España - Madrid

Y los dioses serán olvidados

Xoán M. Carreira
lunes, 8 de agosto de 2022
Hadrian © 2022 by Teatro Real Hadrian © 2022 by Teatro Real
Madrid, miércoles, 27 de julio de 2022. Teatro Real. Hadrian, ópera en cuatro actos de Rufus Wainwright sobre libreto de Daniel McIvor e imágenes de Robert Mapplethorpe, estrenada en la Canadian Opera Company de Toronto el 13 de octubre de 2019. Jörn Weisbrodt, dirección de escena. Hohn Torres, iluminación. Michael Worthington, Diseñador de proyecciones. Elenco: Thomas Hampson, Hadrian. Alexandra Urquiola, Plotina. Santiago Ballerini, Antinoo. Christian Federici, Turbo. Vanessa Goikoetxea, Sabina. Alejandro del Cerro, Trajano. Vicenç Esteve, Trajano. Gregory Dahl, Hermógenes. Pablo García-López, Josep-Ramón Olivé y David Lagares, Senadores. Berna Perles, Lavia. Albet Casals, Dinarchus. Patricia Redono, Chico. Coro (Andrés Máspero, director) y Orquesta Titular del Teatro Real. Scott Dunn, director musical.
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Dos mundos parecen estar a una distancia abismal en años y en estética. El mundo de la ópera, el mundo de Rufus Wainwright, y el mundo de la fotografía, el mundo de Robert Mapplethorpe. 
En lugar de intérpretes, decorados y una producción completa, las imágenes de Mapplethorpe son utilizadas para expresar la historia y, lo que es más importante, las tensiones y tormentos interiores de los personajes de Hadrian. Puede representarse en una sala de conciertos, en el interior o en el exterior. La sala de conciertos no es en este caso una solución práctica, sino una radicalización y expansión emocional y visual de la naturaleza dramática de esta ópera. (Jörn Weisbrodt)

Efectivamente, Hadrian es una creación de tres autores profesionalmente muy competentes -Rufus Wainwright, Daniel McIvor y Robert Mapplethorpe- pero con talentos asimétricos: el poder de las imágenes de Mapplethorpe fagocita todo lo que sucede sull palco y, demasiado a menudo, los espectadores percibimos que desde el foso suena una banda sonora para Mapplethorpe. 

Reconociendo las calidades musical y libretística de Hadrian, y siendo un gran admirador de Maplethorpe, no comparto el entusiasmo mayoritario del público ni, menos aún, el igualmente mayoritario rechazo visceral de la crítica musical y teatral del estreno madrileño. El efecto fagocitador de las imágenes impide que mi aprecio sea sobrepasado por mi admiración (dos categorías distintas e independientes).

Vanessa Goikoetxea como Sabina. © 2022 by Javier del Real.Vanessa Goikoetxea como Sabina. © 2022 by Javier del Real.

En todo caso no me arrepiento de haber viajado seiscientos kilómetros para asistir al estreno español de Hadrian, un lindo broche de clausura para una notable temporada lírica madrileña salpicada por estrenos deplorables como El abrecartas, Tabaré The Magic Opal, indisimulables fracasos de público (en Madrid la crítica tiende a ser más dócil y pacata que los espectadores), al contrario que Hadrian, que fue recibida con enorme entusiasmo, amplificado por las unánimes ovaciones a Vanessa Goikoetxea

"Hadrian", produción de Jörn Weisbrodt. © 2022 by Javier del Real."Hadrian", produción de Jörn Weisbrodt. © 2022 by Javier del Real.

Tal como escribe Jörn Weisbrodt en El dolor y el legado del amor, su texto para el programa de mano, en Hadrian las tensiones y tormentos interiores de los personajes son más importantes que la historia, lo cual sitúa esta ópera como parte de una tradición creada por Gioachino Rossini, codificada por Richard Strauss y desarrollada en nuestros días por Philip Glass, de cuyas estrategias es deudor Wainwright. Hadrian, al igual que Akhenaten, es un drama sobre como se siente un líder político que debe tomar decisiones trascendentales para su imperio mientras se ve atormentado por sus propios fantasmas interiores. Así como los concertantes son un homenaje a Rossini, los números corales lo son a los procedimientos de Glass, lo cual los dota de una función similar a la de los coros de las tragedias greco-latinas y deviene en uno de los aciertos dramatúrgicos de Hadrian.

Pieza enlazada

Juan-Gastón Messerschmidt escríbía recientemente en Mundoclasico.com que ningún artista se libra de reelaborar en su obra lo aprendido de sus maestros y sus modelos.  Lo cual no es ningún defecto y, por el contrario, es virtud en la ópera, género autorreferencial por excelencia. 

El recurso a la intertextualidad, y a la apropiación es una práctica habitual y legítima en el arte actual. Wainwright utiliza muy frecuentemente la intertextualidad con habilidad y honestidad, y solo recurre a la apropiación como homenaje a dos de sus maestros (Copland en el preludio del Acto III, y Glass en los números corales). 

"Hadrian", produción de Jörn Weisbrodt. © 2022 by Javier del Real."Hadrian", produción de Jörn Weisbrodt. © 2022 by Javier del Real.

Nada objeto a la calidad de las referencias a los modelos canónicos, pero juzgo excesiva la cantidad de las mismas pues fragmenta la narración y perjudica el desarrollo retórico de la misma. Lo que no es un defecto en el discurso cinematográfico -es un procedimiento habitual en Tarantino- o en el del género opereta, en el caso de la ópera esta ruptura narrativa afecta negativamente a la atención del espectador. En Hadrian la fragmentación procede principalmente de la orquesta que es tratada, muy hábilmente, con procedimientos estándar de las actuales bandas sonoras cinematográficas, creadas y diseñadas para acompañar números cerrados y, a menudo, muy breves. 

Por el contrario, la abundancia de la intertextualidad en las vocalidades de Hadrian beneficia la dramaturgia que, como he dicho, antepone los sentimientos de los personajes a la narración de los hechos. La mejor muestra de ello es el espléndido Acto III en el que Hadrian y Antinoo expresan su amor bajo la inspiración de Samuel Barber, el afortunado uso de los modelos de Britten para tratar el conflicto de poder entre Hadrian y Turbo... o la magnífica aria de Sabina-Sibila tratada como una parodia del extraordinario Ariel de The Tempest de Thomas Adès

La merecidísima aclamación unánime del público convirtió a Vanessa Goikoetxea en la protagonista de la función. Su actuación ha quedado incorporada a los momentos memorables del Teatro Real tras superar con asombrosa facilidad y admirable naturalidad escénica un rol endiablado en lo vocal y rebosante de matices en lo dramático. Su aria de Sabina como Sibila es una firme candidata a independizarse de Hadrian para convertirse en una admirable pieza de concierto. 

Santiago Ballerini y Thomas Hampson. © 2022 by Javier del Real.Santiago Ballerini y Thomas Hampson. © 2022 by Javier del Real.

Thomas Hampson es un gran artista, universalmente admirado. Wainwright escribió para él con gran acierto un papel crepuscular y oscuro que le dió a Hampson oportunidad de recuperar admirablemente facetas de sus grandes papeles, con una intensidad interpretativa y una sabiduría teatral que dejaron en segundo plano su obvio declive vocal. El papel de Hadrian ha servido a Hampson para darnos una última lección de un gran cantante. ¡Gracias, maestro!

Plotina es un hermoso rol de contralto a pesar de sus inadecuaciones de tesitura que han sido la causa de errores de casting que conllevaron la acertada renuncia por parte de las cantantes previamente anunciadas. Alexandra Urquiola abordó su rol con profesionalidad, inteligencia, valor y -sobre todo- con un ejemplar sentido del decoro. Su interpretación puede ser calificada como "coger el toro por los cuernos". Chapeau!

El personaje de Antinoo suma a su dificultad vocal el componente feérico de un personaje cuya existencia es subsidiaria de los recuerdos y ensoñaciones de Hadrian. Santiago Ballerini lo afrontó con gran fortuna aportando al rol sus propias experiencias como Nemorino, Almaviva o Lindoro. 

Turbo ofrece la contrapartida pragmática de Antinoo. Es un papel convencional de barítono romántico incluso en el sentido jocoso del concepto (en las óperas románticas el tenor y la soprano se enamoran y el barítono intenta impedirlo). Christian Federici tiene gran experiencia precisamente en estos personajes y acertó plenamente en lo vocal y lo escénico al dotar a Turbo del aplomo y conviccion que requiere, al igual que de su frustración al no lograr comunicar a Hadrian la gravedad del conflicto geopolítico. 

El nutrido grupo de secundarios tuvo interpretaciones de notable corrección, que potenciaron la alta calidad de la representación, al igual que las breves pero relevantes intervenciones del Coro Titular del Teatro Real, muy bien ensayado por Andrés Máspero

Menos fortuna hubo en el foso, del que surgió una dinámica desaforada que creaba una barrera acústica por momentos infranqueable. La concertación de Scott Dunn no alcanzó la excelencia y me pareció percibir que los profesores de la orquesta no se sentían cómodos bajo su dirección. Esto repercutió negativamente en la continuidad del discurso musical y puso en evidencia la ya aludida fragmentación del mismo. 

Con la venia del lector (que puede interrumpir aquí la lectura). Al margen de la representación, que fue un éxito de público, la recepción crítica de Hadrian en Madrid me ha causado cierta perplejidad. En primer lugar, la afirmación generalizada de que asistimos a una versión de concierto de Hadrian: me causa alarma que tantos medios hayan sido incapaces de comprender que la función era un representación teatral completa y muy compleja. En segundo lugar, que diversos medios confundiesen o intercambiasen los roles atribuyendo a la soprano Goikoetxea la substitución de la famosa cantante que declinó cantar el rol de Plotina. Y en tercer lugar, las incomodidades con las cuestiones homoeróticas, muy presentes en la programación del Teatro Real, que han llevado a algún medio a reprochar tajantemente que "la homosexualidad no tiene nada que ver con la música."

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