España - Cataluña
De nuevo Nabucco
Jorge Binaghi
A once años exactos, día por día, volvió a subir el
primer éxito de un juvenil y pujante Verdi a este Auditori, en una noche
sofocante como pocas.
Entonces había sido un reparto reunido ad hoc -con sus
pegas- y con la orquesta y coro del Liceu con un óptimo director como Santi.
Ahora de nuevo hemos tenido una producción procedente del Real de Madrid, con
todos sus elementos artísticos, y sin la parte escénica (lo que no sólo al
decir de muchos fue una bendición, sino que demostró que el teatro está en la
música de Verdi).
Se puede entender por los efectos de la pandemia (y
además se trajo también Hadrian de
Rufus Wainwright, que al menos a mí me ha parecido interesante), pero esperemos
que no sea cierto eso de que no hay dos sin tres y el próximo año se produzca
lo mismo. Sobre todo si se repiten títulos, como es el caso (aunque no creo que
muchos lo recuerden y de esos pocos a alguien le importe mucho), porque un
festival es un festival (creo, aunque si uno mira Bayreuth, Múnich o Salzburgo
le entran razonables dudas salvo en un par de títulos).
La crítica del espectáculo ‘completo’ ha aparecido ya
aquí, pero la escribo (tras consultar con la directora) porque ha habido cambios
en el reparto vocal.
A mí no me ha parecido para nada un gran trabajo de
Luisotti, director que creo sobrevalorado en algunos lugares (no en la Scala
ciertamente). Mucha efervescencia superficial, mucho sonido, poco drama … Dentro
de la superficialidad lo mejor fueron los momentos precisamente más líricos que
no permitían una lectura atropellada. Y, claro, destacó en ‘Va pensiero’, una
gran labor del coro como en el resto de la ópera, que esta vez no se bisó (como
el año pasado sí se exigieron dos bises -como en Madrid- de momentos que eran
mucho menos felices que este).
También la orquesta fue impecable (lo que le imprime una
batuta no es responsabilidad de ella, en general).
La mejor entre los cantantes, de lejos, fue Pirozzi, una
Abigaille de lujo, impertérrita en los agudos, con graves buenos y excelente
centro, capaz de realizar las notas filadas que la partitura -tremenda- le pide
ya desde su entrada hasta la escena de su muerte. También tuvo acentos
adecuados al personaje y, detalle quizás intrascendente, demostró conocer la
partitura (no sólo su parte) de modo notable siguiendo otros momentos y
articulando sin cantar el texto (en el ‘Va pensiero’ fue evidentísimo, así como
la admiración que en la artista producía la música). Muy buena compañera, aplaudió
a todos sus colegas durante la función. Ella fue objeto de auténticas ovaciones
tras su gran escena (recitativo, aria, y cabaletta) y al final de la
representación.
En segundo lugar hay que citar a Vinogradov, un muy buen
cantante, musical y de buena técnica, con extensión suficiente aunque el
volumen sea mediano, y que impresionó en particular por la gallardía de su
registro agudo en una parte como Zaccaria, que también se las trae.
Por suerte Pétean no tuvo que luchar con la expresividad
y el fraseo, que suelen ser (por ejemplo en Macbeth)
su talón de Aquiles. Aquí, salvo en la escena de la locura del protagonista,
con la voz generosa y oscura le bastó e incluso (si se olvidan expresiones y
miradas dignas de cine mudo) logró transmitir una cierta emoción en momentos
como la plegaria del último acto y la primera sección del gran dúo con
Abigaille en el tercero.
La Fenena de Tro Santafé empezó con un vibrato metálico
afligente y terminó mejor con su aria (no entiendo por qué se siguió cortando
el recitativo anterior cuando ya no había producción que lo
impidiese/requiriese. Antes que cortar notas de Verdi algunos podrían cortarse
otras cosas).
Rojas fue un Ismaele decidido, pero de voz pequeña y
liviana para el papel. Estuvieron bien Lara y Lim, y Ortega volvió a repetir
tras once años en el poco agradecido papel de Anna y noté con placer que
mantiene la firmeza de sus agudos en los concertantes.
Mucho público y mucho éxito (no hubo desbandada en la
pausa como el día anterior, injustamente, se produjo en Hadrian).
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