España - Cantabria

Festival de Santander

Música occidental en la misión jesuita china del siglo XVII

José Amador Morales
jueves, 11 de agosto de 2022
El clave del Emperador © 2022 by Pedro Fuerte El clave del Emperador © 2022 by Pedro Fuerte
Torrelavega, martes, 2 de agosto de 2022. Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Todos los Tonos y Ayres. Íliber Ensemble. Rubén García Benito y Darío Tamayo, directores musicales. El clave del Emperador. Obras de Rodrigo de Ceballos, Duarte Lobo, Francisco Soto de Langa, Teodorico Pedrini, Jean-Philippe Rameau. 71 Festival Internacional Santander.
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Desde hace varias ediciones, el Festival Internacional de Santander ha apostado por extender su influencia hacia otras localidades cántabras, más allá del epicentro que obviamente sigue siendo la capital, a través de su ciclo titulado “Marcos históricos”. 

De esta forma, la presente edición del FIS visitará lugares como San Vicente de la Barquera, Castro Urdiales, Comillas, Isla, Rasines, Noja, Viérnoles, Nolindres, Suances, Mazcuerras, Colindres, Treceño, Santillana del Mar, Escalante, Ajo, Argüeso, Miera, Laredo, Somo-Loredo y Torrelavega. En la neogótica Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de esta última se celebró el primer concierto de este ciclo a cargo de los conjuntos Íliber Ensemble y Todos los Tonos y Aire, que ofrecieron un original programa que al día siguiente llevarían al Santuario de la Bien Aparecida.

Mientras Íliber Ensemble es una agrupación camerística especializada en la interpretación de música de los siglos XVII y XVIII, Todos los Tonos y Aires es la primera formación española especialista en la música antigua china así como en sus relaciones musicales con Europa, lo que en este caso nos permitió apreciar una interesante gama organológica tanto oriental como occidental. 

El hilo conductor del programa estuvo constituido por la misión del jesuita español Diego de Pantoja (1571-1618) a principios del siglo XVII, como homenaje musical en el 450º aniversario de su nacimiento. Pantoja fue el primer europeo que junto al italiano Matteo Ricci (1552-1610) entró al servicio de la corte china hacia 1601. Como comenta García Benito en las interesantes notas al programa, un monocordio regalado al emperador 萬曆帝 / Wanli (1563-1620), fue uno de los obsequios que más impactó en aquella corte junto a un par de relojes. Tal fue así que, intrigado el emperador por el funcionamiento del ingenioso instrumento, cuatro de los músicos imperiales recibieron la orden de aprender a tocarlo, siendo Pantoja el responsable de hacer sonar por primera vez la música europea y enseñar el arte de tañer un instrumento de tecla en la corte imperial. 

Si la primera parte del concierto De Valdemoro a Pekín nos sumergió en el ambiente musical de la primera juventud y etapa formativa del jesuita español, la segunda y tercera -Las congregaciones de Pekín, Música, cosmos y hombre: teoría para el Emperador– constituyeron el grueso del concierto y permitieron adentrarnos en la actividad musical beijinguesa durante sus años de evangelización, resaltando cierto eclecticismo estilístico tanto histórico como cultural (textos en chino sobre música de facto occidental). 

La experiencia sonora se hizo aún más especial si cabe en el tramo final del concierto, que bajo el subtítulo de Música para el Emperador, se inspira en las veladas que al parecer compartían músicos locales con los misioneros jesuitas y en la que destacó la fusión de melodías chinas sobre la Sonata para violín y continuo de Teodorico Pedrini así como las aportaciones musicales mongolas.

En definitiva un concierto en el que el intercambio musical de civilizaciones fue el gran protagonista, servido a una gran altura interpretativa. Y es que el buen hacer de los músicos de Todos los Tonos y Ayres e Íliber Ensemble no só lo sorprendió por su originalidad o por su gran variedad de recursos tímbricos (desde la guitarra barroca, flauta de pico o arpa hasta instrumentos de cuerda frotada como el морин хуур (morin juur) mongol y el  二胡 (erhu) chino, así como el canto multifónico mongol 呼麦 (khöömii), sino que contagiaron su entusiasmo y comunicatividad. Les Sauvages de Jean Phillippe Rameau cerró oficialmente el programa, en recuerdo de la orquesta de cámara occidental que llegó a existir en la corte china. Ante el evidente éxito obtenido, los intérpretes ofrecieron una pieza originaria china según la transcripción de un londinense que se la había escuchado a un mercader cantonés. 

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