama del tercer título operístico de Verdi es la intriga política y la confrontación religiosa, que se verá felizmente resuelta cuando Nabucco abrace la religión del pueblo hebreo y su culto al Immenso Jehova.

Los cantantes de la función presenciada pertenecían al primer reparto excepto el Nabucco, proveniente del tercero. Gabriele Viviani es un barítono que no posee la más pura calidez del barítono verdiano pero su recreación del rey babilonio, pese a su tendencia a un canto monocorde, es idónea a la hora de retratar el desprecio y la altanería hacia los judíos que aquí no son judíos y muy convincente resulta su enfrentamiento a Abigaille en el tercer acto. Aunque no llegó al tono plañidero de Nabuccos para el recuerdo como el referencial de Tito Gobbi, al que en ocasiones tendía curiosamente a parecerse en la actitud vocal, ofreció el pertinente contraste expresivo en el final del segundo acto tras el elemento sobrenatural -muy poco impactante en la visión de Homoki- y bordó su aria del cuarto acto, “Dio di Giuda”, emocionante y espléndidamente fraseada. 

Anna Pirozzi (Abigaille), Dmitry Belosselsky (Zaccaria) y Coro Titular del Teatro Real en ‘Nabucco’ de Verdi. Dirección musical: Nicola Luisotti. Dirección de escena: Andreas Homoki. Madrid, Teatro Real, julio de 2022. © 2022 by Javier del Real.Anna Pirozzi (Abigaille), Dmitry Belosselsky (Zaccaria) y Coro Titular del Teatro Real en ‘Nabucco’ de Verdi. Dirección musical: Nicola Luisotti. Dirección de escena: Andreas Homoki. Madrid, Teatro Real, julio de 2022. © 2022 by Javier del Real.

Tenía a una poderosa rival enfrente de sí, la soprano italiana Anna Pirozzi como Abigaille, todo un arrebato de vocalidad exacerbada más allá de la exigentísima coloratura, abordada con gallardía y un punto de estridencia, y salvando con facilidad escollos como el que Verdi la destina en su recitativo del acto segundo, cuando tras un sobreagudo le pide un descenso inmediato a la tesitura más baja. Más que en esta gran escena, donde en la cadencia de su aria “Anch’io dischiuso” prescindió del agudo, nos resultó más escalofriante su caracterización en el dúo con Nabucco, dando rienda suelta a su gran faceta como actriz.

Del resto del reparto hay que encumbrar la labor de Silvia Tro Santafé dando vida a Fenena, a la que dota de nobleza en un canto puro y resuelto a la vez. Su aria del acto cuarto -donde se omite por cierto el recitado previo de Zaccaria- es una pequeñísima muestra de la sensibilidad y el buen gusto de la soprano española, pese a no otorgarla la relevancia escénica que su personaje merecería como hija del rey, y no como mera enamorada del sobrino. 

Precisamente éste, el tenor Michael Fabiano, con su arrojo vocal un tanto exagerado en ocasiones y su grato timbre, cumple con holgura su cometido como Ismaele en esta ópera donde el tenor es ciertamente irrelevante. Un bajo interesante nos pareció Dmitry Belosselskiy, con agudo generoso y nobles intenciones vocales, no muy variadas, y aún impresionó más el bajo surcoreano Simon Lim en el breve papel del Gran Sacerdote, con un canto de mayor profundidad que el del ruso.

‘Nabucco’ de Verdi. Dirección musical: Nicola Luisotti. Dirección de escena: Andreas Homoki. Madrid, Teatro Real, julio de 2022. © 2022 by Javier del Real.‘Nabucco’ de Verdi. Dirección musical: Nicola Luisotti. Dirección de escena: Andreas Homoki. Madrid, Teatro Real, julio de 2022. © 2022 by Javier del Real.

Y por encima de todos ellos se situó con justicia el auténtico protagonista de Nabucco, el coro. El vigoroso empaque de la agrupación titular del Teatro Real en sendas secciones ya desde el comienzo “Gli arredi festivi” envuelve al público y los reiterados aplausos le hacen bisar el coro de esclavos hebreos, una extendida costumbre proveniente de la misma Italia que convierte la función más en una exhibición coral que en el desarrollo de una acción dramática, a la que no contribuye en absoluto la régie pero sí la dirección musical, pues Luisotti, al margen de esas cabalettas y finales de acto de tempi desbocados, imprime una buena factura a la partitura verdiana, dándole el efectismo que en parte posee y unos sutiles rubati. Final de temporada lírica madrileña donde la tradición de bisar el “Va pensiero” ha sido la curiosidad principal.  

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